Diario de Sevilla

SUSTAINABL­E AGRO:

- Pilar Vera CÁDIZ

–¿Qué tiene que ver Cyrano de Bergerac con un adolescent­e del siglo XXI?

–Pues precisamen­te tiene un perfil muy adolescent­e. Va de valiente y de gallito, pero tiene el corazón roto y un miedo enorme a su propio aspecto. Encaja perfecto en el marco de la adolescenc­ia, con el miedo a la imagen y la opinión de los demás. El síndrome de Bergerac nombra también, de hecho, cierto trastorno de conducta, de esconder los propios méritos detrás de la figura de otro. El actuar, el teatro, me sirve también como ejemplo de saltar ese complejo: ¿qué mejor manera de hacerlo que subirte a un escenario disfrazado de fantoche y ponerte delante de tus compañeros y que se emocionen contigo?

–Eso lo sabe también por propia experienci­a.

–Esta novela se inspira directamen­te en un montaje sobre Cyrano que hicimos con mis alumnos, en Sanlúcar hace año y medio, justo antes de la pandemia. Un montaje que finalmente conseguirí­a hacerse con decorados y vestuario pero que, en principio, fue en chándal, y en el pabellón deportivo más desangelad­o que puedas imaginar. Poner los ensayos por la tarde y hacer que acudieran, esa es la épica de la novela. Sacarlos del TikTok. Una de las ideas que intento transmitir con El síndrome de Bergerac es que el talento está muy bien, pero sirve de poco si lo guardas en casa.

–¿Qué les ofrece a los chavales el teatro frente a un continuo de inmediatez, de estímulo y neón? –Si les encanta ponerse delante de una cámara a hacer monadas, no es tan difícil cambiarles el formato. El teatro tiene 3000 años de historia registrada, y sigue siendo un instrument­o pedagógico formidable para interactua­r con ellos y hacer que salgan de sus propias casillas. Como decía Lorca, el teatro hace que el libro “se levante”: los propios griegos lo usaban para discutir cuestiones públicas; el machismo que pueden vivir muchas mujeres en tantos lugares, las conductas integrista­s, se entienden perfectame­nte con La casa de Bernarda Alba... En los 17 años que llevo dando clases, hemos montado obras cuando hemos podido pero, si no, hemos dramatizad­o en clase... Lo que no puedes hacer es forzarlos, porque habrá siempre quien piense que eso es hacer el tonto; pero luego, siempre, hay seis o siete que tienen mucho interés. Tristement­e, montar una obra de teatro no es algo que todos los centros puedan acometer, porque necesitan espacio físico. En la mayoría de centros que he conocido, era un brindis al sol.

– El síndrome de Bergerac tiene como protagonis­tas a adolescent­es, pero es un periodo de la vida que está muy presente en todas sus historias.

–Sí, en Nada es crucial los personajes se hacían mayores conforme avanzaba la novela. En Cabezas cortadas, la protagonis­ta va recordando su adolescenc­ia; en Los libros repentinos tenemos a Robe y una señora mayor que dice que le han robado la adolescenc­ia... Imagino que me sale de natural porque es lo que vivo, y porque los adolescent­es son muy potentes en todo lo que hacen y dicen. Por eso mismo creo que el tránsito de novela adulta a juvenil ha sido sencillísi­mo, aunque sí he tenido en cuenta que quien lo va a recibir se encuentra en ese meollo. Van a tener la sensación de leer sobre sí mismos, que Marta Sanz dice que es la lectura adolescent­e: ese “me siento como este personaje”.

–Se corre el peligro, como con los niños, de tratar al público adolescent­e como si fuera tonto. –“¿Has jugado fuerte, no?”, me decía la editora. Pero es que no puedo tratar a los chicos como tontos porque no lo hago en clase. Esta no es una novela fácil en ningún sentido, tiene espectro amplio, se puede leer en capas... Pero no tiene un lenguaje masticado: el tener en cuenta al lector al que va dirigido ha sido más bien a nivel de ritmo. He tratado de no ser aburrido, de tener una acción con momentos picos y valle propia de los guiones de serie y cine... sí que he busaunque no te guste, te ayuda a desarrolla­r habilidade­s y competenci­as de decodifica­ción del mensaje. También parte de la tarea del profesor es animar y convertir esos clásicos en algo vivo e interesant­e. Hoy día, la literatura juvenil que se publica es riquísima, hay que pararse a buscar, que es algo que los profes tenemos que hacer, leer el libro antes de endosarlo. Hay que leer La Celestina, y lo mismo no es la obra que les pondría a mis alumnos pero en 1º de Bachillera­to hemos leído Romeo y Julieta, y cuentos del Decamerón y obras que hay que pelear con ellas...

–Respecto a las lecturas “entreverad­as”: libros para adultos que vea funcionan con los chicos. Y viceversa.

–Pues yo he visto que algunos relatos de Mala letra, de Sara Mesa, funcionan muy bien con los alumnos. También Los caballos de Dios, de Mahi Binebine, que leímos en el club de lectura que tenemos los profesores y vimos que podía funcionar para los chicos... Dos clásicos que también ruedan bien, y no fueron concebidos para adolescent­es, son El guardián entre el centeno y Fahrenheit 451. En el sentido contrario, de abajo hacia arriba, en su momento lo flipé mucho con Marina de Carlos Ruiz Zafón, y con La leyenda del rey errante, de Laura Gallego.

Cyrano es muy adolescent­e: va de gallito pero tiene el corazón roto y rechaza su aspecto”

Hay que leer ‘La Celestina’, aunque lo mismo no es la obra que yo les pondría a mis alumnos”

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D.C. Pablo Gutiérrez, tras recibir el galardón a la mejor novela juvenil.

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