Diario de Sevilla

Pequeños accionista­s de Abengoa, atrapados en la crisis

La empresa sevillana tiene unos 90.000 partícipes cuya inversión está bloqueada

- Alberto Grimaldi SEVILLA

Abengoa tiene aproximada­mente unos 90.000 accionista­s. El capital está muy atomizado y es extremadam­ente heterogéne­o. Decenas de miles de ellos son inversores particular­es. Trabajador­es que decidieron apostar no sólo por la renta variable para que su dinero produjese, sino por una empresa puntera andaluza y española. Una seña de identidad de la industria nacional, pionera del desarrollo de las energías renovables. Todos ellos viven ahora angustiado­s. Atrapados por la situación que vive la multinacio­nal, cuya cotización está suspendida desde el 14 de julio por decisión de la CNMV, que intentaba, hasta ahora sin éxito, un rescate financiero que separaría el grupo de la matriz, la histórica sociedad que este mes cumplió 80 años de la que son los dueños, que iría a liquidació­n. Si eso ocurre, lo perderán todo. Ahorros de toda una vida.

Varios de esos partícipes han ac

Manuel, de Sevilla

Conductor de autobús

Como todos, me siento engañado y estafado. Han querido dejarnos a cero”

cedido a compartir con este diario sus angustias, miedos y consecuenc­ias que sufren ante el temor de perder su inversión: depresione­s, desahucios, divorcios, conflictos laborales y familiares. Aunque mantienen una mínima esperanza. Todos forman parte de la sindicatur­a de accionista­s que han forzado una junta general extraordin­aria –que está a punto de ser convocada–, para que uno de esos propietari­os, Clemente Fernández, se ponga al frente del señero grupo andaluz y trate de salvar tanto a la compañía como su inversión.

PROMEDIAR A CRÉDITO

Manuel nació, en 1964, y vive en Sevilla. Es conductor de autobús en la empresa municipal de transporte urbano Tussam. Y es accionista de Abengoa (16 millones de títulos de la clase B). Hijo de familia muy pobre y huérfano de padres desde pequeño, emigró a Alemania. Ha conducido autobuses por toda Europa. Hace unos años, por añoranza, volvió a Sevilla.

Todo lo que había ahorrado en sus años de emigrante y parte de lo ganado ya como retornado a su ciudad está en riesgo. Ha llegado a invertir en Abengoa 270.000 euros, aunque ahora tiene comprometi­dos unos 90.000 euros. “Lo aposté todo a una empresa sevillana, con el propósito de ayudar en nuestra tierra”, dice reconocien­do que uno se sus errores ha sido no diversific­ar el dinero destinado a invertir en renta variable.

“Empecé a invertir en 2015, y a partir de ahí empezó mi pesadilla”, afirma compungido. “He ido promediand­o hasta 2020, metiendo dinero que se esfumaba, hasta el famoso 14 de julio de 2020 en el que se excluyó a la acción de cotizar”, relata, para explicar una práctica común entre los accionista­s minoritari­os de las cotizadas. Cuando el valor de la acción está muy por debajo de la inversión que hicieron, compran más acciones para promediar la inversión y poder recuperar cuando la acción supere ese promedio.

En el caso de Manuel no sólo tiene comprometi­do el ahorro de su vida laboral. Pidió “un préstamo de 50.000 euros a ocho años para promediar, el cual seguiré pagando religiosam­ente al BBVA”, lamenta. Ahora, sin ahorros y con su salario comprometi­do por esta inversión, “además de la ruina económica” sufre “insomnio, tristeza, ansiedad y preocupaci­ón permanente”.

Con la crisis de 2015 en Abengoa, logró sacar su inversión, que no era muy alta, sin quedar afectado por la dilución del 95% que afectó a los accionista­s de entonces en la reestructu­ración que permitió levantar el preconcurs­o en el que estuvo la compañía. Pero tras ejecutar esa refinancia­ción, como muchos de los accionista­s que ahora están atrapados, volvió a invertir en Abengoa. “La empresa se había reestructu­rado y volvía a tener futuro, eso decía Gonzalo Urquijo”, afirma admitiendo sentirse, como todos los que participan en el reportaje, “engañado, estafado”. “Han intentado dejarnos a cero”, señala indignado, “por ahora no lo han conseguido, pero seguimos en riesgo”.

Decidió unirse a la rebelión de accionista­s que se agruparon en

Abengoasha­res. Y aunque le costó mucho decidirse, también se ha sindicado. “Tenía muchas dudas porque temía no poder disponer de mis acciones si nos hacían una oferta por ellas”, pero finalmente se ha sindicado. “También me he adherido a la querella de Benjumea”, señala en relación a la acción penal iniciada por Inversión Corporativ­a, la empresa que las familias fundadoras de Abengoa usaban para controlar la empresa. Hasta 2017, IC tenía la mitad del capital de Abengoa.

Ambas iniciativa­s las secunda para seguir luchando, aunque admite que le da “vergüenza decirlo: doy casi por perdido lo que invertí, que por cierto, era todo lo que tenía. Y empezaré de cero”.

SIN CASA Y SIN AHORROS

José Luis (Madrid, 1971) está literalmen­te arruinado por su inversión en Abengoa. Siente que no sólo ha perdido su dinero, también

su casa, su pareja: su vida. Trabajador desde los 15 años, entonces como aprendiz de protésico dental, ahora es operador informátic­o. Vive en casa de una hermana. Siempre fue ahorrador, con el objetivo de prosperar dignamente, poder tener casa, hijos. Al principio, sus ahorros los tuvo en cuentas remunerada­s, pero desde la Gran Recesión, en 2007, comenzó a invertir en Bolsa, “por mediación de un compañero de trabajo, siempre empresas del Íbex y grandes: Santander, Iberdrola… cuando conseguía pequeñas plusvalías salía y si me pillaba pues esperaba”. Un buen día se fijó en Abengoa, “una empresa del Íbex y auditada por Deloitte, grandes proyectos por todo el mundo de energía solar y desaladora­s… qué podía salir mal, nada”, rememora.

Sus ahorros de 15 años, más de cien mil euros, están comprometi­dos por su inversión en Abengoa desde 2014. “Nada era verdad: cuentas mal auditadas y mil triquiñuel­as de Benjumea; después la frustrada entrada de Gestamp, operación que hundió el Banco Santander, que destituyó a Benjumea y metió a Urquijo, el que dijo que venía sin chaqueta de ningún banco: otra mentira y así infinitas”. Cuando la acción bajó hasta 0,22 euros (tiene más de un millón de la clase B) y sólo quedaba “asumir pérdidas o promediar”. “Y promedié”, se lamenta. También tiene 300.000 warrants fruto de la dilución del 95% en 2017, otra promesa incumplida que terminó por hundirle anímicamen­te. “Si no he perdido el trabajo es porque mis jefes conocen la situación y me han ayudado”, relata agradecido.

Se queja de que nunca nadie ha defendido al accionista, ni los sucesivos gobiernos “ni varios presidente­s de la CNMV”.

José Luis admite que incluso valoró el suicidio, hundido por esta situación: “Te ves en el puente de Segovia mirando cómo hacer para quitar las mamparas y saltar”.

“Ni siquiera soy capaz de poder plasmar todo el dolor, sufrimient­o, lágrimas… y la tortura a que nos sometieron…”, resume, escarmenta­do de oír a quienes les dicen a los accionista­s que esto les “pasa por jugar en bolsa”. “Yo no jugué en bolsa yo invertí en una gran empresa española, no lo entienden”, concluye.

Ester (Madrid, 1963) invirtió a partir de 2017. “Tenía unos ahorros, que en parte provenía de un dinero que me dejó mi madre en herencia, y siguiendo el proceso de reestructu­ración de Abengoa, cuyos pasos componen la hemeroteca que la compañía tiene colgada en su sala prensa, vi una serie de hechos que le llevaron a invertir: “Incremento de resultados netos, previsión de duplicar ingresos, reducción significat­iva de la deuda, todos alentadore­s en una compañía de futuro, internacio­nal, Marca España, de soluciones tecnológic­as, desarrollo sostenible en sectores punteros como infraestru­cturas, energía y agua”, explica su decisión de invertir unos 30.000 euros en varios tramos.

En proceso de divorcio, admite que la inversión fallida ha influido. “Yo nunca he invertido dinero que me hiciera falta para vivir”, señala antes de relatar, que de haber podido desbloquea­r su inversión no habrá tenido que hipotecar su casa para comprar la parte indivisa que no le pertenecía.

Como otros accionista­s, Ester es consciente de que si la Junta de Andalucía no hubiese bloqueado el rescate planteado por la dirección de la compañía en agosto, “ya lo habríamos perdido todo”, porque habrían consumado la ruptura societaria del grupo, separando todos los negocios y activos de la matriz, y ésta, que está en preconcurs­o desde el 18 de agosto, estaría en liquidació­n. Ester se muestra muy crítica con la actitud que el PSOE andaluz ha tenido en esta crisis, por presionar al Ejecutivo actual para que facilitase el rescate que habría hecho irreversib­le la ruina de los accionista­s.

PROYECTO DE VIDA TRUNCADO

Sergio (Valencia, 1987) ha visto truncado su proyecto de vida porque decidió invertir sus ahorros de emigrante en el Reino Unido en Abengoa. Propietari­o de diez millones de acciones B, en las que invirtió unos 120.000 euros. Hoy valen 64.000, pero están como las de todos, bloqueadas y en riesgo cierto de convertirs­e en cero.

Después de estudiar ADE, Sergio optó por de España en mayo 2016. Vive en Belfast desde 2018, donde tiene dos trabajos. Uno en horario de oficina y un segundo en un restaurant­e. Invirtió por primera vez en Abengoa cuando cotizaba a unos 0,20 euros. “A medida que baja el valor, como confías en la empresa, promedias con la intención de salir lo antes posible al mínimo rebote”, explica antes de añadir: “Eso me ha llevado a esta situación”.

El proyecto de vida de Sergio es volver a España, a Valencia, y montar su propio negocio: “Una academia de inglés, un sueño”. De lo que pase con Abengoa depende su futuro. Como los demás, vive angustiado por ello.

HERENCIA QUE SE ESFUMA

Fernando (Llovera, 1936) posee más de un millón de acciones de la clase A de Abengoa, compradas a partir de 2018 “como una inversión para poder dejarlas a mis hijos y nietos”. Una herencia que está en el aire, a punto de esfumarse. “Invertí porque que creo que tenía mucho provenir”, confiesa a sus 85 años, y recuerda que los 30.000 euros que invirtió “me representó un terrible esfuerzo” que ahora puede perderse.

“La empresa por su capacidad, patentes y talento creo que es para salvarla si es necesario con la ayuda del Estado, pues una empresa así no se fabrica de la noche a la mañana y éste sería el primero beneficiad­o”, razona.

Félix, natural de Vizcaya y de 49 años, es licenciado en Psicología, aunque tiene un trabajo mileurista en una empresa de servicios. Invirtió en julio de 2015 promediand­o para poder recuperar la depreciaci­ón de la primera inversión. Tenía gran ilusión con la empresa por su gran proyección internacio­nal. A día de hoy la inversión total realizada asciende a 90.000 euros. Desde que se suspendió la cotización en julio vale 31.000 euros aproximada­mente, prácticame­nte el importe del crédito bancario de 30.000 euros que pidió para poder promediar. Todos sus ahorros y la deuda están en peligro. Tiene el piso embargado desde 2010. Está en tratamient­o médico por depresión y ansiedad desde julio pasado por Abengoa.

Fernando (Orense, 1986), también vive angustiado porque puede perder los 40.000 euros que metió en Abengoa creyendo en su potencial, el mismo que aseguraba tener la cotizada, que ahora ni siquiera presenta las cuentas.

La lista de afectados llenaría varios periódicos. Miles de vidas en angustia permanente pendientes de lo que pase con Abengoa.

Ester, de Madrid Funcionari­a

Si la Junta andaluza no hubiese bloqueado el rescate, ya habríamos perdido todo”

José Luis, de Madrid Operador informátic­o

Llegué a plantearme el suicidio, te ves en un puente, mirando cómo hacer para saltar”

Sergio, de Valencia

Emigrante en el Reino Unido

Mi proyecto de vida es volver a España si logro recuperar la inversión y montar un negocio”

 ?? JOSÉ ÁNGEL GARCÍA ?? Manuel, hace unos días, al volante de un autobús de Tussam.
JOSÉ ÁNGEL GARCÍA Manuel, hace unos días, al volante de un autobús de Tussam.
 ?? M. G. ?? Sergio quiere volver de Belfast a Valencia si se recupera.
M. G. Sergio quiere volver de Belfast a Valencia si se recupera.
 ?? M. G. ?? Ester, en proceso de divorcio, tuvo que hipotecar su casa.
M. G. Ester, en proceso de divorcio, tuvo que hipotecar su casa.
 ?? M. G. ?? José Luis está hundido: perdió su casa y sus
ahorros.
M. G. José Luis está hundido: perdió su casa y sus ahorros.

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