Un trozo de historia del Aljarafe
● El Ayuntamiento de Gines publica un libro sobre la Hacienda El Santo Ángel, que se está rehabilitando para convertirla en edificio público tras albergar un molino de aceite
“El Molino de Gines. Aceite de oliva virgen extra. Venta al público en el interior. Por obras, sólo acceso peatonal”. Un cartel con este mensaje daba la bienvenida, hasta hace unos años, a la Hacienda El Santo Ángel, un histórico edificio ubicado en el corazón del municipio aljarafeño desde hace siglos. Ahora, el Ayuntamiento, que se mudará próximamente a él, edita un libro que recoge su historia, sus usos, sus protagonistas y el proyecto de rehabilitación en el que se encuentra inmerso.
La Hacienda El Santo Ángel, ubicada en la calle Conde de Ofalia y conocida más popularmente como El Molino, data del siglo XVIII. Sus 3.700 metros cuadrados albergaban una vieja hacienda de olivar que, junto con otras de la zona, rigió la vida económica de la localidad durante los siglos XIX y XX. Desde ella se dirigía el cultivo de los campos, se organizaban las cuadrillas de trabajadores y en ella se molían las aceitunas con las que se hacía el famoso aceite de la localidad. Su emplazamiento, en la cota más alta del pueblo, así como el capitel de avispero conser vado en el patio del señorío, “son razones de peso para pensar que se trata del caserío originario de la población”, tal como indica la página web del Ayuntamiento aljarafeño. Sin embargo, su progresivo abandono ha forzado al Consistorio a expropiarla y rehabilitarla.
El libro, prologado por el periodista José Rodríguez y con casi 200 páginas repletas de imágenes históricas y documentos de gran valor, es producto de la investigación de Matías Payán. “Siempre ha sido culturalmente i nquieto y un enamorado de su pueblo”, cuenta su hijo José María. Payán, administrativo de profesión y concejal ginense durante cuatro legislaturas, recibió en 2008 el encargo de realizar una memoria histórica y humana sobre la hacienda, que ha sido convertida en esta completa publicación que ve la luz tras “mucho esfuerzo y muchos años de trabajo” recopilando información, documentos e imágenes de todo tipo y época. El autor, que trabajó en la propia hacienda como molinero, dedica el libro a su padre, que fue manijero del capataz. Su estrecha vinculación con el personal del edificio ha permitido que pueda hacer un pedagógico y cronológico repaso a las historias humanas. Su familia tiene grandes vínculos con El Molino. Por ejemplo, su hermano Manuel fue maestro de molino y su hermana Josefita prestaba ser vicios domésticos en el señorío, así como su primo Dionisio Camino trabajó en ella como jardinero. Son algunos de los nombres que el lector podrá encontrar en las páginas, donde también hay cabida para la poesía, las anécdotas y la topografía. Los mapas y planos son un aporte fundamental para entender la relevancia de esta construcción, que fue referente económico del municipio y pronto será también lo será en el plano político.
“Es una de las personas que mejor conoce la historia de nuestro pueblo”, declara Romualdo Garrido, alcalde de Gines. Es decir, próximo morador de la hacienda. “Tras los trabajos de recuperación, en los próximos meses el Ayuntamiento se trasladará al Santo Ángel. La publicación de este libro es la guinda del pastel de ese gran proyecto que Gines siente como propio”, detalla Garrido, quien asegura que “el pueblo va a volver a disfrutar en breve del Molino pero, además, gracias a esta investigación va a poder conocerlo mucho mejor, tanto el pasado del edificio como el de las muchas personas que han trabajo en él a lo largo de los años”.
Dicha rehabilitación está siendo llevada a cabo por un equipo liderado por el arquitecto Javier Ochoa, que también participa en el libro con un capítulo sobre los trabajos que se están llevando realizando y en los que se está poniendo especial interés en respetar al máximo posible la estética original de la hacienda. En dicho capítulo relata las diferentes fases del proceso: consolidación estructural y adecuación a casa consistorial, oficina de Policía Local, salón de plenos y área multiusos. Es decir, transformar una antigua hacienda olivar en una funcional hacienda consistorial. Una ambiciosa labor que estará ya por siempre acompañada por una publicación que en su acertado subtítulo resume su espíritu atemporal e histórico: Entre la nostalgia y el futuro.
CORONAMOS más mal que bien la siempre temida cuesta con más esfuerzo que nunca, pero tras llegar a la cumbre no sabemos si lo que nos aguarda es si vienen simples repechos o una pared. Se fue enero con sus multiplicados daños colaterales y ahora miramos al mes que lleva la locura impresa en su ADN con la desconfianza propia que provoca este tiempo tan dramático. No sé qué será peor, si ese pasado que se eternizaba como presente interminable o el inquietante futuro que aguarda emboscado en cada revuelta del camino. Enero con su cuesta tiene la fama, pero otros cardan la lana y febrero con su locura congénita es de los que acarrean un cupo más considerable de intranquilidad. En tiempos de normalidad, cuando se avistaba la cima llegaba el tiempo de pagar los excesos navideños, pero ahora la pregunta es si no estaremos en una cuesta eterna.