Diario de Sevilla

LA LENGUA COMO UNA ASPIRINA EFERVESCEN­TE

- CARLOS NAVARRO ANTOLÍN cnavarro@diariodese­villa.es

EL vicepresid­ente de la Junta de Andalucía, Juan Marín, asegura que “Andalucía está preparada para abrirse al turismo” y espera que el sector pueda “despegar en Semana Santa”. Eso lo dice cuando apenas 104.000 andaluces han recibido las dos dosis de la vacuna en una región de ocho millones de habitantes. Unos días antes, la ministra de Turismo, una tal Reyes Maroto, se muestra confiada en que la movilidad internacio­nal se pueda reanudar a finales de primavera y “sobre todo en verano”. Y no lo dice hablando con una amiga, sino en la presentaci­ón del Estudio de Posicionam­iento de España como Destino Turístico, elaborado por el Instituto Elcano y Turespaña. La ministra tiene después que precisar sus palabras y rebajar la expectativ­a generada en el sector turístico en un contexto en que la vacunación en España se efectúa a paso de tortuga y en el que las industrias farmacéuti­cas chulean descaradam­ente en las negociacio­nes con la Unión Europea. Una diputada de Podemos, Isabel Franco, suelta una de las mayores majaderías que se han oído en el Congreso de los Diputados: “En Al-Ándalus convivían tres culturas: la musulmana, la judía y la cristiana. Fue la monarquía hispánica la que provocó una enorme invasión, eso sí fue una invasión, un genocidio y una ocultación”. Así respondió la criatura a una moción de Vox sobre las medidas que tomará el Gobierno para “frenar la invasión migratoria en España”. ¿Acaso no nos merecemos una clase política más prudente, menos novelera, menos osada y algo más ilustrada? Que cada cual elija el adjetivo que correspond­a a cada parlanchín. No se enteran de cuánto se cuece en España, es imposible encontrar gente con una percepción de la realidad más atrofiada. Siguen pecando de incontinen­cia verbal, continúan practicand­o ese modelo de política que obliga a sacar cada día un conejo de la chistera. Ninguno sabe interpreta­r con acierto la coyuntura actual, que exige cuando menos algo más de silencio, hablar lo justo pero con claridad y contundenc­ia, no cometer excentrici­dades, no confundir a los ciudadanos, no pedir que nos quedemos en casa un lunes y alimentar las expectativ­as de viajar el martes. Ahora sólo toca exigir las vacunas y poner los medios para que se pueda afrontar el proceso de forma masiva en cuanto lleguen los viales, que acabarán sobrando. Déjense de monsergas de genocidios y monarquías hispánicas porque provocan sonrojo. Lean más y tuiteen menos. Algunos meten la lengua en agua por la noche al llegar a casa y aquello parece una aspirina efervescen­te.

Nos merecemos políticos más prudentes, más serios, menos noveleros y que no sufran de incontinen­cia verbal

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