CUANDO LAS LEYES IGNORAN LA REALIDAD
EL compañero Fernando Pérez Ávila terminaba la información exhaustiva sobre el autor confeso del asesinato de Brenes con esta frase: “En las próximas horas será puesto a disposición judicial y, con toda probabilidad, será enviado de nuevo al lugar de donde quizás nunca debió salir: la cárcel”. Conocida su larga trayectoria de delitos y asesinatos –no solo matando, también destruyendo a personas inocentes a través de la difamación– es imposible no estar de acuerdo con él. El sujeto tiene 43 años y ya carga con tres asesinatos además de otros delitos. En este país la realidad va por un lado y las leyes por otro.
Los informativos nacionales han emitido las imágenes del atraco a una farmacia –el segundo perpetrado en Sevilla, en menos de 24 horas, el anterior tuvo lugar en la calle Feria– en San Vicente. En ambos casos los atracadores fueron detenidos gracias a los ciudadanos –en el atraco de Feria las empleadas le hicieron frente resultando con heridas superficiales– y puestos a disposición policial. Tras la detención del atracador de San Vicente Emergencias Sevilla tuiteó: “La colaboración ciudadana fue fundamental.
Los ciudadanos se comportan con valor y la Policía hace bien su trabajo. El problema está en las leyes y su interpretación
Muchas gracias”. El sujeto contaba con 39 detenciones.
Nadie duda que los ciudadanos se comportaron con valor y civismo, y que la Policía hace bien su trabajo. Las dudas surgen con lo que sucede tras su detención. No se trata de ponerse en plan Harry Callahan y estar deseando que nos alegren el día. Pero sí de exigir más realismo y menos buenismo. La reinserción social es un derecho reconocido por la Constitución (art. 25.2: “Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad penales estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social y no podrán consistir en trabajos forzados”). Nadie sensato que crea en la justicia, la igualdad y la democracia desea, por supuesto, ni los trabajos forzados ni cualquier otra forma de trato cruel. Ni duda que muchas veces la delincuencia es fruto de la marginación y que por ello la reeducación para la reinserción social es una nueva oportunidad que la sociedad, pródiga en injusticias estructurales, está obligada a ofrecer. Pero tampoco nadie sensato que crea en la justicia, la igualdad y la democracia duda de que no siempre la delincuencia es fruto de la marginación, sino de la voluntad, y que la reinserción es imposible además de no deseable en los casos de mayor ensañamiento y crueldad.