EL ABSENTISMO DEL VAR, LA CRUZ DE UN GRAN PARTIDO

FUE un hermoso partido de fútbol el que libraron el Fútbol Club Messi y el renacido Real Betis Balompié. Uno de esos partidos que el fútbol ofrece y que se resume en un puñado de partidos dentro de uno solo. Lo que se dio en llamar siempre un choque con diversas alternativas y en el que nadie fue superior a nadie durante todo el tiempo. Iniciativa bética hasta que aparece Messi, chaparrón azulgrana, otro resurgimiento local y lo habitual al final.

¿Y qué es eso de lo habitual para terminar? Pues la concatenación del rapto de infortunio que tantas veces se cruza en el camino del Betis trufado con esa desaplicación propia que rara vez falta a lista. Pero nadie podrá negar que lo ocurrido antier noche al final de la Palmera fue uno de esos partidos carentes de un absoluto supremacismo y que tanto ofrece al espectador. Por ratos al espectador partidario de uno de los contendientes y por todo el tiempo al neutral.

Y como es habitual también, las sospechas que despierta el VAR. Lo del artilugio es algo con dos opciones, o se revisa su manejo o le pega un puntillazo a la credibilidad que debiera tener tan fantástico juguete como es el fútbol. En Cádiz han protestado y llevan razón por conductas anteriores y no por lo que pasó en Anoeta. Allí acertó en las tres ocasiones que se equivocó el árbitro, pero, claro, son polvos que vienen de lodos anteriores y eso suele estallar.

Y en el hermoso espectáculo del domingo en Heliópolis, el VAR, una vez más, se abstuvo y no consideró revisable el pisotón a Mandi absolutamente voluntario de Pjanic. Una vez más, el VAR no entró en escena y el Betis fue, también una vez más, claramente perjudicado. Fue el punto negro de un espectáculo completísimo con autogol incluido y diversas alternativas en el juego y en el marcador. Y como dato de consenso el de a ver quién es capaz de igualar a Lionel Messi.

No revisar el pisotón de Pjanic a Mandi, la nota negativa de un hermoso y vibrante Betis-Barça