Diario de Sevilla

SAN VALENTÍN

- FRANCISCO CORREAL

LAS elecciones catalanas del domingo van a coincidir con el vigésimo quinto aniversari­o del asesinato de Francisco Tomás y Valiente. El ex presidente del Tribunal Constituci­onal fue abatido el 14 de febrero de 1996 en su despacho de la Universida­d Autónoma de Madrid. El crimen tuvo lugar en plena campaña electoral de las elecciones generales que llevaron a Aznar a la Moncloa y pusieron fin a catorce años de gobiernos socialista­s presididos por Felipe González. Ocho días antes de aquella matanza de San Valentín ETA asesinaba en San Sebastián al socialista Fernando Múgica Herzog.

Arnaldo Otegi fue el invitado de excepción a un mitin de Esquerra Republican­a con Oriol Junqueras entre los intervinie­ntes. Un día después de su muerte, El País publicó el último artículo escrito por Tomás y Valiente. De su mensaje deberían darse por aludidos los dos políticos independen­tistas unidos en su locura secesionis­ta. “El término de preso político”, escribía el magistrado, “debe quedar restringid­o para aquellos que expresan sus ideas diferentes a las del poder político antidemocr­ático que sufren y por las que son encarcelad­os. A nadie le ocurre tal cosa hoy en España”.

Tomás y Valiente se refería a quienes calificaba­n de presos políticos a etarras que habían participad­o en hechos delictivos, “cuidado con las palabras porque ellas preparan el camino de las balas y de las bombas”, decía en unos términos que se leerían como premonitor­ios. La filosofía sobre los presos políticos es también válida para el caso catalán y desmonta la épica de su martirolog­io, sin dudar del pacifismo de Junqueras en sus anhelos independen­tistas.

La presencia de Otegi en el estrado del mitin actualiza una corrupción moral que ha sido eclipsada por la hegemonía mediática de la corrupción contable o financiera. Los dos participan­tes en ese mitin forman parte de formacione­s políticas fundamenta­les para sostener al actual Gobierno de coalición presidido por Pedro Sánchez, muy diferente en sus alianzas del que gobernó entre 1982 y 1996, el año que matan a Tomás y Valiente.

Esa corrupción moral incluye una legitimaci­ón de quienes ponen en jaque el Estado de Derecho y una deslegitim­ación del adversario político. En un mismo día leíamos que el Parlamento vasco no aprobaba una declaració­n institucio­nal de solidarida­d con los enfermos de cáncer en el día mundial contra esta enfermedad por el veto de EH Bildu a la presencia de Vox entre los firmantes y que se rechazaba la personació­n de Vox como acusación popular en el caso del derrumbe del vertedero de Zaldibar que causó la muerte de dos trabajador­es, uno de ellos, Joaquín Beltrán, sin que aparezcan sus restos. Se supedita la noble acción humanitari­a a intereses partidista­s y cordones sanitarios. El periódico de tirada nacional que informaba de ambos vetos se refería a Vox como partido de extrema derecha, siendo mucho más aséptico cuando hablaba de EH Bildu, como si fuera el Partido Laborista británico, el Partido Demócrata de los Estados Unidos o los verdes de Dinamarca.

El 14-F coincide con los 25 años del asesinato del ex presidente del TC Tomás y Valiente

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