“Hemos sentido la presencia de Dios en todos estos acontecimientos”
● Sor Adela, religiosa del convento, relata el año de emociones vivido, con la superación del Covid incluida
Nunca pudieron imaginar las nueve religiosas dominicas que habitan el convento de Madre de Dios de la Piedad de Sevilla que iban a vivir un año de tantas emociones. Han vivido con una alegría desbordante cómo comenzaban las obras en su iglesia, han comprobado el cariño de los feligreses y de muchos otros sevillanos que no han dejado de visitarlas para comprarles dulces y así aportar su granito de arena. También han sufrido en sus propias carnes las pandemia que trae en jaque al mundo, superándolo como ellas dicen: con la ayuda de Dios y el apoyo de muchas personas.
Las religiosas de Madre de Dios están muy ilusionadas por la marcha de las obras en la iglesia. Aunque el arquitecto les da buena cuenta de la marcha de los trabajos, ellas no tienen prisa. “Lo de la obra es algo que nos supera. ¡Qué alegría! Pero hay que saber esperar”, asegura sor Adela, que agradece las múltiples ayudas recibidas para que este anhelo se hiciera realidad. Y las que deben llegar, porque la comunidad necesita todavía un empujoncito para que los trabajos queden perfectemente resueltos y rematados.
El año de esta comunidad dominica ha sido como el de todos los españoles: complicado. La irrupción del coronavirus hace ahora un año les causó un gran impacto, y como contemplativas que son, se refugiaron en el Sagrario para rezar por todos los afectados: “Nos dimos cuenta de que todos éramos víctimas de un enemigo común. Tuvimos que cerrar el torno. Nos pusimos en manos de Dios. No había otro refugio ni amparo. ¡Señor, sólo en tus manos puedo refugiarme!”.
Las monjas, a falta de no poder hacer dulces, se enfrascaron con las mascarillas que tanta falta hacía al principio y que los voluntarios repartían. Así estuvieron hasta que cuatro de ellas se contagiaron y sintieron cómo todos se volcaron para ayudarlas: “Yo vi la mano de Dios. Fue duro, pero fue un momento de Dios. La llamada del arzobispo fue muy reconfortante. Y el párroco de San Nicolás, nuestra piedra angular. No nos faltó nada”.
Con la ayuda de muchas personas, como Claudia Hernández Rodríguez y su familia, o José María Galán, apunta sor Adela, consiguieron retomar la venta de dulces que distribuyeron de múltiples maneras y con gran éxito. Para la religiosa, la explicación de que todo haya salido bien es obvia: “Dios ha venido a visitarnos. Mueve los hilos de la historia y hemos visto su presencia palpable en todos estos acontecimientos”.