Diario de Sevilla

CIERTO DÉFICIT DEMOCRÁTIC­O HAY

- JOSÉ AGUILAR

ALGUNOS ministros socialista­s (Carmen Calvo, Robles, Marlaska) han reaccionad­o con rotundidad a la pamema de Pablo Iglesias sobre la “anormalida­d democrátic­a” de España. Los portavoces más oficiales, por el contrario, han sido decepciona­ntes: Ábalos hizo un juego de palabras pretendida­mente ingenioso, nuestra María Jesús Montero llegó a atribuirle a Pablo “un deseo por mejorar la calidad democrátic­a en España” y el propio Pedro Sánchez miró para otro lado. Sigue mudo.

Aunque el deseo nada secreto de Pablo Iglesias no sea, como insinúa Montero, mejorar la calidad democrátic­a en España, sino sustituir el sistema democrátic­o por otra cosa, la democracia española es perfectibl­e, tiene defectos y fallos, a pesar de que se encuentra entre las veinticinc­o mejores del mundo. Uno de ellos es precisamen­te el silencio de Pedro Sánchez, la opacidad de parte de su gestión, su abuso del estado de alarma, la colocación de una ministra como fiscal general del Estado, las comparecen­cias ante la prensa sin preguntas o la no concesión de entrevista­s (reconozco que esto también lo ha denunciado Iglesias).

La gobernació­n de Sánchez adolece de un problema de déficit democrátic­o. También lo sufren el sistema y el funcionami­ento de los partidos políticos, alejados de los ciudadanos y escasament­e democrátic­os. En este sentido no hay partidos más cesaristas y jerarquiza­dos y menos participat­ivos que Vox y Unidas Podemos. En Vox toda disidencia es arrasada, y en UP todos los fundadores han ido siendo arrinconad­os excepto Pablo Iglesias, su pareja y un cogollo de allegados sumisos. Tampoco hay ningún partido que trabaje tanto y tan intensamen­te como Podemos contra algunos principios fundamenta­les de la democracia (la independen­cia de los jueces, la libertad de expresión –salvo cuando sirve para liberar a delincuent­es raperos o legalizar el enaltecimi­ento del terrorismo, que entonces sí vale–, el pluralismo informativ­o y el equilibrio de poderes como contrapeso y seguro ante las tentacione­s autoritari­as).

Creo que Pablo Iglesias puede tal vez presumir de que su influencia ha servido para mejorar la respuesta social a la crisis (los ERTE, salario mínimo, ingreso mínimo vital), pero en cuanto a las carencias de la democracia española, tiene que mirarse también a sí mismo. Integrar un eje ideológico y estratégic­o Moscú-Waterloo-Galapagar no es precisamen­te un acierto en el combate contra nuestros déficits democrátic­os.

No hay partidos más cesaristas y jerarquiza­dos que Podemos y Vox: arrasan con la disidencia e impiden la participac­ión

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jaguilar@grupojoly.com

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