Veinte años colgados de las alturas
Crítica de Música ISMAEL JORDI Y MARIOLA CANTARERO ★★★★ ★
Ismael Jordi, tenor; Mariola Cantarero, soprano. Rubén Fernández Aguirre, piano. Programa: Obras de Donizetti, Massenet, Sorozábal, Fernández Caballero, Vives y Penella Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Sábado 13 de febrero. Aforo: Media entrada.
Veinte años de carrera celebraron en el Maestranza Ismael Jordi y Mariola Cantarero, él con algunos de los papeles que hicieron grande a su maestro y gran referente (Alfredo Kraus), Edgardo, Werther, Fernando de Doña Francisquita; ella, en sus roles belcantistas (sus reinas, su Lucia) y franceses (Manon).
La voz de Cantarero sigue siendo poderosa en la zona aguda, incluso un tanto agresiva, siempre con agilidades firme y finamente trabajadas (el dúo de Lucia, el vals de la borrachera de Chateau Margaux...), pero el centro es ancho, cálido, y la soprano parece acomodarse cada vez más en sus graves. Además, su fraseo está lleno de pequeñas inflexiones que le dan variedad y expresividad al canto, sobre todo gracias a sus pianissimi.
Jordi mostró una forma excepcional. Si la voz parece haberse ensanchado hacia lo lírico, mantiene la pujanza en los agudos, que sonaron jóvenes y rutilantes. Mostró una línea de canto matizadísima, capaz de variar colores y dar sentido expresivo a cada frase. Su Pourquoi me réveiller resultó antológico, uso elegantísimo de la media voz incluido, pero la romanza de Doña Francisquita o, ya en las propinas, el No puede ser fueron también intensos y dramáticos.
Como siempre, Rubén Fernández Aguirre fue no sólo el acompañante atento a cada detalle, sino el artista capaz de crear el ambiente escénico que faltaba. Tras el programa oficial, en las propinas, Mariola ofreció de nuevo su singular visión lírica de la copla (un Quintero en el que se emocionó) e Ismael cantó a su paisano Manuel Alejandro con desarmante convicción.
Mariola Cantarero e Ismael Jordi celebraron sus veinte años de carrera