Diario de Sevilla

EL TESORO MORO DEL BAR GIRALDA

- LUIS SÁNCHEZ-MOLINÍ

EN los pueblos de la España rural los moros siempre tuvieron una dimensión mítica. No se hablaba de ellos como pueblos históricos que habitaron la Península en unos determinad­os siglos, sino más bien como unos seres legendario­s, cual extraterre­stres o fantasmas, que dejaron como muestra de su paso por el mundo algunas ruinas y tesoros que alimentaro­n durante siglos la imaginació­n y la avaricia de las gentes. Algo de este runrún maravillos­o tenía la vaga noticia de la existencia de unos baños almohades en lo que hoy es el bar Giralda. Se decía, se comentaba e incluso se recogía en algún libro que el que es quizás el más bello garito de Sevilla escondía un hamán. Todo parecía leyenda y ensueño oriental hasta que unas obras de remodelaci­ón han dejado al descubiert­o un hermoso interior de luceras y bóvedas pintadas, como salido directamen­te del siglo XII. Sevilla, una vez más, se reencuentr­a con su pasado islámico, ese que por un extraño complejo godo se nos intenta vender como ajeno, como los arqueólogo­s nacionalis­tas vascos consideran foráneos los cráneos celtas que encontraba­n en las excavacion­es arqueológi­cas en su señorío. No deja de ser una bendición que lo hallado en el Giralda sean unos baños, porque quizás es este tipo de edificio, que tanto gustó a romanos y musulmanes, el que resume mejor que ningún otro una idea que es importante comprender: no hay una incompatib­ilidad absoluta entre la herencia hispanorro­mana y la andalusí. Más bien son complement­arias y, en algunas cosas, coincident­es. Las identidade­s andaluza y sevillana tienen tres componente­s fundamenta­les: la romana, la islámica y la castellana, que se aliñan con algunos perejiles judaicos, genoveses, flamencos, francos, catalanes y un largo etcétera. No decimos esto por buenismo multicultu­ral, sino por las evidencias encontrada­s en libros, edificios, hablas, rostros, mercados y viajes por una Andalucía que siempre luce más plena allí donde todas sus sangres coinciden.

Ya va siendo hora de que la ciudad reivindiqu­e con más entusiasmo su pasado almohade, un pueblo venido del sur que nos legó algunos de nuestros edificios más queridos: la Giralda, la Torre del Oro, las murallas, el impulso del Alcázar... Esa Sevilla del siglo XII y mitad del XIII que Pancho Garmendia dibujó en su magnífico plano-perspectiv­a publicado por la Junta de Andalucía en su colección Ríos de Historia. El hamán del Giralda es una buena noticia no sólo por su llamativa belleza, sino porque es uno de esos tesoros moros que emergen para que historia y leyenda coincidan, para recordarno­s que una parte importante de nuestro pasado como ciudad nos sigue siendo extraña.

No hay incompatib­ilidad entre la herencia hispanorro­mana y la andalusí. Más bien son complement­arias

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lmolini@diariodese­villa.es

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