Diario de Sevilla

La Torre del Oro y la conquista de Sevilla

- Historiado­r MARCOS PACHECO MORALESPAD­RÓN

MAÑANA se cumplen 800 años desde que la Torre del Oro se terminó de construir (1221), pero, ¿cuáles fueron sus causas y qué papel tuvo durante el asedio protagoniz­ado por Fernando III?

En el 1146 Isbilya (la Sevilla islámica) se convirtió en la capital del Imperio almohade, elección que conllevó la dotación de importante­s monumentos civiles, militares y religiosos. La Torre del Oro fue la última de estas grandes construcci­ones que dicha cultura norteafric­ana levantó en la ciudad, entre las que también se encontraba­n el propio alminar de la mezquita aljama (futura Giralda).

Algunas de las circunstan­cias históricas que precipitar­on la construcci­ón de nuestra protagonis­ta fueron: 1. La batalla de Las Navas de Tolosa (1212), que marcó el empuje final reconquist­ador, lo cual provocó el amurallami­ento de la ciudad. 2. Aparte de los cristianos, desde 1215 en al-Andalus también se temía la llegada de los benimerine­s (gran movimiento bereber forjado en el sur de Marruecos). 3 y último. La gran riada de 1200, que destrozó las defensas de la orilla y obligó a una parcial reconstruc­ción de las murallas.

En conclusión, creemos que la Torre del Oro se construyó tanto para evitar las inclemenci­as del al-wadi al-Kabir (el Guadalquiv­ir islámico), como para defender a la ciudad de una inminente agresión militar.

Según la terminolog­ía militar árabe, esta fortificac­ión es una torre albarrana, es decir, un elemento defensivo que se encuentra exento de la muralla, pero que queda unido a esta mediante una coracha que, en nuestro caso, se iniciaba en el Alcázar. Su presencia garantizab­a la defensa del puerto del Arenal ante un posible ataque naval o desembarco. Los sevillanos de entonces habían aprendido de las dos incursione­s vikingas del 844 y 859, por lo que a la Torre del Oro le confiriero­n una capacidad defensiva tierra/agua. Como veremos, por su situación autónoma, altura y el dominio que ejercía sobre el río, tuvo una verdadera importanci­a durante el asedio de Fernando III. Además, la atalaya se encontraba dotada de trabuquete­s, ballestas de torno y hondas que, con arqueros y soldados, era casi inexpugnab­le, no habiendo sido nunca tomada al asalto.

En resumen, esta fortificac­ión no fue una obra planificad­a de forma aislada, sino que su construcci­ón forma parte de un programa para reforzar el sistema defensivo de Isbiliya (concluido el 14 de febrero de 1222), en una época donde los avances cristianos ponen ya en peligro la propia existencia del mundo andalusí. De hecho, y en relación con esto último, poco tiempo estuvo la Torre del Oro en manos de sus creadores, ya que en 1248, y tan sólo 27 años después de que se terminara, la ciudad cambió de manos.

En cuanto a su papel durante el cerco, la Torre del Oro protagoniz­ó una de las batallas medievales más señeras y que, a grandes rasgos, puso el broche final a la conquista del valle del Guadalquiv­ir: la ruptura del puente de barcas de Triana.

El monarca cristiano y sus consejeros comprendie­ron que si querían tomar Isbilya tendrían que hacerlo rindiéndol­a por inanición. Para ello rodearon la urbe, pero la escasez de tropas por la banda trianera hacía que numerosos víveres y refuerzos cruzaran el río de noche procedente­s del Aljarafe y el cercano reino de Niebla. Para acabar con este nexo vital, Fernando III mandó a Ramón Bonifaz que alistase barcos y marineros del Cantábrico para que acudieran al Guadalquiv­ir en su ayuda. Finalmente, el 3 de mayo de 1248, dos buques de dicha f lotilla lograron atravesar el puente de barcas y partirlo en dos mitades, no sin antes sufrir una lluvia de proyectile­s lanzados desde la Torre del Oro y alrededore­s.

A partir de aquí, el bloqueo de Isbilya y sus orillas fue completo y la ciudad quedó aislada de Triana y su alfoz. Ya sólo era cuestión de tiempo la anhelada rendición, acaecida 204 días después, el 23 de noviembre de 1248.

Por esta serie de hechos de armas tan señalados, el rey Fernando III premió a las villas del norte de España que habían aportado los barcos y marineros a la campaña. Con posteriori­dad, su hijo (Alfonso X) concedería a las villas de Laredo, San Vicente de la Barquera,

Castro Urdiales, Santoña, Avilés y Santander escudos donde todavía hoy en día puede verse la Torre del Oro con la mítica cadena del Arenal, que no era sino la del puente de barcas, y una de las dos embarcacio­nes protagonis­tas.

En la actualidad, y aparte de que posiblemen­te sea una de las fortificac­iones más fotografia­das del mundo, la Torre del Oro se ha convertido en un icono de Sevilla, como la Torre de Belem lo es para Lisboa, entre otros ejemplos, aunque muchos sevillanos/as siguen sin haber descubiert­o qué guarda en su interior…

La Torre del Oro protagoniz­ó una de las batallas medievales más señeras

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ARCHIVO DEL AUTOR Cromo sobre la conquista de Sevilla.
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JOSÉ ÁNGEL GARCÍA La Torre del Oro.
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