Andalucía busca la ecoeficiencia P
La industria de la región es cada vez más consciente de la necesidad de innovar para reducir el consumo de recursos
ÓNGANSE en situación: durante dos siglos, el ser humano ha sustentado su basto desarrollo económico y social en la producción y el consumo sin límites. El camino trazado desde la Revolución Industrial hasta prácticamente el final del siglo pasado ha sido tan claro como infalible: crear cada vez más productos, cada vez más caros, que satisfagan cada vez más necesidades (reales o no) y usando cada vez más recursos. Si se pudiera ver en una gráfica, el crecimiento económico sería una línea exponencial creciente que es incapaz de encontrar un freno (salvo puntuales crisis) que camina a la par, o casi, que la otra línea ascendente de un consumismo tan rentable como voraz. Y ahí han seguido ambas, creciendo a lo largo de 200 años, sin percatarse de que arriba se dibujaba ya una línea horizontal con la forma de un techo infranqueable. Un límite, un aviso: los recursos se acaban, y sin ellos no solo no hay más crecimiento, sino que el choque puede ser catastrófico para todos. Afortunadamente, a finales del siglo pasado ya hubo quienes dieron la voz de alarma, justo unos milímetros antes de la confrontación de las tres líneas que se han descrito arriba, y desde entonces han comenzado a plantearse soluciones, a debatirse alternativas en busca de un cambio de modelo que sea capaz de reconducir la tendencia suicida de un sistema que funcionó durante un tiempo pero que ya ha caducado.
La economía actual se basa en producir, usar y tirar, un modelo imposible de sostener en el tiempo porque la población va a seguir aumentando y los recursos se irán acabando. Para que se hagan una idea: de seguir así, en 2050 la población del planeta necesitaría tres veces más cantidad de materiales y un 70% más de alimentos. La necesidad de agua y energía será un 40% mayor, lo que impactará directamente sobre la industria, en la que el 40% de los costes totales son en materias primas.
Ante la evidencia de lo irremediable surge el concepto de sostenibilidad de la actividad económica, una idea genial que persigue el equilibrio entre el crecimiento y la protección de los recursos naturales. En otras palabras, y siguiendo con nuestra gráfica imaginaria, conseguir que las dos líneas verticales se conviertan en curvas de un crecimiento más lento y que la línea horizontal se eleve de nuevo para que el techo se dibuje cada vez más arriba. Cada vez más recursos disponibles.
Es en el marco de la sostenibilidad donde aparece otro concepto clave y que explica muy bien hacia dónde se dirige el futuro de la economía: la ecoeficiencia, que, en pocas palabras, se trata de producir bienes y servicios a precios competitivos capaces de satisfacer las necesidades humanas pero que, a la vez, reduzcan progresivamente el impacto ambiental de la economía. La ecoeficiencia es una filosofía que invita a las empresas a buscar constantemente el mejor producto, la máxima rentabilidad y el menor impacto ambiental posible, fomentando así la innovación y, con ella, la competitividad.
El simple mantenimiento de los filtros del aire acondicionado, utilizar sistemas inteligentes para el control de la iluminación en una oficina, el reciclaje de los cartuchos de impresora, la utilización de materiales reciclados en edificios o locales… son conductas ecoeficientes que miles de empresas vienen aplicando cada día. El más pequeño detalle cuenta. Pensar ellos, en cómo mejorar cada proceso para hacerlo más sostenible es ya un signo inequívoco de que existe una cultura de la ecoeficiencia. En Andalucía hay decenas de ejemplos, de empresas pequeñas y de empresas grandes. Desde un pequeño comercio a la gran industria.
Por ejemplo, la compañía Cepsa, que cuenta con dos plantas de refinería de petróleo en Andalucía (en Huelva y el Campo de Gibraltar) realiza de forma casi cotidiana actuaciones en el ámbito de la ecoeficiencia, muy especialmente en la reutilización y valorización de subproductos y residuos, evitando que provoquen impactos negativos sobre el medio
P. M. Detalles que cuentan El simple mantenimiento de los filtros de un aire acondicionado es ya una
conducta ecoeficiente
natural. En la refinería onubense La Rábida, por ejemplo, los fangos del tratamiento biológico de la planta de ef luentes líquidos son utilizados para la regeneración de tierras contaminadas. De esta forma, se aporta la materia orgánica necesaria para el proceso de regeneración o descontaminación de suelos. Por supuesto, la empresa ahorra costes de gestión de residuos a la vez que contribuye a la mejora del medio ambiente.
Otro caso. El Grupo almeriense Cosentino, fabricante de superficies para la arquitectura y el diseño, ha llevado la ecoeficiencia al extremo con el lanzamiento de su gama Eco, un nuevo producto que está compuesto por un 75% de materiales reciclados de diferentes procedencias: cerámica, vidrio, cenizas vitrificadas, porcelana industrial y metal, a los que le suma una resina derivada del maíz 100% reciclable.
Para su fabricación emplean materiales que ya no se utilizan y los convierten en productos prácticos para el consumidor. Desde espejos y vidrios rescatados de casas o de botellas a lavabos y retretes, platos de porcelana, tazas o azulejos. Además, el nuevo material posee un alto rendimiento contra manchas, arañazos y chamuscamiento, no es poroso y no requiere selladores. En la fundición de Atlantic Copper en Huelva el objetivo es, obviamente, producir más cátodos de cobre y otros productos, y lo hacen buscando el menor consumo energético posible y, en consecuencia, el menor impacto ambiental. A través de su Sistema de Gestión Energética la empresa se garantiza la realización de un seguimiento de sus consumos de energía para intentar reducirlos mediante proyectos de ahorro energético o de recuperación y reutilización del calor generado en sus procesos.
La innovación es una parte esencial en la estrategia de ecoeficiencia de las empresas, y nada como el sector aeronáutico andaluz para ejemplificarlo. Las empresas de la región son un modelo a seguir, y por eso son elegidas por las grandes de la industria, como Airbus, para la construcción y el ensamblaje de las piezas de sus aviones. El modelo A350 suma a las tecnologías desarrolladas ya en el A380 los nuevos conceptos de ecoeficiencia, respeto al medio ambiente y máximo confort para los pasajeros. Más del 50% de su superficie se fabrica con materiales de fibra de carbono y podrá transportar a más de 300 pasajeros. La UE advierte en su Plan estratégico que el 80% de todo el impacto ambien-tal de un producto lo determina su diseño, teniendo en cuenta una serie de variables que incluyen la eficiencia en el uso de recursos y materiales, la reciclabilidad, su durabilidad o el porcentaje de material reciclado en su fabricación. La industria aeronáutica ha entendido que la ecoeficiencia es una necesidad para poder ser competitivos: minorar el ruido de los motores, su peso (y por lo tanto un menor consumo) y por supuesto la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero son una constante en las políticas de innovación de las empresas de este sector esencial en Andalucía. En la planta de Airbus en Puerto Real los residuos de operaciones de taladrado se ‘donan’ a la ONG Madre Coraje, que se los lleva de la planta para su posterior reciclaje para obtener recursos destinados al desarrollo, la educación y la ayuda humanitaria. Esta iniciativa ha conseguido reducir en 24 toneladas la cantidad de esos residuos y, de paso, hacer a la empresa un poco más solidaria con su entorno.
Hay decenas de ejemplos. El propio Plan Andaluz del Clima, que es el instrumento general de planificación de la Junta de Andalucía para la lucha contra el cambio climático, reconoce que las grandes instalaciones industriales andaluzas ya están contribuyendo a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, tanto a través del comercio de derechos de emisión como en las inversiones en mejoras medioambientales que viene realizando desde hace años, pero también se ha propuesto conseguir mejoras en mitigación que no impliquen un incremento de costes sino un aumento de la eficiencia, y para ello propone la realización de guías de buenas prácticas, en colaboración con los sectores industriales, para conseguir una mejor gestión de los procesos, y ofrece un programa de incentivos para el desarrollo energético sostenible de Andalucía como instrumento para la promoción del ahorro y la eficiencia energética en el sector. La toma de conciencia de que existe un agotamiento progresivo de los recursos naturales está ya casi generalizada. Es cierto que no todas las industrias tiene la capacidad económica de hacer frente a millonarias inversiones en I+D, pero la ecoeficiencia está también en los detalles, el compromiso y la creatividad, ya sea de una junta directiva, ya del más humilde trabajador de una planta. Es cuestión de imaginarlo.
La ecoeficiencia va íntimamente unida a la innovación y la puesta en marcha de grandes ideas
El Plan Andaluz del Clima ofrece un programa
de incentivos para promover la eficiencia