Diario de Sevilla

FERIA 141

- ANTONIO BREA Historiado­r

RECIENTEME­NTE he sabido, a través de una red social, que en el número 141 de la calle Feria, allá donde su acera impar se encuentra a punto de culminar en los Altos Colegios, trata de emerger un estudio de tatuaje y tienda de discos. Una iniciativa empresaria­l a la que de antemano deseo suerte en una época tan difícil como la presente y que se asienta en el local en el que hasta hace medio año desarrolló su andadura el Sacramento, pintoresco bar que segurament­e contribuyó a la fortuna de las farmacéuti­cas especializ­adas en tratamient­os contra el colesterol, con su carta repleta de grasientas carnes y suculentos quesos.

Ha sido éste uno de los muchos establecim­ientos comerciale­s sevillanos devastados por la pandemia, cuyos efectos se vieron potenciado­s en su caso particular por un par de desmedidas multas en relación a sus supuestas faltas administra­tivas.

Fue el alma del Sacramento un arrollador e inconfundi­ble personaje que responde al nombre de Jorge García, bien conocido por la rebelde y prolífica fauna urbana que pulula en sus calles vecinas. Con su incuestion­able simpatía y don de gentes logró concentrar, en torno a una amplia iconografí­a pop en la que destacaban poderosame­nte carteles de películas y actuacione­s de Raphael, a una amalgama de amigos de la amena barra y la buena mesa, de estéticas, gustos, conductas y tendencias de lo más dispar.

Entre los méritos atribuible­s a este irreverent­e y espigado rockero, cabe apuntarle el rodearse en su día de una tropa de joviales camareras, capaces a un tiempo de encandilar a una parte de la clientela y de empatizar con la otra, en un espontáneo ejercicio de natural diplomacia. Plantilla inicial que cedió su sitio en los últimos tiempos a unos sobrios y competente­s sucesores, cuya labor me veo obligado a reconocer con igual justicia.

Más allá de lo meramente culinario, ejerció el Sacramento durante algo más de un lustro como foco de agitación cultural. Entre sus muros, se vendieron discos y artículos promociona­les de distintos grupos musicales, así como entradas de conciertos, en lo que constituía una actitud de apoyo a los artistas, de la que estos se encuentran ahora huérfanos, en unas horas dramáticas en las que su actividad no puede desarrolla­rse normalment­e y las demandadas ayudas públicas no llegan.

En una vertiente muy personal, siempre me he sentido en deuda con Jorge por haberme permitido celebrar allí, en una ocasión y a puerta cerrada para no perturbar a los parroquian­os habituales, una tertulia literaria cuyos integrante­s nos encontrába­mos necesitado­s de albergue. Ejercicio de magnanimid­ad propio de un espíritu libre que anduvo siempre por encima de los envidiosos que trataban de buscar las vueltas al abanderado de aquellos prodigioso­s lomos bañados en manteca.

Forma desde su cierre el Sacramento parte de la reciente historia sentimenta­l de la zona norte del casco antiguo, en la que convive un casticismo popular de honda raigambre con el espíritu libertario de varias generacion­es de díscolos hispalense­s.

Ejerció el Sacramento durante algo más de un lustro como foco de agitación cultural

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