Brumas y transparencias
La sensación entre el público y el personal de teatro y orquesta antes de iniciarse este primero de los dos conciertos de abono previstos para esta semana era desalentadora. La incomprensible cancelación de las actividades del Maestranza a partir de mañana y hasta el 9 de abril próximo convirtieron a esta cita en única, pero dejaron a todos preguntándose por qué era posible disfrutar de una ópera hace mes y medio con datos epidemiológicos objetivamente mucho peores y a partir de mañana será imposible asistir a algunos de los espectáculos más importantes de la temporada.
Con esa sensación de desaliento volvía a escucharse con la orquesta después de bastantes años al pianista hispano-cubano Leonel Morales, que se enfrentaba a uno de los mastodontes del repertorio, el Concierto nº1 de Brahms, una obra en la que el instrumento solista está tan integrado en la orquesta que resulta de vital importancia que el director no se limite sólo a acompañar el tipo de lectura que prefiera el solista, sino que entre ambos haya auténtica comunión. Fue la del comedimiento y la penumbra, una visión clara y limpia por parte de Morales (delicadísimo en el Adagio), con apreciable relieve dinámico en la orquesta, curvilínea, pero en la que dominaron los timbres graves y las sonoridades más suaves (introducción casi completa en torno al mezzopiano, clímax siempre muy controlados). Un Brahms hecho más de sombra que de luz, con detalles de fraseo estupendos (ese matizado crescendo en en el pasaje fugado del rondó) y una sensación de gravedad que no se disipó ni en un final que resultó incluso brumoso y fue rematado por un acorde conclusivo opaco.
El contraste con la 8ª de Dvorák fue radical. Desde ese canto inicial de los cellos sobre pizzicati de violas y contrabajos y la aparición fantasmal de la f lauta, casi levitando sobre la cuerda, la lectura de González estuvo otra vez llena de matices dinámicos, de inf lexiones de fraseo (esos silencios del Adagio, esos rubatos del Finale, con los violonchelos cantando otra vez con delectación), pero ahora el color pasó a primerísimo plano de una interpretación tan brillante en lo tímbrico como transparente en las combinaciones texturales.