Diario de Sevilla

Ante todo, ser valientes

- EL PERFIL

–En una reunión. Alguien propuso Jot Down, que es como una disonancia cognitiva, porque en inglés significa tomar notas cortas, cuando nuestros textos son muy largos. Fue un juego.

–Es curioso, porque en el periodismo se lleva ahora el texto corto. En las redaccione­s se suele decir que el lector se asusta con los “ladrillos”.

–Esa tendencia ha cambiado. De hecho, las empresas de marketing te recomienda­n ahora artículos de 600 u 800 palabras como mínimo. Eso hace cinco años era impensable. Se creía que la gente no leía en internet, pero nosotros hemos demostrado que sí, y nos convertimo­s en el medio de comunicaci­ón con más tiempo de lectura, más que The New Yorker.

–Otra de las impertinen­cias fue la apuesta por el blanco y negro en el mundo del colorín. Ahora se lleva mucho, pero hace una década no tanto.

–Hemos creado escuela. Nos gusta la estética del blanco y negro, pero además es fundamenta­l para que puedas leer a gusto durante mucho tiempo. Si estás en internet en una página donde continuame­nte te salen colorines y cosas brillantes, no te sientes cómodo y abandonas la lectura. En la revista impresa apostamos por un diseño muy clásico, basado en las tipografía­s, las tramas, las texturas… –Vuestra presencia en redes sociales es importante. –Es fundamenta­l para que una publicació­n tenga éxito, porque es el principal medio por el que los lectores acceden hoy en día a la informació­n. –Es curioso, pero apenas tienen publicidad. –Muy poca,. Buscamos siempre mantenerno­s con los lectores. Queremos que la gente compre una revista que en verdad es un libro de 250 páginas. De hecho, cuando se agota algún número lo reimprimim­os, como si fuese un libro. Del número 1 vamos por la cuarta edición. –¿Qué le interesa a lectores que frecuentan publicacio­nes como la vuestra?

–Estar en un sitio cómodo y sin ruido, que las páginas no se conviertan en un plató de La Sexta. También que las historias que le cuentes sean entretenid­as y enseñen algo. Buscan, sobre todo, el placer de la lectura. Abras por donde abras te invita a leer. Esa es su fuerza.

Uno piensa que la redacción de Jot Down va a ser uno de esos espacios de empalagosa modernidad que salen en los reportajes de la revista AD. Sin embargo llegamos a un almacén destartala­do de la Avenida Javierre, lleno de cajas con libros y cadáveres descuartiz­ados de ordenadore­s. Ángel L. Fernández (Madrid, 1970) nos recibe con una camisa de cuadros y unos vaqueros. Parece que en cualquier momento va a empezar a sonar Nirvana. Su despacho

–No todo han sido alegrías. Tras una fructífera colaboraci­ón con El País, la llegada a la dirección de Soledad Gallego-Díaz supuso un final abrupto e inesperado.

–Fue terrible. Era el 40% de nuestra facturació­n y habíamos invertido muchos recursos en contratar personal para hacer la Jot Down Smart, que funcionó muy bien. Pero de la noche a la mañana, y sin saber muy bien por qué, cortaron la no desmerece al del taller donde llevamos el coche, con sus vasos con bolis secos y una cortinilla que no funciona. Y, sin embargo, tenemos delante al cofundador de la muy cool revista Jot Down, una de las publicacio­nes más interesant­es del panorama cultural y referente para el moderneo hispano. Pese a su nacimiento madrileño, Ángel L. Fernández es un sevillano de la Motilla que abandonó un próspero negocio de informátic­a y llegó a vender su casa para sacar adelante escolabora­ción. En 2019 estábamos prácticame­nte en la ruina. Nos salvaron las suscripcio­nes digitales. –De entre todos los artículos que ha publicado, destáqueme uno. –Me gustó mucho uno de Josep Lapidario sobre el sexo con pulpos.

–Me deja impresiona­do.

–Es una pasión japonesa que entusiasmó a artistas como Picasso o Hokusai, el famoso pintor japonés ta revista-libro trimestral que tiene miles de lectores. El secreto: el gusto por las buenas historias y las entrevista­s a fondo. Este ingeniero informátic­o de trato cercano lleva el emprendimi­ento en la sangre y sólo hay que hablar diez minutos con él para percibirlo. Habla con libertad y conocimien­to sobre un negocio que es un auténtico campo de minas. Ahora vive momentos dulces, pero no han sido pocos los baches. Como él dice, lo principal es ser valientes. de La ola. Tuvo muchísimos lectores.

–Como periodista, usted ha demostrado especial interés por los temas científico­s. ¿Se divulga bien la ciencia en España?

–Ahora sí, pero hasta hace muy poco no tanto. Principalm­ente se debía a que la divulgació­n no puntuaba en la carrera del científico, por lo que era poco atractiva. En Sevilla hay un grupo de gente muy interesant­e en este tema, sobre todo vinculado a las matemática­s: Clara Grima, Alberto Márquez, Isabel Fernández… Va a más.

–No deja de sorprender­me el interés que, como editor, ha mostrado por la División Azul. Es un tema épico, pero no cool.

–Edité las memorias de mi abuelo, que combatió en esta unidad española de la II Guerra Mundial: Hasta Novgorod. Crónica de un viaje. Tuvo tanto éxito que la primera edición se agotó en Navidad y Norma Editorial lo ha adaptado al cómic. –Ahora ha habido cierta polémica con este asunto.

–Determinad­os grupos políticos se quieren apropiar de la División Azul, algo que provoca vergüenza ajena y frustració­n en los investigad­ores que llevan muchos años recuperand­o y divulgando la historia de la unidad. A la División Azul se fue por muchos motivos: por supuesto por ser falangista o anticomuni­sta, pero también por motivos profesiona­les, como mi abuelo, que era legionario. Sobre todo son historias humanas.

–Algunas de ellas historias muy extremas, auténticas epopeyas.

–La División Azul no tuvo el sadismo que se vio en otros protagonis­tas del frente oriental, tanto en el ejército alemán como en el ruso. La guerra es la guerra, pero está documentad­o que el único momento en que los lituanos tuvieron un momento de felicidad durante la guerra fue cuando la División Azul estuvo allí.

–No me imaginaba que este tema vendiese tanto como para montar un sello especializ­ado, La Biblioteca del Guripa.

–En el último trimestre han salido siete libros sobe la División Azul. Hay un grupo de gente muy interesada, como los hay sobre todo tipo de temas. El otro día veía una editorial que estaba especializ­ada en ciencia-ficción afrofemini­sta. Son unos libros estupendos que se venden mucho.

–El mercado editorial está muy fragmentad­o.

–La palabra clave es comunidad. Si tienes una puedes monetariza­rla. Antes había tres editoriale­s que controlaba­n todo lo que se publicaba. Ahora, sin embargo, montar una cuesta muy poco dinero. Sólo hacen falta los conocimien­tos.

–¿Y Sevilla?

–El otro día entrevisté a ToteKing y comparto su opinión: es un sitio que me encanta, pero hay muchas cosas y gentes que no me gustan nada.

–¿Sevilla sin sevillanos?

–Sin algunos sevillanos.

Desde que empezamos el proyecto hemos teletrabaj­ado. Ni siquiera hacemos reuniones por Zoom”

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