LA BATALLA DE TRAFALGAR
EN los días de confinamiento, la red de Bibliotecas dio a conocer que el libro más demandado por los confinados en el nuevo sitio de Baler de los penúltimos de Filipinas había sido Trafalgar. Una hermosa manera de honrar a Benito Pérez Galdós en el centenario de su muerte. Ha vuelto a ser homenajeado por los políticos de las Islas Baleares al pretender suprimir del callejero los nombres de Churruca y Gravina, dos de los héroes del primero de los Episodios Nacionales, el que narra las aventuras de un aprendiz de grumete que sirve a un viejo marino de Vejer que le temía más a su santa esposa que a todas las fuerzas del almirante Nelson.
Galdós aceptó la invitación de Leopoldo Alas Clarín para escribir el prólogo de La Regenta. Lo terminó en enero de 1901, unos meses antes de que falleciera el autor de una de las novelas fundamentales de la literatura española, europea y universal. En esta deriva de sandeces y despropósitos, un miembro destacado del Gobierno dijo públicamente que Clarín había muerto fusilado en 1936. Le dio 35 años más de vida. Un lapsus lo tiene cualquiera, pero estamos hablando del único catedrático que tiene este Gobierno de penenes y peleles, del ministro de Universidades, de todo un rector. Valle-Inclán llamaba a Galdós “don Benito el Garbancero” en Luces de bohemia, cumbre del esperpento en la que el capitán Pitito,
Las pifias de Castells y lo de Baleares coinciden con el ninguneo de la memoria como eje del aprendizaje
dirigiéndose al Coro de Modernistas que montan la escandalera por las calles de Madrid, les dice algo que sirve como dedicatoria para el ministro de Universidades y las autoridades de las islas Baleares: “¡Mentira parece que sean ustedes intelectuales y que promuevan estos escándalos! ¿Qué dejan ustedes para los analfabetos?”.
De todas formas, este gazapo del ministro confundiendo a Clarín con Clarinete debería servir para que en
Oviedo, junto a la estatua de Woody Allen, colocaran otra de don Manuel Castells. Estoy convencido de que no soy el único que gracias a esa metedura de pata ha cogido La Regenta y se ha encontrado, como dice Antonio Muñoz Molina, con un comienzo de novela insuperable: “La heroica ciudad dormía la siesta”. La ciudad es Vetusta, nombre figurado de Oviedo que da nombre al filial de un equipo de fútbol que cumple sus 95 años de historia.
Los errores clamorosos con Clarín, Churruca, Gravina y Cervera coinciden con esta reforma educativa que pretende eliminar la memoria como columna vertebral del aprendizaje. Sólo nos quedamos con el oxímoron de la memoria histórica, que curiosamente es la gatera por la que se cuelan pifias tan clamorosas. A las que se une la adhesión inquebrantable de la ministra Irene Montero, otra catedrática, a los duelos y quebrantos de la nueva Ana Ozores, Rociíto Carrasco. Hace unos veinte años, en una entrevista a Caballero Bonald, éste me decía en su refugio de Montijo que daba un poco de vergüenza que en España hubiera más especialistas en Rociíto que en la Transición. El escritor del Campo de Agramante comparte gloria en el nomenclátor de Chipiona con la madre de la muchacha.