Sevilla, en la añoranza de su día más grande del año
En este día, uno de los tres jueves grandes del año junto al Corpus y la Ascensión, todo empezaba visitando en sus templos a las imágenes que llenaban la jornada
LLEGADO el gran día, Sevilla es un tobogán de sensaciones que posiblemente nunca puedan ser olvidadas y que en este tiempo de pandemia y crujir de dientes hace que nos invada la añoranza. Es el día más largo, un día que se empastela con el siguiente, que amanece muy temprano y que no tiene ocaso, es el Jueves Santo, la culminación de Sevilla en su gran celebración. No va más, con la ciudad vestida con sus mejores galas así que en su mañana de jueves luminoso, se produce el nomadeo para ver en los templos las devociones de nuestras vidas.
Mañana de Jueves Santo en Sevilla con la ciudad limitada por sus particulares puntos cardinales de la Macarena a la calle Pureza, de San Lorenzo a la Puerta Osario y Pasión en el Salvador. O de la Magdalena a San Antonio Abad, de la Plaza de los Carros a la antigua Universidad para extasiarse ante los verdes ojos de la Virgen del Valle. Macarena, Gran Poder, Triana, Calvario, Silencio, Pasión, Valle… en la intimidad de sus templos como adelanto de lo que debería llegar.
Y lo que está por llegar hasta hace nada llegaba. Los Negritos con sus cuatro espléndidos faroles limitando el espacio del Cristo muerto de la Fundación en el contraluz de la calle Laraña. Es un contraluz idéntico a aquel tan retratado del Cristo de los Estudiantes sobre el empedrado y los raíles del tranvía cuando su casa estaba en la antigua Universidad, contraluz cegador y bellísimo captado por el objetivo del gran Luis Arenas.
Y a renglón seguido, los Caballos que van izando a Jesús en la cruz. Virgen de las Lágrimas estupefacta ante un drama que no tiene retorno por calle Gerona, esa misma calle que en la primavera de 1922 alfombraron de paja para que las caballerías y las rodadas no perturbasen a José Varé en su terrible agonía, aquel Varelito muerto por la gangrena gaseosa tras una cornada en la Feria de Sevilla. Bueno, pues por esa calle Gerona se deberían dirigir los Caballos y la Virgen de las Lágrimas al cogollo de la cosa.
Muy cerca, en la Alameda, Montesión, pero al otro lado del río vemos una Virgen hermosísima que se llama Victoria y que salió de una gubia tan desconocida como diestra, sale de Los Remedios como con prisas por cruzar de orilla. Después, fiesta en la Alameda con banda sonora del tintineo inconfundible de los rosarios que lleva en sus varales la Virgen del Rosario. Pero queda mucho por llegar cuando sale de foco Montesión y entra la Quinta Angustia, balanceo trémulo y trágico de Cristo recibiendo tierra por la Magdalena vespertinamente y bajo las tinieblas de Doña Guiomar en la recogida.
La Virgen del Valle y Nuestro Padre Jesús de la Pasión, dos obras cumbre de nuestra gran celebración. Los ojos verdes acuosos de pura lágrima de la Madre que camina tras los pasos de su Hijo hartita de llorar. De ese Hijo que mueve a la contrición cuando ya mismo va a aparecer por las calles de Sevilla ese Señor de Se
La mañana aún es la del nomadeo para ir de Triana a la Macarena y de allí a San Lorenzo
Cuando Pasión entraba ya estaban en la calle tres cofradías de la incomparable Madrugá
villa que mueve a la atrición cuando ya el gallo ha cantado tres veces y San Pedro no ha querido saber nada para que los augurios del Maestro se cumplan.
No ha entrado Pasión en su casa cuando ya están en la calle tres de la Madrugada. El Silencio entra en Campana, la Macarena viene en volandas por Anchalaferia y una suerte interminable de ruan camina precediendo al Gran Poder. Ya es realidad la incomparable Madrugada de Sevilla y el drama no ha hecho más que empezar. Madrugada de Sevilla con sus contrapuntos de austeridad en intramuros y de gloria y gozo en las que vienen de fuera de la muralla con sus capas blancas y sus túnicas verdes y moradas, la Macarena, la Esperanza de Triana y los Gitanos como contrapunto de algo que no tiene explicación, la incomparable Madrugá... Sevilla.