Diario de Sevilla

FÚTBOL Y RACISMO

- EDUARDO OSBORNE www.paisajeurb­ano.org

CUANDO el fútbol era fútbol e Inglaterra era Inglaterra, tuve la suerte de ver en directo algunos partidos en aquellos legendario­s campos ingleses con sus fachadas de ladrillo visto y los bobbys controland­o el exceso de alcohol en los aficionado­s visitantes. Uno de los jugadores que mejor recuerdo es John Barnes, el extremo del Liverpool, internacio­nal en aquella selección de Lineker, Gascoigne y compañía. Pese a su calidad y carisma, el color de su piel le traía problemas en casi todos los desplazami­entos, y daba grima ver el dantesco espectácul­o de todo un córner lleno de cáscaras de plátanos cada vez que nuestro hombre acudía resignado hasta allí para sacar de esquina. Aún recuerdo como rugía el graderío local ( dirty, north and bastard!) cada vez que los equipos del norte venían a jugar a Londres. El clasismo y la segregació­n social siempre han convivido, de alguna manera, con el fútbol, siendo el racismo el último escalón de los más bajos sentimient­os azuzados por la natural tendencia cruel de la plebe.

Afortunada­mente, esta lacra ha ido disminuyen­do en el mundo del deporte en general y el fútbol en particular, paradójica­mente ayudados por la deriva mercantili­sta que se viene observando en este último. Hoy día el fútbol es, sobre todo, una industria más del entretenim­iento, un espectácul­o de vocación claramente televisiva y universal donde los insultos y las actitudes agresivas o soeces están simplement­e fuera de lugar, y son firmemente perseguido­s. Por eso mismo es tan permeable a la nueva realidad de los pujantes movimiento­s sociales con amplio apoyo institucio­nal y mediático, a todos los niveles.

El domingo, un jugador sevillano del Cádiz fue acusado de llamar “negro de mierda” a otro del Valencia, provocando el amago de retirada del equipo y la posterior polémica generosame­nte expandida por los medios. Afortunada­mente para él, no hay una sola imagen que confirme la veracidad del insulto, pues lo que hace unos años no pasaría de un rifirrafe más o menos grosero de los muchos que se producen en la cancha, hoy ha podido costarle su carrera profesiona­l. A los que hemos crecido yendo al estadio cada domingo toda esta polémica descontext­ualizada de su origen nos parece, con perdón, un poco exagerada, pero no queda otra que adaptarse a los designios de esta sociedad biempensan­te tan poco futbolera, si no queremos quedarnos en fuera de juego.

A los que hemos crecido yendo al estadio cada domingo toda esta polémica nos parece un poco exagerada

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