Diario de Sevilla

NO ESTAMOS ‘PA’ FAROLILLOS

- CARMEN CAMACHO

EN plena pandemia, al Ayuntamien­to de una ciudad le da por animar a sus vecinas y vecinos a ceñirse el traje regional para ir por la calle o a trabajar. El psicólogo, con catavinos y sombrero de ala ancha, afina la guitarra mientras le pregunta al paciente si su infancia son recuerdos de un patio de Sevilla; la empleada del hogar limpia la casa con su bata de cola –mucho mejor que el roomba–; el biblioteca­rio camina sonorament­e entre anaqueles con sus botos de Valverde del Camino y yo, a este paso, voy a acabar por vestirme de torera para presentarm­e en Endesa, a ver si así me echan cuentas: en varios barrios de Sevilla los apagones continuos han sustituido al Alumbrao. Mientras, farolillos y gallardete­s, brotados no de la espontanei­dad del sabio pueblo, sino del Ayuntamien­to, decorarán el orbe –que, como todo el mundo sabe, el orbe, aquí en Sevilla, acaba en la Puerta Jerez–. Esto que les cuento podría ser la sinopsis de una película de Berlanga. Pero no, es la realidad puesta a delirar, es lo que llaman “la no feria”, concepto que volvería loco al mismito Marc Augé.

Suponemos que “la no feria” se organiza para entonar a los bares del centro, al comercio y al bebercio, y a las modistas de trajes de flamenca, que están tan agobiadas como los taxistas, las gentes de la cultura y el espectácul­o, los cereros, las agencias de viajes, el que vende refrescos en Matalacaña­s, las quiromante­s, los descuidero­s, las costureras del carnaval y las academias de chotis: como gran parte de nuestra sociedad, a la que las administra­ciones, desde la más local a la más grande, ha de ayudar para no ir al desastre. Pero no de cualquier manera. Aquí no nos hace falta que nos toquen las palmas para salir a tomar algo, lo hemos visto en Semana Santa. Alentar a acudir masivament­e al centro de la ciudad en plena cuarta ola, ataviados o no de corto y de lunares, no parece una buena idea ni –para quien le importe la imagen que Sevilla da al mundo– nos deja en buen lugar.

Pienso todo esto mientras contemplo unos mupis que han puesto por el centro que rezan “Los héroes visten de volantes” que, entre otros, llevan el logo del Ayuntamien­to, y en los que se salen retratadas médicas, maestras, cajeras de supermerca­do, policías, etcétera, vestidas de flamenca. Esta exposición pretende ser un homenaje, pero le saltan las costuras por demasiados lados: en esas fotos no veo héroes, como se empeñan en destacar a grandes letras, veo heroínas. Y no lo son por defender bien el traje de flamenca en su caseta o lo que quieran ponerse en su vida privada, sino por investirse el EPI, la bata, el traje de faena o el uniforme con la altura, humanidad y responsabi­lidad que las circunstan­cias merecen. Menos farolillos, y un poquito más de luces.

Promover ‘la no feria’ en plena cuarta ola no es buena idea ni deja a Sevilla en buen lugar

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