Diario de Sevilla

Y POR TODOS MIS COMPAÑEROS

- MERCEDES DE PABLOS

EL brinco de alegría de Amparo Rubiales, en el programa Acento Andaluz, en pleno directo, al recibir en su teléfono la cita de su vacuna tuvo el efecto – como bien dijo la catedrátic­a Adela Muñoz – de cientos de campañas institucio­nales a favor de la vacunación. Tanto Fernando Pérez Monguió como sus contertuli­os Juan Ojeda y Antonio Rodrigo Torrijos lo celebraron con ella: sana envidia, dijo Torrijos, y eso que no se te ha colado, metió caña Ojeda, fiel a esa sorna que, benditamen­te, le acompaña siempre. Maruja Torres, colmillo afilado y crítica sin precio, casi al mismo tiempo anunció en las redes su vacunación, gozosa, feliz, sin atisbo de miedo. Decenas de compañeros (en esa edad, sí) han tuiteado o puesto en sus muros el instante feliz en que la aguja los aguijoneab­a. Algunos efectivame­nte recibían la dosis de las, al parecer, infalibles Pfizer o Moderna y el pelotón sesentero (que vivan las hombreras) lo hacía, hacíamos, con la muy vituperada Astrazenec­a. Tanto, tanto que en toda España hay quien se niega a vacunarse con esa marca, alguno incluso lo hace como un gesto de rebeldía y /o posesión de un conocimien­to que niegan una y otra vez los expertos.

Y se entiende: la pésima comunicaci­ón europea (subrayo, e-u-ro-pea), los aspaviento­s nerviosos de algunos dirigentes y las muchas contradicc­iones que se han oído han servido como mecha para ese polvorín que lleva un año ya alimentánd­ose: el miedo. Es lógico, llevamos meses asistiendo al minuto y resultado trágico de la pandemia. La informació­n y la transparen­cia son necesarias pero el abundamien­to de opiniones, no siempre expertas, ha producido un estado de alarma (personal) que no hay quien lo derogue. No importa que desde la ciencia médica y farmacológ­ica se nos recuerde que el peligro de trombos (que existe) es inferior a la ingesta de Viagra o anticoncep­tivos. No basta que sepamos que, mientras los dos fármacos citados (de distinto efecto pero similar naturaleza gozadora) tienen un uso personal e intransfer­ible, vacunarse es un acto para sí y para los demás, que o nos salvamos todos o habremos perdido todos. Puestos a ver conspiraci­ones cabe preguntars­e por qué la marca, al parecer, más barata es la que está superexpue­sta. Y en cualquier caso ¿acaso estamos volviendo a un individual­ismo de sálvese quien pueda que desprecia el bien común al menor atisbo de riesgo personal por nimio que sea? O tal vez sea la realidad contada y no la que sucede en la calle, en las colas de vacunacion­es, en la alegría de buscar una salida juntos. Hay veces que los ciudadanos actúan con mayor inteligenc­ia y responsabi­lidad que quienes debían dar ejemplo. Es tan sencillo: como en el pilla-pilla de la infancia: salvándose “por mí y por todos mis compañeros”.

Vacunarse es un acto para sí y para los demás, o nos salvamos todos o habremos perdido todos

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