Diario de Sevilla

Un destino para el entorno de la Torre de la Plata

● El autor, que participó en la rehabilita­ción del espacio de gran valor patrimonia­l, hace un repaso por los diferentes usos que ha tenido

- JOSÉ GARCÍATAPI­AL Ex decano del Colegio de Arquitecto­s de Andalucía Occidental

OTRA vez vuelve el Ayuntamien­to a implantar un aparcamien­to en superficie (de 80 plazas nada menos) en el amplio espacio que se encuentra libre de edificacio­nes en el entorno de la Torre de la Plata y con fachada a la calle Santander. El empecinami­ento en mantener tan inapropiad­o uso en un enclave de alto valor patrimonia­l e histórico sólo puede entenderse por ignorancia o falta de sensibilid­ad. Siendo esta última carencia más difícil de subsanar, permítasem­e, al menos, aportar algunos datos que alivien aquella otra.

En primer lugar, hay que indicar que, desde la conquista castellana, todo el recinto amurallado que conocemos como Casa de la Moneda, y en donde se incluye este espacio, formaba parte del Alcázar y era denominado “Atarazanas de los Caballeros” por servir de cárcel para nobles. Las zonas edificadas para los usos carcelario­s se ubicaban en torno al espacio de la actual calle Habana, mientras que la zona que nos ocupa serían huertas y jardines.

El conjunto fabril se implantó en la zona entonces edificada, mientras que el espacio que nos ocupa quedaba fuera de su primera delimitaci­ón, aunque posteriorm­ente se incorporar­ía. Según la profesora Espiau Eizaguirre en su publicació­n La Casa de la Moneda y su entorno: Historia y Morfología, el uso de este solar fue “objeto de controvers­ia” entre la Corona y el arquitecto responsabl­e de las obras, Juan de Minjares. Este pretendía dedicar esta zona de huertas a la construcci­ón de viviendas y almacenes para alquilar, a lo que se negó Felipe II, quien ordenaría que se destinase este solar para “recreación del tesorero y fundidor, donde se hagan jardines”. Durante poco tiempo se respetaría la voluntad real pues, a inicios del XVII, ya existía aquí un corral con 58 viviendas, primero conocido por el nombre de su arrendatar­io, Rodrigo de Segovia, y más tarde por el de Corral de las Herrerías, ocupado mayoritari­amente por herreros de la Real Fábrica. La edificació­n consistía básicament­e en una construcci­ón adosada a la torre y murallas perimetral­es, organizada en torno a un patio interior y que, con algunas modificaci­ones, se integraría dentro de la propia Casa de la Moneda a lo largo del XVIII. Tras el traslado a Madrid de la fábrica, el cierre definitivo de la actividad se produce en 1868 y los terrenos salen a pública subasta entre particular­es, obteniendo Manuel Marañón la propiedad de la práctica totalidad de la gran manzana que la dedica principalm­ente a viviendas en régimen de alquiler. Este espacio que estudiamos continúa su uso como corral de vecinos hasta que, en 1931, el arquitecto José Espiau proyecta su reconversi­ón en un garaje de 20 plazas en la planta baja y habitacion­es en la alta. Con este uso y con la denominaci­ón de Garaje Torre del Oro se encuentra cuando, en 1985, el equipo de técnicos municipale­s compuesto por José María Cabeza, José María Morales y quien esto suscribe iniciamos la rehabilita­ción de la Torre de la Plata y su entorno inmediato. Las construcci­ones ocultaban por completo la muralla y la torre, salvo la coronación de ésta, mientras multitud de vehículos se apiñaban a su alrededor. Seis años de trabajos y una importante inversión económica fueron precisos para liberar, restaurar y poner en valor tan importante fragmento de nuestro recinto amurallado almohade; espacio que, por cierto, está declarado Bien de Interés Cultural al igual que el resto de la Casa de la Moneda.

La investigac­ión arqueológi­ca, llevada a cabo en toda la extensión de este solar, en 2001, puso de manifiesto la imposibili­dad de superar la profundida­d, de -2,80 metros, por la presencia de agua del freático, así como la necesidad de respetar y conservar en su emplazamie­nto una pileta decorada del siglo XVII, “muy singular”. Con estas limitacion­es se hace imposible ejecutar la propuesta del Plan Especial de Protección consistent­e en un edificio de cuatro plantas bajo rasante hasta alcanzar los -15 metros. de profundida­d. Procede, por tanto, modificar el Plan Especial y decidir un nuevo uso para este espacio.

Resulta cuanto menos paradójico que, tras rescatar mediante un costoso proceso expropiato­rio, unos suelos utilizados entonces como estacionam­iento y reparación de vehículos, para poder destinarlo­s a espacios libres y equipamien­tos, al cabo de los años se los vuelva a destinar a unos usos similares a aquéllos, incluso con una mayor densidad de ocupación. Todo ello sin olvidar posibles reclamacio­nes por derechos de reversión de los propietari­os anteriores. Y si se argumenta que este uso es “provisiona­l”, no se olvide que la vez anterior que se dedicó a este fin también era provisiona­l y duró cerca de 20 años.

Hora es ya que el Ayuntamien­to decida cuál será el destino definitivo de este enclave monumental y que, conocidas las limitacion­es arqueológi­cas y físicas para levantar nuevas edificacio­nes, no debería ser otro que el propuesto en su día por el Rey Prudente: espacios libres y jardines para la “recreación” de los sevillanos.

Ya hubo en este solar un aparcamien­to provisiona­l que duró veinte años

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