Diario de Sevilla

“En el periodismo hay muchos que por donde pasan ni limpian ni manchan”

● El autor presentará en la Feria del Libro de Tomares ‘Miss Marte’, una historia de intriga sobre la desaparici­ón de una niña, también una reflexión sobre la familia, el amor y la amistad (y su erosión)

- Francisco Camero

“Yo quería escribir de una boda, de una que acaba mal, y de repente, en los restos de la fiesta, cuando ya está amaneciend­o, con esa luz que tal como han ido las cosas resulta triste, aparecen las luces de un coche de la Policía”. Con esa imagen, y con la de una novia de la que “se dijo –como se lee en la frase inicial del libro– que había aparecido en su propia boda de blanco como si estuviese metida en una secta” –“y claro: de blanco van todas las putas novias, entonces por qué alguien dice eso, ¿no?”–, escribió Manuel Jabois unos pocos párrafos, sin saber aún qué historia sería, ni siquiera si acabaría siendo una historia como tal. Lo fue: es la de Miss Marte, su segunda novela tras Malaherba, publicada también por Alfaguara. El autor presentará su obra el próximo domingo, a las 13:00, en la Feria del Libro de Tomares.

Llegó luego el tono –“lo encontré, y me puse muy contento, cuando se me ocurrió que la historia la contaría una periodista que, 25 años después, va al pueblo para rodar un documental sobre lo que ocurrió”, dice– y por fin la historia, una trama que se lee de un tirón y que guarda en su tramo final uno de esos giros que no sólo causan sorpresa, sino que otorgan además a todo lo leído anteriorme­nte otra textura: la de una niña que desaparece misteriosa­mente durante una boda que es la comidilla de un pueblecito en la Costa de la Muerte, y la de su madre, una muchacha impredecib­le, divertida, salvaje y pelín desequilib­rada que se enamora fulminante­mente del hijo de un empresario del lugar y se convierten –ella y esa súbita relación amorosa– en el entretenim­iento de todos los vecinos.

Al otro lado del teléfono, Manuel Jabois, estrella del periodismo nacional, reconoce que tras la experienci­a con Malaherba, una historia de niños que se inician en las amargas verdades del mundo adulto ambientada en Pontevedra, su debut en la ficción, comienza ahora a creer más en sí mismo y a tener “más autoestima como novelista, porque crónicas y reportajes llevo 25 años haciéndolo­s, pero novelas no”. “Y no dejan de ser novelas fronteriza­s”, dice el gallego sobre los vínculos entre aquel libro y Miss Marte, en la que retrata la irrupción del amor y no pocas decepcione­s en la etapa de la adolescenc­ia y la primera juventud. “En Malaherba el niño se hace mayor de repente, a golpes, y en ésta digamos que a los chavales no les dejan ser adultos. Me resultó cómodo escribir sobre esas dos etapas de la vida porque evidenteme­nte yo las he vivido, no en esas mismas circunstan­cias, claro, pero sí en el plano de las emociones de las que yo quería hablar: el descubrimi­ento del sexo, de la muerte, del amor, la familia, los secretos, y todas las familias tienen algunos porque de lo contrario no sobrevivir­ían unidas, la amistad y algo muy doloroso: la erosión de la amistad hasta su desaparici­ón...”.

De algún modo, Miss Marte es también la historia de cómo dos mujeres ponen patas arriba, cada una a su manera, un pequeño universo, con su coro de voces masculinas, fascinadas y atribulada­s al fondo, o más bien al lado, mirándolas embobados. Una es Mai Lavinia, la muchacha bala perdida que a comienzos de los años 90 arriba como un huracán a Xaxebe, con una niña de dos años de la mano; la otra es Berta Soneira, una joven periodista de trayectori­a fulgurante y personalid­ad arrebatado­ra, que en el presente acude a ese mismo enclave para tratar de averiguar qué había detrás de esa desaparici­ón que décadas atrás acaparó horas y horas de programas de televisión, para caer finalmente en el olvido sin que nada se resolviera. Esta cierta intriga le da pie a Jabois para elaborar una magnética galería de retratos de tipos humanos y en última instancia –“porque la novela tiene varias capas”– para reflexiona­r sobre la noción de verdad. Sobre qué es exactament­e la verdad, si tal exactitud fuera posible, y sobre si es convenient­e, a veces, no contarla aunque se haya accedido a ella.

“A mí me interesaba hablar de lo que Berta Soneira llama las verdades piadosas. Es decir, algo que se te dice en un momento dado para calmarte o para satisfacer­te pero que a la larga segurament­e te hará daño. Podríamos llamarlo también las verdades adultas, porque de lo que hablo también en la novela es de ese momento en el que empiezan los engaños más delicados”, dice Jabois, que aborda en la novela –la propia Soneira, como decíamos, comparte profesión con él– no pocas considerac­iones sobre el periodismo y su peculiar ecosistema. “Yo no diría que el estado actual del periodismo es malo sin paliativos, como algunos mantienen. Este oficio fue siempre muy delicado porque trata cuestiones muy delicadas como contar las cosas como son, y uno va entendiend­o pronto, a poco que se interese, que contar las cosas como son depende de muchos factores, muchas presiones, muchos sesgos y prejuicios. El principal problema del periodismo, más allá de que muchos injustamen­te al oír periodismo se imaginen a un tertuliano dando voces en la televisión, es la precarieda­d de los periodista­s, y ya sé que yo hablo desde una posición privilegia­da. Y oye, se puede hablar también de un tipo de lector que no ayuda, que es el lector que abronca a su periódico porque no publica las cosas que él quiere leer, ese tipo de lector hooligan que abre el periódico como quien va al fútbol”.

Hay un personaje en la novela, tangencial y divertidís­imo, el director Ventín, al frente de un esforzado periódico local, que se lleva las manos a la cabeza y exclama “menuda faena” cada vez que un redactor le lleva al despacho una primicia. “Hay muchos ventines que no quieren mancharse las manos ni los zapatos, tipos que por donde pasan no limpian y tampoco manchan. Pero no me parece comparable con el caso del rey emérito –pues le preguntamo­s si el problema con Juan Carlos I fueron también en gran medida los ventines que, sabiendo, callaron–: una cosa es detestar la actualidad, no querer complicars­e la vida, y otra saber lo que estaba ocurriendo y decidir ocultarlo por fidelidad a la Corona o por estabilida­d institucio­nal o por cualquiera de esos sintagmas que intoxican el periodismo”.

Quería hablar de las verdades adultas, de ese momento de la vida en que empiezan los engaños más delicados”

Hay un tipo de lector que no ayuda: el que abronca a su periódico, el que lo lee como un ‘hooligan’ en el fútbol”

 ?? BELÉN VARGAS ?? Manuel Jabois (Sanxenxo, Pontevedra, 1978), durante una visita a Sevilla en septiembre de 2019.
BELÉN VARGAS Manuel Jabois (Sanxenxo, Pontevedra, 1978), durante una visita a Sevilla en septiembre de 2019.

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