Diario de Sevilla

Del verde palmeral al verde institutri­z

● Primark lanza al mercado un bañador y kimono inspirado en el modelo icónico que lució Jennifer López en los Grammy de 2000

- DIEGO J. GENIZ

PUES pasados los días de la Pasión y Muerte, que antaño invocaban al ayuno y abstinenci­a de carne (de todo tipo) y que me han obligado a ausentarme dos semanas de estos renglones, nos disponemos a disfrutar de la Pascua Florida, ese periodo de entretiemp­o entre Semana Santa y el verano en el que se suceden las primeras escapadas a la playa. Aunque ya sabemos que las actuales circunstan­cias pandémicas nos privan –a los que no somos del litoral– de meter nuestros pinreles en la arena y de remojarlos en el agua salada. Los baños habrán de esperar a que las flores se marchiten. Una coyuntura que, por ser positivo (no queda más remedio), nos permitirá, al menos, ganar tiempo para la operación bikini. Ya saben, ese tedioso periodo –también de abstinenci­a– que guarda como principal fin que nuestros cuerpos se parezcan lo más posible al monótono canon de belleza actual, donde la curva abultada quedó desterrada de los prototipos que se exhiben en anuncios, revistas y diversos formatos digitales.

A mí lo de la operación bikini (siempre fui más de bañador) nunca me convenció del todo. Pero bueno, también es cierto que uno se ha dejado tentar e intenta en estos días rebajar el notable cambio de rasante en el que se asienta su ombligo. Así que he decidido hacer algo de ejercicio físico (lo justo, que lo de sudar no va mucho conmigo) y en esas andanzas por los campos floridos (un martirio para los alérgicos como yo) me enteré de que, de cara a la temporada estival (la pincelada cursi que nunca falte) la firma Primark ha presentado un modelo de bañador y kimono que emula el modelo que Jennifer López lució hace 20 años, que se dice pronto. “Pues ya hay que tener buen fondo de memoria”. Y tanto. Aquel conjunto causó sensación en los premios Grammy, por su diseño y su estampado. Estaba confeccion­ado en tejido transparen­te y con un generoso escote que se cerraba por debajo del ombligo, cerca ya de la zona denominada por los amantes de la cultura grecorroma­na como Monte de Venus (siempre me gustaron los clásicos). El vestido no es que fuera sugerente, es que un solo movimiento podía hacer revivir aquella Nochevieja de Sabrina.

Pero no sólo era llamativo por la cantidad de piel que dejaba ser contemplad­a por la mirada de los mortales, sino por los motivos que conformaba­n su estampado: una sucesión de palmas verdes que le valió la denominaci­ón de Jungle Dress. Es decir, como el palmeral alicantino de Elche, ahora que tan reciente tenemos la celebració­n del Domingo de Ramos.

El caso es que tanto dio que hablar ese modelo que, cuando han transcurri­do dos décadas desde que JLo (dicho así suena más moderno) lo lució, la marca de ropa irlandesa lo ha rentabiliz­ado con precios muy económicos. El bañador, con un escote también muy generoso y una espalda al aire, cuesta 14 euros y el kimono, unos 16, aunque para éste que les escribe más que un kimono parece una de esas batas que nuestras abuelas se ponían cuando llegaban los y las calores (aquí no hacemos distinción de género). Una prenda de la que soy férreo defensor y de la que abogo por su empoderami­ento. Si encima tiene el encanto de simular el modelo de la López, pues mucho más enriqueced­or, que esto es como la música fusión, cuestión de mestizajes.

Y de este verde vestido que deja poco margen de maniobra a la imaginació­n a otro en el que hay que imaginarlo todo. También es verde, que conste, pero un verde botella, muy oscuro. Y recatado, muy recatado. Hablamos del atuendo con el que se dejó ver la duquesa de Cornualles –antes de la muerte del duque de Edimburgo– en la Gran Bretaña, que vive días de luto por el marido de Isabel II, ejemplo perfecto de consorte real. Por aquellos lares Camilla lució un conjunto que los expertos en moda han denominado como “estilo institutri­z”. Y es que uno la ve de tal guisa y se le viene a la cabeza la rígida figura de la señorita Rottenmeie­r, ya saben, la profesora de Heidi, aquella serie infantil que veíamos los que nos acercamos al medio siglo.

Les detallo la componenda de la compañera del Príncipe de Gales: vestido midi en color verde botella, de silueta recta, sin ningún atisbo de curva, con cuello y puños en blanco. Bolso de mano de piel de cocodrilo y zapatos de salón. Y por seguir un poco en línea con la flora y fauna expuesta en esta entrega, la tercera en discordia en el matrimonio de Carlos y Diana se colocó una mascarilla con estampado de libélulas. En definitiva, distintas versiones del verde, que ya saben ustedes lo que se dice de ese color. “¿Que hay que tenerse por guapa?”. No sea malvado, quédese mejor con Lorca: “Verde que te quiero verde”.

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REUTERS El mítico vestido que lució JLo en los Grammy del año 2000.
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CORDON PRESS El modelo “institutri­z” de la duquesa de Cornualles.
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