Diario de Sevilla

Un duelo entre herederos de Ybarra y Bonaplata

Las calles Bilbao y Barcelona desembocan en la Plaza Nueva, que hoy estaría llena de aficionado­s vascos y catalanes en una ciudad que los recibiría “vestida de flamenca”

- FRANCISCO CORREAL fcorreal@diariodese­villa.es

LA final de Copa de esta noche en el estadio de la Cartuja es como una Oxford-Cambridge del fútbol español. Enfrenta a los dos equipos que más veces han ganado la competició­n; en treinta ocasiones el Barcelona; en 24, el Athletic de Bilbao, destronado hace años como rey de Copas en la selva de los leones. Desde que se disputó la primera edición en 1902, en el Hipódromo de Madrid, triunfo del Vizcaya sobre el Barcelona, el duelo entre azulgranas y bilbaínos es el que más veces se ha repetido en casi siglo y cuarto de competició­n: el de esta noche será su noveno enfrentami­ento.

Un duelo simbólico entre la Sagrada Familia y el Guggenheim que ha sobrevivid­o a todo tipo de vaivenes políticos. Se han enfrentado en una ocasión durante el reinado de Alfonso XIII (1920), otra vez en la República (1932), en dos ocasiones bajo el régimen de Franco, la Copa del Generalísm­o (1942, 1953), y la de hoy será su quinta final en democracia (1984, 2009, 2012, 2015, 2021), en una Copa del Rey que entregó en tres ocasiones Juan Carlos I y dos, contando la de esta noche, con Felipe VI en el palco. Los bilbaínos sólo ganaron en 1932 y en 1984, ésta muy sonada, el doblete de Javier Clemente, gol de Endika en el último partido de Maradona en el Barcelona. La final de esta noche será la primera con Pedro Sánchez en la Moncloa. Leones y culés se han enfrentado en mandatos de Felipe González, Zapatero y Rajoy. Sólo falta Aznar. Como es tan madridista…

Sevilla será la quinta ciudad donde se enfrenten estos dos equipos en una final de Copa. Antes lo hicieron en Gijón, en cinco ocasiones en Madrid, en Barcelona y Valencia. El estadio de La Cartuja inaugurado en 1999 acoge su cuarta final copera. Imaginen cómo estaría esta noche, en las vísperas de la fiesta, el real de la Feria para que los ganadores celebraran el triunfo y los perdedores mitigaran las penas. Sería como volver a un rincón familiar, porque la Feria la fundan en 1847 un vasco y un catalán, el naviero José María Ybarra y el fundidor Narciso Bonaplata.

Los vascos y catalanes que hubieran viajado a Sevilla, y a los que la pandemia ha dejado en casa telesufrie­ndo, hubieran disfrutado con el lema del mercadillo colocado en la Plaza Nueva: “Sevilla te espera vestida de flamenca”. La Plaza Nueva es una Plaza Partida, título de un precioso libro de relatos de Aquilino Duque. Bilbao y Barcelona están separadas por 611 kilómetros de distancia, pero las calles con los nombres de esas dos ciudades están separadas por apenas tresciento­s metros. Son dos de las arterias que desembocan en la Plaza Nueva. La calle Bilbao rodea un lateral del hotel Inglaterra y la iglesia de San Buenaventu­ra, que tiene entrada por Carlos Cañal, que junto a Albareda históricam­ente recibió el nombre de calle Catalanes. La estatua ecuestre de San Fernando, obra de Joaquín Bilbao, da la espalda a la calle Bilbao y por uno de sus lados, donde hace guardia el Almirante Bonifaz, mira a la calle Barcelona, que termina en la Flor de Toranzo. El consulado de Trifón evoca un estadio, el Sardinero, donde entrenó Marcelino, técnico

Han disputado finales con Alfonso XIII, la República, Franco y durante la democracia

Desde su primer duelo en 1920, Sevilla será la quinta ciudad donde diriman su hegemonía

de los leones, y donde en 1928 se disputó la final de Copa entre Real Sociedad y Barcelona, los rivales consecutiv­os del Athletic, que le inspiró a Alberti, presente en el campo, la Oda a Platko, el portero húngaro del Barcelona.

Vascos y catalanes. Cada calle tiene su entidad bancaria. Muy cerca de la calle Barcelona hay una sucursal del Banco Sabadell Urquijo. La prolongaci­ón de la calle Bilbao, atravesand­o Méndez Núñez y Tetuán, es la sede del BBVA, edificio construido en 1950 por el arquitecto José Galnares Sagastizáb­al. Cada equipo viene con sus fantasmas particular­es. Para el Bilbao, es un alivio que en el Barcelona no juegue Joaquín, que en la última visita con público al Villamarín les marcó tres goles, el único hat trick de su dilatada trayectori­a. Para el Barcelona ya está muy lejos aquella final que perdieron en mayo de 1986 en Nervión contra el Steaua de Bucarest, maleficio que conjuró seis años después Ronald Koeman con su gol en Wembley en la final del 92; está demasiado reciente la Copa que se llevó el Valencia de Marcelino en Heliópolis. Eran tiempos con público. Era la jornada de reflexión de las elecciones municipale­s en las que Juan Espadas renovó su mandato. Una semana después, el Liverpool ganó la Copa de Europa en el Wanda Metropolit­ano, estadio que diseñaron Cruz y Ortiz, los mismos que hicieron el Coliseo donde esta noche bilbaínos y azulgranas disputarán su novena final desde que jugaron la primera hace 101 años, en el comienzo de los felices años veinte del siglo XX.

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JUAN CARLOS MUÑOZ Rótulo de la calle Bilbao, en las inmediacio­nes de la Plaza Nueva.
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