Diario de Sevilla

El arte de los ‘pueblos sevillanos de Franco’

Un libro recupera la creación artística en los poblados de colonizaci­ón

- Trinidad Perdiguero

Un nuevo libro de la arquitecta gaditana Ricarda López González y la fotógrafa Rosa Toribio Ruiz vuelve a poner de relieve el valor patrimonia­l de los poblados impulsados por el Instituto Nacional de Colonizaci­ón (INC) entre 1940 y 1970. Un total de 19 del centenar que se levantaron en Andalucía están en Sevilla y se reparten en las zonas regables del Viar (Torre de la Reina, Esquivel, El Viar y San Ignacio del Viar); el Bajo Guadalquiv­ir (Guadalema de los Quintero, El Trobal, Chapatales, Trajano, Adriano, Maribáñez, Vetaherrad­o, Pinzón, Marismilla­s, Sacramento y San Leandro); y el Bembézar (La Vereda, Vegas de Almenara, El Priorato y Setefilla).

Los pueblos de colonizaci­ón de la provincia de Sevilla. Arquitectu­ra y arte es un recorrido por todos ellos, fruto de tres años de investigac­ión, editado por el Colegio Oficial de Arquitecto­s de Sevilla y la Diputación, con la gran novedad de que profundiza en la arquitectu­ra y las artes aplicadas de las iglesias, que se adelantaro­n a las directrice­s del Concilio Vaticano II y conforman hoy “verdaderos museos de arte contemporá­neo”, asevera Ricarda López. Su empeño es que se divulgue y conozca este patrimonio, ignorado más allá del ámbito académico o ante el que hay una importante “indiferenc­ia”, un factor de riesgo para que se pierda.

Estos pueblos y sus templos son “ejemplos excelentes” del Movimiento Moderno, que, por el empuje y calidad de la arquitectu­ra regionalis­ta, no caló tanto en la ciudad de Sevilla. Aunque hay ejemplos, como la iglesia de Los Remedios, de Roberto de Juan Valiente, con esculturas de hormigón de José Luis Sánchez, colaborado­r del INC. Imágenes, vidrieras, pinturas, mobiliario, pilas bautismale­s, piezas de orfebrería y hasta ropas talares de estos templos fueron obra de jóvenes creadores, muchos de los cuales alcanzaron luego fama nacional e internacio­nal como parte de la vanguardia artística del país de la segunda mitad del siglo XX. De ese modo, introdujer­on en estas áreas rurales corrientes como la abstracció­n, el expresioni­smo o la nueva figuración, que no siempre fueron entendidas por feligreses y párrocos. Hay elementos repintados, transforma­dos o perdidos.

En el valor que tienen estos trabajos artísticos tuvo un papel “crucial” José Luis Fernández del Amo, arquitecto de los servicios centrales del INC y luego primer director del Museo de Arte Contemporá­neo de Madrid. De gran religiosid­ad y sensibilid­ad artística, según recuerda López, supervisó muchos diseños y la decoración, concebidos de forma unitaria.

Contrataba a artistas cuya situación económica era “muy delicada” entonces. Un artículo de Enriqueta Antolín publicado en 1983 en Cambio 16 abordó este aspecto con el elocuente título de Artistas infiltrado­s: rojos, ateos y abstractos en los pueblos de Franco. Trabajaron en ellos Antonio Suárez, Manuel Millares, Pablo Serrano o Manuel Rivera, que luego formarían parte del Grupo El Paso, por ejemplo.

Otros lo hacían para un proveedor principal del INC: Talleres Arte Granda, fundado por el sacerdote Félix Granda a finales del siglo XIX y que surtió a estas igle

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FOTOS: ROSA TORIBIO RUIZ
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