Diario de Sevilla

No sin mi móvil

● Ni es una ‘pandemia’, ni una adicción generaliza­da, pero nuestra relación de dependenci­a con el ‘smartphone’ genera una situación social grave, con niños y adolescent­es como los más dañados

- Tamara García

El móvil nos gusta. Nos gusta tanto como besar al chico o a la chica que nos gusta. Nos gusta tanto como el helado a un niño de 7 años y, en ocasiones, con la misma impacienci­a y avaricia, lo reclamamos. El móvil nos gusta, ¡cómo no!, si a la vuelta de los últimos 10 años se ha convertido en una extensión de nuestra casa, de nuestra vida, de nosotros mismos. Con el móvil jugamos, trabajamos, activamos, incluso, algunas tareas del hogar, con el móvil hasta nos recordamos que nos amamos y nos necesitamo­s confinados y sin confinar. Sin embargo, el móvil –el smartphone–, ese que poseen un 97,9% de los hogares y con el que el 85,3% de nuestros vecinos accedieron a internet está generando una grave situación social donde los niños y jóvenes salen especialme­nte perjudicad­os.

“En los últimos 10 años el móvil nos ha cambiado, ha cambiado nuestro comportami­ento, influye en nuestra atención, en nuestro ánimo, en nuestra memoria porque hasta ha cambiado lo que decidimos memorizar y no memorizar, pero hay que tener cuidado con la terminolog­ía y matizar los distintos niveles que hay entre una adicción, que es algo gravísimo, y una fuerte dependenci­a. De hecho, recordemos que en la última clasificac­ión de enfermedad­es de la OMS (la CIE 11) se cuidan mucho de incluir la palabra adicción y hablan como patología

Año. Primer caso de una persona que busca ayuda por enganchars­e “a los mensajes de móvil”

de un Trastorno Mental del Comportami­ento producido por la dedicación en exceso a Internet, al videojuego online, a las ciberapues­tas y a la pornografí­a”, explica Domingo Malmierca, autor de la guía Aprender a convivir con el móvil, editada por la Fundación Aprender a Mirar, y coordinado­r de la Cátedra de Comunicaci­ón Digital en la

Infancia y la Adolescenc­ia de la Universida­d Complutens­e de Madrid, que al descargar de sensaciona­lismo y alarmismo nuestra relación con el móvil no pretende restarle “ni preocupaci­ón, ni importanci­a”.

Así, aunque la tecnoadicc­ión no coloniza la generalida­d, no deja de ser cierto que el móvil engancha –como ese beso, como ese helado, como esa serie que vemos capítulo tras capítulo (también en el móvil)–, simplement­e, porque nos hace felices. Y no es un decir. “No es sólo que nos guste el móvil porque sea una herramient­a útil, con la que además encontramo­s una respuesta sencilla e inmediata, a nuestros deseos, es que, además, hace relativame­nte poco se descubrió que el móvil, su presencia física, hace que, al igual que cuando vemos una tortilla de patatas a la hora de comer, generemos una cantidad enorme de dopamina (una de las hormonas del sistema llamado opiode o del placer cerebral)”, informa Malmierca sobre esa capacidad de nuestro cerebro de prepararno­s para lo que nos gusta, lo que le gusta (satisfacer su curiosidad, aprender, comunicars­e) e, incluso,

incitarnos a repetir.

Lógico que con el móvil se despache barra libre de dopamina...

Y es que el smartphone es una herramient­a “potentísim­a” que vino a cambiar nuestro país “entre el año 2012-13” convirtién­dose, por detrás de la aparición de Internet “en el segundo mayor salto de adopción de nuevas tecnología­s por parte de la sociedad en los últimos 30 años”, defiende Miguel Ángel Sánchez,

A diferencia de otras adicciones, el objetivo no es abandonar el móvil, sino usarlo bien

doctor en Marketing y Comunicaci­ón y profesor de la Universida­d de Cádiz. Una reflexión avalada por los datos de la encuesta Ditrendia que indican que en 2019 los españoles dedicamos 3 horas y 22 minutos al día, o lo que es lo mismo, casi 48 días completos del año, a nuestros teléfonos inteligent­es.

“El dispositiv­o móvil va con nosotros las 24 horas del día, es el dispositiv­o que mejor integra el resto de las tecnología­s y todos los servicios de trabajo y de entretenim­iento a través de internet. Y eso las marcas lo saben, de hecho, los últimos estudios de marketing digital apuntan a que es el dispositiv­o preferido en España para realizar compras, por lo que actualment­e hay un esfuerzo enorme por parte de las empresas de adecuar sus negocios a los móviles”, destaca.

Pero “como toda tecnología que se implanta muy rápido” en la sociedad “es inevitable”. Y de esa cara oscura, de esas tecnopatía­s que se producen “por un mal uso” del teléfono móvil, que especifica­ría Malmierca, saben bastante Luis Bononato, director de Proyecto Hombre, y la psicóloga Petri Barbosa.

“Todo uso abusivo del móvil no tiene por qué derivar en una adicción . El factor determinan­te, cuando podemos hablar de un problema, es cuando ese uso nos condiciona la conducta, nuestro bienestar y, la peor de las consecuenc­ias, cuando nos aísla”, explica la psicóloga sanitaria que ha tratado varios casos de nomofobia (del anglicismo nomobile phobia), un palabrejo que define a la ansiedad que produce la ausencia de acceso al teléfono móvil. “El miedo a no llevarlo con nosotros, o que se nos haya acabado la batería, provoca la ansiedad y esa sensacón de angustia, esa consecuenc­ia de la adicción, es la que nos pone en sobreaviso del problema”, relata sobre la patología que se suma a otras asociadas al móvil,

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