Diario de Sevilla

El poniente frenó el éxodo a la playa

• La ausencia de calor evita la masiva afluencia de sevillanos al litoral

- Fernando Pérez Ávila

Las calles de Sevilla son casi siempre un termómetro del pulso de la ciudad. El viernes por la noche estaban especialme­nte llenas, sobre todo en los barrios, donde la mayoría de los bares estaban a rebosar con el nuevo horario de apertura hasta las once de la noche, los parques infantiles repletos de niños apurando los últimos rayos de luz que da este horario de verano y costaba horrores encontrar un hueco libre para aparcar.

Todo apuntaba a que el esperado y anunciado éxodo playero sevillano no sería tal, por mucho meme que hubiera recibido cada uno en su teléfono móvil, desde el montaje del presidente de la Junta en un atril con unos manguitos hasta la pena por el cierre perimetral de Almonte pasando por los chicos del Cerro del Águila cantándole a la piedra de Matalascañ­as aquello de “eres la reina del Martes Santo”. Tampoco llegaban noticias de carreteras colapsadas ni anuncios de la DGT pidiendo un desplazami­ento escalonado a las playas.

Principalm­ente porque iba a faltar un elemento indispensa­ble: el calor. La mayoría de los sevillanos decidieron quedarse en Sevilla, o irse al campo o a la sierra, que apetecía mucho más que las playas. Teniendo Matalascañ­as confinada, a los sevillanos les quedaba Chipiona como gran referente costero. Y hubo algunos que fueron, claro, pero más que a la playa a darle una vuelta a su segunda residencia tras varios meses sin pisarla, comprobar que todo está en orden y que no falta nada. Muy pocos fueron a pasar un día de playa al estilo clásico.

La carretera viene vacía. En la salida de Las Cabezas, una pareja de guardias civiles maneja un dron con el que controlan los coches que pasan por la autopista AP-4. Unos kilómetros más adelante se observa el helicópter­o de la DGT sobrevolan­do por encima de la A471, por la que acelera un grupo de moteros, atraídos por el Gran Premio de Jerez, a pesar de que en esta edición no se permita el público. Sólo hay una pequeña retención cerca de Sanlúcar de Barrameda, pero se llega a Chipiona en poco más de una hora y cuarto.

La primera sensación al bajarse del coche es la de frío. Hace viento y el termómetro marca 16 grados a la una y media de la tarde. Se agradece la manga larga. En las calles que van hacia la playa de Regla hay algo de ambiente en los bares. Van llegando moteros. Algunos quemando ruedas y otros provocando un ruido muy molesto para el resto de viandantes.

En la playa hay gente, aunque desde luego no puede compararse a un día de verano. La mayoría van abrigados, aunque hay algunas chicas que desafían el frío y toman el sol en bañador. Incluso en top less. Y niños que

juegan en la arena. Nadie se baña. En el agua sólo se aprecia un tipo practicand­o windsurf. Hay más ajetreo en el paseo marítimo que en la arena.

En la placa que recuerda a Rocío Jurado junto al Santuario de la Virgen de Regla, una pareja se hace fotos. Ella es natural de Chi

En Chipiona hay más actividad en los chiringuit­os y bares que en la arena

piona –se llama precisamen­te Regla– pero reside en Sevilla. Él, Antonio, es médico y trabaja en las Urgencias del Hospital Virgen del Rocío. Nadie mejor que él sabe cómo es la lucha contra el coronaviru­s. Aun así, anima a salir, con todas las precaucion­es, porque “también es necesario reactivar la economía”. La pareja llegó el viernes para visitar a la familia de ella, a la que no veían desde el 25 de diciembre. “El primer fin de semana de mayo no solemos venir, porque esto se llena de moteros y le suelo dejar la casa a mi hijo, que es motero y lo disfruta más”, cuenta Regla. “Pensaba que iba a haber más gente”, admite Antonio.

Lo de reactivar la economía se aprecia sobre todo en la hostelería. Los chiringuit­os de la playa están llenos. Si hay una mesa libre es porque está reser vada. “Hemos abierto hoy, es el primer día, y lo hemos hecho deprisa y corriendo porque no pensábamos hacerlo hasta el 9 de mayo, cuando terminara el estado de alarma. Pero mira, de momento, no nos podemos quejar”, dice Manuel Díaz, dueño del chiringuit­o El Primo.

En su establecim­iento almuerzan Vicente Marín y María José Navas, con sus hijas. Vienen de Sevilla. Han llegado para ver una casa que quieren alquilar en Chipiona para pasar en ella las vacaciones de verano y de paso se han quedado a comer y echar el día. Suelen veranear en esta localidad todos los años. “Casi todos nuestros clientes son de Sevilla, diría que el 80%”, dice el hostelero. “Chipiona sin Sevilla...”, apunta, y no termina la frase pero hace un gesto cruzando los brazos que no necesita mucha interpreta­ción.

Otro chiringuit­o cercano, el de Lalo, también está lleno. Abrió ayer por primera vez y también hay mucho ajetreo. El propietari­o se disculpa porque está inmerso en el trabajo tras la barra y no puede atender a los periodista­s como querría. Saluda a clientes conocidos que han estrenado la primavera y le preguntan cómo va todo. Y todo va fenomenal. De hecho, hay más gente en los chiringuit­os que en la playa. Los bares del paseo marítimo también están llenos.

En la playa de la Cruz del Mar no hay nadie. La actividad en la arena se concentra en la de Regla. Lo que sí apetece es tomarse algo en las bodegas del centro de Chipiona. Las calles están concurrida­s, como las del centro de Sevilla. Por la carretera siguen llegando moteros. A medida que uno se aleja del centro se va cruzando con menos gente. Hace viento. No es día de playa. Pero es, al menos, el primer fin de semana de 2021 en que la población tuvo la opción de ir al mar.

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ANTONIO PIZARRO Imagen de la playa de Chipiona, con menos gente de la esperada.
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REPORTAJE GRÁFICO: ANTONIO PIZARRO La playa de Regla, en Chipiona, a mediodía de ayer.
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El paseo marítimo de Chipiona.
 ??  ?? Dos jóvenes se protegen del viento en la playa con la sombrilla inclinada.
Dos jóvenes se protegen del viento en la playa con la sombrilla inclinada.
 ??  ?? Moteros posando en el cartel de Chipiona.
Moteros posando en el cartel de Chipiona.
 ??  ?? Vicente Marín y María Jesús Navas, con su familia en El Primo.
Vicente Marín y María Jesús Navas, con su familia en El Primo.
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Antonio fotografía a Regla en la placa a Rocío Jurado.

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