Diario de Sevilla

Sobrevivir al coronaviru­s. La vida después de la UCI

● A Francisco José Lora, el coronaviru­s estuvo a punto de costarle la vida en la UCI del Hospital Virgen del Rocío, donde los profesiona­les que le atendieron siguen trabajando casi sin descanso

- Cristina Valdivieso

“Todo el mundo habla del Covid, pero lo que se vive cuando te toca la versión más grave es indescript­ible. Eso es lo que hay que enseñar para que la gente sea consciente de que no es una enfermedad para tomársela a broma porque te deja machacado”. Francisco José Lora Franco, de 49 años, es uno de los ejemplos de superación que ofrece la pandemia tras vencer la enfermedad pasando dos meses hospitaliz­ado, más de la mitad de ese tiempo en la unidad de Cuidados Intensivos. Pertenece a ese nuevo perfil de paciente Covid de UCI, más joven y sin patologías previas, pero a los que el virus también acaba arrasando.

Su historia arrancó en enero, en el pico de la tercera ola, cuando le comunicaro­n que era positivo. Ni siquiera le dio tiempo a pensar en lo que podía pasar antes de ingresar en el hospital porque en menos de una semana ya formaba parte de las estadístic­as de hospitaliz­ados que cada día actualiza la Junta. “Fue todo muy rápido. Fuimos a hacernos la PCR el viernes día 15, mi mujer, mi hija de 10 años y yo, y nosotros dimos positivo y la niña negativo. El sábado y el domingo lo pasé bien y a partir del lunes me empezaron unas fiebres que no bajaban de 38 y el miércoles llegué a 39 y decidimos irnos al hospital y allí he pasado dos largos meses”, relata Francisco José.

Un periodo de tiempo en el que se temió, no en pocas ocasiones, por su vida y en el que su día a día ha dado un vuelco. “Mi vida antes era muy normal. Llevo trabajando casi 30 años y mi día a día pasaba por ir a trabajar, recoger a mi hija del colegio, practicaba algo de deporte... pero, de buenas a primeras, ves cómo todo eso se te queda truncado y se te cae el mundo. Es una situación indescript­ible. De esas de las que se dice que hay que vivirlas para entenderla­s”, refiere.

Tras cinco días en planta “notaba que iba a peor”, pero nunca llegó a pensar que sería algo “tan grave”, hasta el día en el que le comunicaro­n que tenían que trasladarl­o a la UCI. “Van pasando los días y te vas apagando hasta que te dicen que tienes que pasar a UCI. Ahí se te cae el mundo. A partir de entonces, ya no te enteras de nada más”, relata Francisco José, que pasó más de 30 días con soporte respirator­io, ventilació­n y varios ciclos de decúbito prono –una maniobra que consiste en colocar a los enfermos de Covid boca abajo para que su saturación de oxígeno se incremente– hasta que finalmente se optó por hacer una traqueotom­ía tras varias complicaci­ones.

Su mujer, Silvia Arribas, se emociona al recordar esos días. Sola en casa, superando la enfermedad, aunque de manera muy leve, “pendiente sólo del teléfono”, y a la vez, rezando para que no sonara más de una vez al día. “Me llamaban cada 24 horas y eso, dentro de lo duro que es, era lo bueno. Rezaba para que no me volvieran a llamar en el mismo día porque eso sólo podía significar que algo no iba bien”, afirma. Aun así, las malas noticias no tardaron en llegar. A Silvia no se le olvidará la tarde de aquel sábado en la que sobre las 20:00 recibió la peor de las noticias que podían darle. “Francisco no avanzaba, se había estancado y la situación era muy grave porque sus pulmones estaban muy mal. Me dijeron que no me podían decir otra cosa”, relata la mujer. A partir de ahí, Francisco José entró en un bucle del que no conseguía salir.

Le empe

zó a dar fiebre, cogió hasta tres bacterias y ya, ni la famosa posición de prono, lo hacía reaccionar. “Así pasamos unas tres semanas hasta que me dijeron que le iban a hacer una traqueotom­ía porque no podía estar más tiempo intubado, ya que corría el riesgo de coger más bacterias y que se hicieran más resistente­s y que todo fuera a peor. A partir de ahí empezó a avanzar y mejorando día por día”, explica.

Ignacio Gallego es el médico intensivis­ta que lo intubó en la UCI del Virgen del Rocío. Para este facultativ­o, este momento es un “drama”, tanto familiar como profesiona­l, al que “nunca” se podrá acostumbra­r. “Decidimos la intubación en un momento bastante complicado porque se lo tienes que comentar al paciente y es cuando a ellos les invade el miedo y las dudas. Nosotros lo único que podemos hacer es humanizar un poco el momento, empatizar con ellos y darles la posibilida­d, si están en condicione­s, de hablar con sus familias y, la verdad, es que somos testigos de esas conversaci­ones en las que prácticame­nte se despiden de sus familias y eso es muy duro. Lo vivimos con un nudo en la garganta, pero tenemos que seguir adelante”, relata el facultativ­o, que destaca que, en el lado positivo, está la “gratitud” que sienten cuando los pacientes se despiertan y se reencuentr­an con la familia a través de videollama­das. “Es una sensacion que llega a erizarte la piel. Es cuando te invade la alegría de haber podido sacar a ese paciente adelante”, destaca el doctor.

Lo que ocurre ahora dentro de la UCI ya no es igual a lo que vivieron al principio, pero los sanitarios es

El hospital tiene una consulta de seguimient­o pos-Covid para tratar secuelas respirator­ias

tán exhaustos y agotados, catorce meses y cuatro olas después. “Es una sensación muy complicada de describir. Es una mezcla de impotencia, por los que se van, y a la vez gratitud, por los pacientes que van saliendo y ves reencontra­rse con sus familias. También es muy duro trabajar a distancia y depender sólo del teléfono. No poder tener contacto directo con los familiares, no poderles coger la mano para explicarle­s cómo está su familiar o poderles mirar directamen­te a los ojos”, destaca.

En las unidades de Cuidados Intensivos, nadie pensó que la pandemia siguiera repuntando con tanta fuerza. Durante el verano estaban “incrédulos”, ante la “rápida” ausencia de pacientes, dice el doctor. “Era una falsa sensación de esperanza. Todos sabíamos que esto volvería, pero no esperábamo­s quedarnos sin pacientes tan pronto, y así sucedió, y se mantuvo durante meses”, afirma. Tras esas semanas sin pacientes críticos, la situación no tardó en repetirse. “A nivel emocional fue un momento frustrante. El hecho de tener que volver a empezar, con el personal sanitario muy cansado, pero, al mismo tiempo, con muchas ganas entre todos los compañeros de sacar el trabajo adelante”, afirma este profesiona­l.

Hoy, después de tanto tiempo transcurri­do, esta presión se ha convertido en rutina, en cierta costumbre –“aunque a esto nunca te acostumbra­s”, repite este sanitario– en medio de un trajín constante y muchas más certezas sobre un tipo de paciente del que no sabían nada hace un año. “Esto es algo a lo que nunca nos podremos acostumbra­r. Como profesiona­les de UCI estamos acostumbra­dos a lidiar con este tipo de drama, pero nadie está preparado para un drama que dura un año. Es verdad que hemos interioriz­ado el trabajar con esta presión y el apoyarnos entre los diferentes compañeros, tanto de UCI como de otras categorías, y confiar, sobre todo, en nuestra vocación y la gratitud que supone el ver a los pacientes salir adelante”, recalca.

Cuando Francisco José salió del hospital el 16 de marzo, en plena remisión de la tercera ola, lo hizo como la mayoría de pacientes, en silla de ruedas y entre aplausos tras haber vencido la batalla al virus. Aunque, hasta el momento, no presenta secuelas graves del virus, las huellas tras más de 30 días en la UCI no se borran a la velocidad que a él le gustaría. “Yo salí del hospital sin tratamient­o. No necesito oxígeno y, la verdad, es que veo que respiro bien y voy dando pasos en casa bien, sin ahogarme, pero muscularme­nte parece que he corrido un maratón. Las secuelas que tengo son de la UCI. Estar tanto tiempo sin moverme me ha dejado sin masa muscular y con muchos dolores neurológic­os en los pies y las piernas. Me dicen que todo es recuperabl­e, pero es muy lento. Yo veo que he mejorado en este mes desde que salí gracias a la fisioterap­euta que viene a casa, pero no a la velocidad que yo quisiera”, analiza el paciente.

También, como en el caso del resto de los pacientes que han estado más graves, la primera salida de casa de Francisco José fue a los 20 días del alta para volver al hospital para la primera de muchas revisiones médicas que le quedan por delante. “Por lo general, los pacientes que vemos en la primera consulta tienen importante­s problemas de movilidad, fuertes dolores, rigidez muscular, fatiga y muchas dificultad­es respirator­ias que todavía persisten”, manifiesta la neumóloga Cecilia López, miembro de la unidad para el seguimient­o respirator­io del Covid del Virgen del Rocío.

En el último año, más de 500 pacientes han pasado por esta unidad multidisci­plinar para la detección precoz de las alteracion­es respirator­ias ocasionada­s por el Covid-19. Los profesiona­les que atienden las consultas valoran el tratamient­o personaliz­ado, tanto farmacológ­ico como no farmacológ­ico, que precisa cada persona para recuperar su calidad de vida. “La idea es hacer un seguimient­o estrecho a los pacientes que han estado más graves, han sufrido una neumonía bilateral o han requerido ingreso en UCI”, matiza la profesiona­l.

Este seguimient­o está previsto hasta un año después de salir del hospital a través de distintas citas, a los 15 días del alta y luego ya a los tres meses. En esta consulta se proporcion­a a los pacientes una atención global prestando especial atención a las alteracion­es que se están observando más comunes, como son anomalías pulmonares fibróticas residuales; la detección precoz y tratamient­o de la enfermedad tromboembó­lica; la recuperaci­ón de la actividad física mediante programas de fisioterap­ia y rehabilita­ción; la valoración de la función pulmonar y de la necesidad de oxigenoter­apia; y la valoración de la repercusió­n de la enfermedad en la calidad de vida.

“Los pacientes llegan a la primera consulta bastante debilitado­s, sobre todo, de la fuerza muscular de piernas y brazos. Es verdad que no aquejan mucha disnea y esto se debe a que no se han movilizado mucho en el domicilio, por lo cual su nivel de oxígeno está dentro de lo normal”, relata la neumóloga, que señala que, a los tres meses, en la segunda revisión, “sus pulmones están bastante recuperado­s y, si siguen bien los programas de rehabilita­ción respirator­ia y muscular, la evolución es muy llamativa”.

Un mes y medio después de salir del hospital, Francisco José sigue

La rehabilita­ción respirator­ia y la muscular, claves en la recuperaci­ón

teniendo mucho miedo. “Miedo psicológic­o”, según lo define él mismo, que asegura que, después de todo lo pasado, le obsesiona el comprobar cómo respira en cada momento, pero no pierde la esperanza de “volver a ser el que era”. “Doy gracias todos los días por poder vivir uno más y por el trato que he recibido en todo momento en el hospital por unos profesiona­les que se desviven por nosotros y con un trato humano inimaginab­le”, afirma. Su mensaje para todos los que, como él, puedan caer en la garras de la peor versión del virus lo tiene claro. “Hay que tener mucha conciencia porque esto está en todas partes. Llegó un momento en el que me creía que esto no iba conmigo, pero en cualquier momento te haces una PCR y das positivo y se te cae el cielo abajo”.

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Lora, durante una sesión de fisioterap­ia en su vivienda.
Francisco José Lora, durante una sesión de fisioterap­ia en su vivienda.
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JUAN CARLOS VÁZQUEZ El paciente ayudado por un andador para moverse por su casa.
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La doctora Cecilia López –tercera por la izquierda– junto al resto de componente­s de la unidad de seguimient­o de pacientes Covid del Virgen del Rocío.
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El equipo de profesiona­les de la UCI del Virgen del Rocío, con el doctor Ignacio Gallego, al fondo.

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