El verdadero inocente es el espectador
A Oriol Paulo ( Contratiempo, Durante la tormenta) lo encumbraron demasiado pronto a las alturas depalmianas como nueva esperanza del thriller y el suspense español prefabricados y exportables. En buena lógica, ya tiene su serie en Netf lix, El inocente, nuevo producto de diseño con Mario Casas y José Coronado como antagonistas en una de esas tramas enrevesadas y plagadas de giros cortesía de Harlan Coben, mecanismo narrativo estirado, retorcido y caprichoso empeñado en jugar al gato y al ratón con un espectador al que se quiere cautivo y manso a la hora de hacerse preguntas sobre la verosimilitud.
Una trama con accidentes, impulsos asesinos, culpas, crímenes, condenas, cárcel, extorsión, venganza, monjas-putas y paternidad sufriente agitada capítulo a capítulo desde un nuevo punto de vista que aspira a completar un puzle que estaba bien armado desde el principio, barnizada con estética de tonalidades Netflix para mercados globales, repleta de lugares comunes y con un elenco en el límite del estereotipo disfrazado donde Gonzalo de Castro y Alexandra Jiménez están especialmente fuera de sitio. ¿Entretenida? Depende de lo que le pidan al entretenimiento. Si se trata de ocupar ocho horas con un gran trile banal, artificioso, efectista y sin demasiada sustancia, puede que ésta sea su serie.