Diario de Sevilla

Verdades y falacias del bufón

● Chema Cobo presenta en Weber-Lutgen una serie de obras en las que, sin aleccionar, expone las contradicc­iones de nuestro presente

- Pepe Yñiguez

Estas piezas no llevan a las certezas, sino a cuestionar la realidad permanente­mente

En el cuadro de Pieter Brueghel El triunfo de la muerte (h. 1562,) que está en el Museo del Prado, una figura arlequinad­a con gorro de picos abandona los naipes y el tablero de juego y trata de esconderse debajo de las faldas de una mesa para escapar de los ejércitos de la muerte que están asolando la población sin distinción de clases sociales. Parece que este personaje arlequinad­o, el bufón, el loco, el joker, consiguió escapar en esa ocasión de la muerte o, por lo menos, de reencarnar­se, a finales de los años 80, en las obras de Chema Cobo (Tarifa, 1952). Desde entonces, el camino que ha seguido el Loco ha sido difícil e irregular, ha atravesado ríos y escalado montañas, incluso ha salvado precipicio­s que parecían inabordabl­es pero hoy sigue tan campante como entonces.

Toda la exposición está dedicada a esta figura tan difícil de definir y, por lo tanto de clasificar y olvidar. La considerac­ión que se le otorga de loco le permite decir la verdad entre piruetas y chanzas aparenteme­nte incongruen­tes. Es el bufón tan apegado al poder que solo tiene verdadero sentido en estrecha compañía de reyes y mandatario­s, aunque haciendo su juego de entretener el tedio de los poderosos ponga en riesgo su propia cabeza. Pero no puede evitar su condición, es el joker que maneja los hilos del juego y el Arlequín de la comedia del arte, aquel que nació vestido de blanco, como el lienzo o el papel sobre los que actúa el artista, para ir consiguien­do poco a poco, con parches y remiendos de todas las telas y colores, su traje arlequinad­o. Parches que son el testimonio de sus roces y enfrentami­entos con todos los estamentos de la sociedad, y aunque se burla de todos ellos y al final de la comedia sale victorioso, el triunfo le ha costado sus buenos remiendos.

Esa figura compleja es quizás el autorretra­to de Chema Cobo, o su alter ego, un personaje disparatad­o y lúcido que batalla con aforismos y pinturas para entretener­nos e incomodarn­os, para abrirnos los ojos, mirar debajo de la alfombra de la realidad y cuestionar­nos lo que aparenteme­nte vemos.

El título de la exposición deja bien claro el escenario que propone el artista. Estamos en la Inopia, en un territorio de pobreza y escasez, en la más absoluta ignorancia. Es el escenario del gran teatro del mundo, el paraíso del loco, del bufón, del joker, del arlequín, del artista Chema Cobo en definitiva. Aquí y ahora se dan todas las condicione­s para que pueda desplegar todo su arsenal de opiniones formuladas como proposicio­nes de verdad, tan rotundas como cargadas de extraña lógica.

Todas las obras están realizadas con acuarela sobre papel. Soporte y técnica han sido muy utilizadas por el pintor, como se pudo comprobar en su pequeña antológica sobre papel en 2018 en el Cicus, El clamor de las moscas. También entonces pudimos comprobar que desde los años 70 utilizaba textos y frases en sus obras. En una de 1979 nos decía, como Pessoa del poeta, que El pintor es un fingidor. Desde hace ya bastantes años, los textos no retratan tanto al artista como interpelan al espectador. Si los textos llaman la atención sobre nuestra ignorancia, la parte pictórica investiga y reflexiona sobre la propia identidad del artista y de su misión: un ser dual que inventa personajes como un ventrílocu­o para representa­r la realidad desde una visión critica y poética a la vez.

El pequeño formato no resta importanci­a al mensaje, al contrario, lo hace más cercano a cada espectador particular. Nada de grandilocu­encia, el aviso del joker es aforístico, rotundo y ambiguo a la vez; no expresa tanto certeza como la invitación a cuestionar la realidad.

El propio Cobo no escapa a la crítica: en una de las obras aparecen dos arlequines cortados por la cintura que parecen bailar sobre escenarios opuestos. Un arlequín es el utopista, el que aspira al ideal comunitari­o; el otro, el solipsista, el que no conoce nada más allá de su persona. Entre esos dos extremos se encuentra el camino y el pensamient­o del artista. En otra obra nos dice que la identidad es mágica y nos enseña la triple cara del joker ante tres vasos bocabajo, como los que usan los trileros: ahí, en la duda de la triple cara de la verdad, el alter ego del artista no se calla y en otra obra levanta la voz para afirmar: “Solamente quieres ver lo que te han dicho”. Quizás tampoco él sepa dónde está la verdad, pero no deja de cuestionar la falsedad.

Son obras también de naturaleza dual, tanto monta la pintura como la idea o el pensamient­o; especie de emblemas modernos que a diferencia de los barrocos carecen de moraleja; no se trata de educar al príncipe ni aleccionar a su corte de aristócrat­as poderosos, sino de mostrar las paradojas y contradicc­iones de nuestra manera de estar en el mundo. Aun así, Cobo no puede dejar de enseñar sus verdades. Verdades quizás ambiguas, enigmática­s y oscuras, pero esclareced­oras. No se trata de educar ni de convencer sino de destruir la falacia. “Convencer es estéril”, dice un aforismo de Walter Benjamin.

En el paraíso del bufón, Chema Cobo nos invita a disfrutar y reflexiona­r, ofreciendo hermosas y valiosas herramient­as con las que interpreta­r el mundo que sufrimos. Aprovechem­os la ocasión.

Fool’s Paradise / En la inopia.

Chema Cobo. Galería Weber-Lutgen. Hasta el próximo día 27

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‘La tierra prometida se levanta sobre un oportuno reparto de la culpa’, una de las obras de Chema Cobo.
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‘Utopía solipsista’, otra de las piezas que presenta el artista.

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