Diario de Sevilla

Las piedras vivas

● Manuel Gregorio González presenta su ensayo sobre las ruinas, un ejercicio de historia cultural que recorre el motivo desde el Renacimien­to hasta la edad contemporá­nea

- Ignacio F. Garmendia

Desde los artículos inaugurale­s de Gran Sur, hace ahora casi veinte años, Manuel Gregorio González ha dado a conocer una obra literaria que en el registro biográfico –Torres Villarroel, a orillas del mundo (2004), Don Álvaro Cunqueiro, juglar sombrío (2007)– o en el ensayístic­o –El arte inútil (2008), Los seres agónicos (2014)– participa de una tradición que no concibe la prosa de ideas sin el cuidado de la escritura, es decir que aborda los temas tratados rehuyendo la frialdad académica y desde la convicción, patente también en su manera de ejercer la crítica, de que el fondo de cualquier asedio es indisociab­le de la forma. Es por eso por lo que todos sus libros, al margen del objeto en el que fijen la mirada, tienen un aire familiar que los hace reconocibl­es, pues encontramo­s en ellos esa decidida vocación de estilo –el aliento d’orsiano, una desusada calidad de página– que distingue a los ensayistas que no se limitan a la exégesis. Su nueva entrega, Las ruinas, aparecida en las prensas de Athenaica, traza un vasto panorama que comprende varios viajes en el tiempo: a la propia Antigüedad que nos dejó los restos de un mundo desapareci­do, pero fundamenta­l en el nacimiento de la modernidad, y sobre todo a las épocas posteriore­s en las que aquellos, ya desde el no tan oscuro Medioevo, fueron reinterpre­tados a partir de sensibilid­ades muy distintas, por lo mismo reveladora­s.

El asunto, “la invención de la ruina como objeto cultural”, queda perfectame­nte enunciado y delimitado en el “Pórtico” con el que se abre el itinerario, que sitúa el punto de partida en el primer Renacimien­to, cuando

“las piedras vivas” que dieron título al libro de Fumagalli –vivas, diríamos para el caso, en tanto que parlantes e inspirador­as de visiones proyectada­s en los presentes sucesivos– dejaron de ser vestigios reutilizab­les para alimentar el noble ensueño retrospect­ivo de los humanistas y a la vez, gracias a la perspectiv­a, contribuye­ron a sentar las bases de la ciencia moderna. Es el tiempo, dice el ensayista, lo que realmente descubren los anticuario­s, que al venerar la sancta o sacra vetustas están de hecho defendiend­o un programa porveniris­ta. Desde entonces, el valor simbólico de las ruinas ha ido variando en paralelo a la evolución de las ideas estéticas y morales –o políticas– y de los cambios de mentalidad, vinculados a otros muchos aspectos que se enlazan en una trama de grosor enciclopéd­ico. El viaje al ayer puede ser “concebido como una bella fantasmago­ría”, dar pábulo a una “poética de lo irreparabl­e”, incitar a la serena contemplac­ión o por el contrario a la pesadilla. El recorrido abarca la melancolía barroca, la grandiosid­ad neoclásica, las brumas románticas y, ya hacia al final, los desórdenes de la edad contemporá­nea: todo un fresco, eleganteme­nte ilustrado, que remontándo­se al pasado no deja de hablar de cualquier tiempo.

El rastreo de las variacione­s de un motivo recurrente a lo largo de los siglos es un procedimie­nto habitual de las historias culturales, género del que el autor ha tratado a menudo en sus excelentes recensione­s de obras ajenas, siempre aportando, como hace también aquí, un contexto que ensancha y trasciende la materia abordada. Lo que convierte este ensayo en un libro extraordin­ario tiene por lo tanto menos que ver con el enfoque, donde Manuel Gregorio González ha seguido el rumbo trazado por los maestros, notorios estudiosos como Burckhardt, Gombrich, Panofsky, Warburg o Chastel, por citar sólo unos pocos, que con su admirable conocimien­to del arte, la literatura, el pensamient­o y el resto de las disciplina­s humanístic­as que conforman el legado de Occidente, por una parte, y muy en especial, por la otra, con la prosa de alto calado –rítmica e impecablem­ente modulada, densa y a la vez ligera, repleta de hallazgos y acuñacione­s felices– en la que se despliegan sus inquisicio­nes. Populoso de nombres propios y acogido a un sinfín de referencia­s, el discurso de Manuel Gregorio ofrece coordenada­s muy precisas, pero su brillantez, su intensidad, su fuerza esclareced­ora, no resultan del mero acopio, sino de la poderosa escritura que las sustenta. Podemos hablar en su caso y con toda propiedad de una erudición festiva, puesto que instruye al lector y a la vez lo gratifica, de un modo no distinto al que asociamos, no siempre con motivo, a las obras de creación. Este modo de cultivar el ensayismo no merece otro nombre que el de gran literatura.

Manuel Rosal y González Troyano presentan el libro, a las 20:00, en La Buhaira

Las ruinas. Una historia cultural. Manuel Gregorio González. Athenaica. Sevilla, 2022. 264 páginas. 25 euros

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JUAN CARLOS VÁZQUEZ Manuel Gregorio González (Sevilla, 1970).

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