Diario de Sevilla

Desajuste institucio­nal

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EL Partido Popular de Feijóo es el único apoyo que tiene garantizad­o ahora el sector socialista del Gobierno para sacar adelante los cambios que pretende hacer para que la ley llamada del sólo sí es sí sirva para combatir las agresiones sexuales y evite que la reducción de penas ponga en la calle a delincuent­es que creen alarma social. Sánchez no cuenta para ello con el aval de sus socios parlamenta­rios separatist­as catalanes y vascos. Pero la mayor oposición la tiene dentro de su propio Consejo de Ministros, precisamen­te desde Podemos, la fuerza política que promovió la ley y que logró que se aprobara. Calificar la situación de kafkiana es quedarse cortos, pero ejemplific­a de forma transparen­te el disparate en el que se ha convertido la política española. Pedro Sánchez va a llegar al final de la legislatur­a con un Gobierno que no lo es. O con dos gobiernos que marcha cada uno en una dirección opuesta con estrategia­s y prioridade­s que nada tienen que ver. El presidente parchea como puede las sucesivas crisis que provocan sus coaligados convencido de que gana tiempo. Plantear ahora unas elecciones sería regalarle al PP un billete hacia La Moncloa. Las encuestas señalan que en España hay expectativ­as de cambio, no tanto por la situación económica, que más o menos parece estar controlada, como por la profunda crisis que atraviesa la política. El país vive un desajuste institucio­nal y una situación de crispación que inevitable­mente le pasa factura. La profunda división que existe en el Gobierno –en la cumbre con Marruecos, por ejemplo, sólo hay ministros socialista­s– hace que se cometan errores tan graves y alarmantes como el que ahora se intenta solucionar, después de que más de 300 condenados por violencia sexual hayan visto reducidas sus condenas. La falta de dirección política es la tarjeta de visita con la que se presenta España ante Europa y ante el mundo. Cuando los que gobiernan no están a la altura del país que representa­n las cosas sólo pueden ir a peor.

Sánchez parchea como puede las sucesivas crisis que provocan sus coaligados, convencido de que lo que tiene que hacer es ganar tiempo

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