Diario de Sevilla

“No hay palabras de consuelo”

● Cientos de lebrijanos acompañaro­n a la familia del joven fallecido en el incendio de Huelva en un responso celebrado la tarde de ayer en la iglesia de Santa María de la Oliva

- Fernando Pérez Ávila

No han dado las cinco de la tarde y ya hay muchas personas arremolina­das en torno a la puerta de la iglesia de Santa María de la Oliva de Lebrija. Las campanas de la torre del templo, esa que se inspira en la Giralda y la que se conoce como la Giraldilla, doblan a muerto. Hay escenas de dolor. Llantos, suspiros, abrazos, pésames... Faltan 30 minutos para la llegada del féretro con los restos mortales de Daniel Romero Piñero, el joven lebrijano fallecido junto a dos de sus compañeras en el incendio del piso de estudiante­s en Huelva.

Sigue llegando gente. Se forma un círculo en torno a la puerta del templo. Aparece el coche fúnebre. Las emociones se disparan en el momento en que los operarios sacan el ataúd y varias personas lo portan a hombros. A lo lejos suena una letanía. El empleado de las pompas fúnebres saca una corona de f lores tras otra.

Daniel Romero jugó desde la etapa de alevín en la Unión Balompédic­a Lebrijana

Desde el lateral del vehículo se pueden leer los mensajes en dos de ellas. Una es de los amigos de Daniel. Otra de los abuelos. Hay más encima del coche y por el otro lado, donde dos mujeres se abrazan y lloran. No hablan, no se dicen nada, no hace falta.

La comitiva fúnebre entra en la parroquia. La masa de público que esperaba fuera para recibir al féretro le sigue. Cuesta trabajo moverse entre la multitud. Suena un móvil que es silenciado rápidament­e por su propietari­o. Un joven sale precipitad­amente de la iglesia, no puede aguantar la emoción. Le acompaña su novia. Respira, toma aire y vuelve dentro, como si no quisiera estar demasiado tiempo alejado de su amigo, en estos últimos momentos que compartirá con él.

El responso dura apenas diez minutos. “No hay palabras de consuelo, lleváis el dolor del alma, el que más duele, sólo queda la esperanza de que ya está con Jesucristo en la vida eterna”, dice el sacerdote, que dirige una serie de rezos y acompaña al féretro con ellos de vuelta hasta el coche. La plaza Rector Merina, donde está la iglesia, enmudece. Se oye la letanía del cura y las palabras desconsola­das de la madre.

“Ay, Daniel, no te vayas. Ay, mi niño, quédate, cuánto te voy a echar de menos”, dice Antonia, desesperad­a, apoyada en una muleta como consecuenc­ia de una caída que tuvo recienteme­nte. La mujer, celadora del Hospital Virgen del Rocío, estaba de baja y pensaba incorporar­se pronto a su trabajo. Un taxi la espera unos metros más adelante del coche en el que introducen a su hijo, camino ya del cementerio, acompañado por un pueblo roto de dolor.

Daniel Romero era un joven muy querido y conocido en Lebrija. Toda su familia es del pueblo. A su abuelo lo conocían por el apodo del Martinita. Era albañil, como también lo es su padre, Juan. Una familia querida, de buenas personas, como acredita cualquier vecino al que se le pregunte. Se repiten las mismas palabras que muchos de los estudiante­s de la Facultad de Trabajo Social de la Universida­d de Huelva pronunciar­on el día anterior. “Un chico encantador, que siempre daba ánimos a sus compañeros”.

La víctima del incendio de Huelva quería ser bombero. Qué giro más macabro del destino. Había empezado Trabajo Social el pasado otoño y no residía en el piso que se quemó, estaba allí celebrando el fin de los exámenes con otros compañeros. Siete de ellos lograron salir de la vivienda a tiempo. Él y dos chicas más, Sara Montero y Andrea Mejías, de Badajoz y de Huelva, murieron tras ser evacuados aún con vida. El humo los asfixió.

Una de las personas que conoce a Daniel desde que era un niño es José Antonio Piñero Fuentes, presidente de la Unión Balompédic­a Lebrijana. El chico jugó en este equipo de fútbol desde que era un niño. Ingresó como alevín y se mantuvo en las distintas categorías hasta que tuvo que dejar de jugar porque se fue a estudiar a Huelva y ya no podía acudir a entrenar con regularida­d. Hasta la temporada pasada militaba en el equipo Senior B de la Lebrijana, donde jugaba como extremo izquierdo. “Tenía buen regate y era un chico con la cabeza centrada, apasionado del deporte. Un chaval muy sano”.

No se perdía los partidos de su equipo y festejaba los triunfos con sus compañeros. Una de las últimas fotos en las que sale es de hace diez días, cuando la Lebrijana le ganó por dos goles a uno al Atlético Antoniano, el otro equipo del pueblo. Daniel Romero aparece en la esquina inferior derecha de la escena, celebrando el triunfo en el derbi lebrijano con el resto del equipo. Así, con esa sonrisa en la cara, le quieren recordar sus amigos.

 ?? JOSÉ ÁNGEL GARCÍA ?? Abrazos y emoción entre los asistentes al funeral de Daniel Romero, ayer en Lebrija.
JOSÉ ÁNGEL GARCÍA Abrazos y emoción entre los asistentes al funeral de Daniel Romero, ayer en Lebrija.
 ?? JOSÉ ÁNGEL GARCÍA ?? Traslado del féretro.
JOSÉ ÁNGEL GARCÍA Traslado del féretro.
 ?? UNIÓN BALOMPÉDIC­A LEBRIJANA ?? Daniel Romero.
UNIÓN BALOMPÉDIC­A LEBRIJANA Daniel Romero.

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