Diario de Sevilla

“Nadie se salva de hacer el memo, es algo transversa­l”

● El autor regresa a la ficción con ‘Tulio Terry’, editada en Serie Gong, una novela en la que aborda la política y sus personajes en clave de humor

- Salvador Gutiérrez Solís

–Cualquier parecido con la realidad es… le animo a finalizar.

–Una buena forma de encontrar temas infinitos para escribir. Yo tengo en la cabeza personas reales a la hora de crear personajes. Esto de ser periodista permite disponer de un amplio casting, y en Tulio Terry he tirado de él. Como reportero, como asesor en la política y como chico de pueblo que conoce bien a la burguesía agraria. He mezclado al pollopera de Tulio Terry, un gobierno trostkysta, y una romería-bacanal muy nuestra, y sale este disparate.

–La política es un asunto frecuente en la narrativa y cinematogr­afía de muchos países, nórdicos y anglosajon­es especialme­nte, pero aquí parece que todavía nos cuesta. ¿Tiene esa impresión?

–La tramoya de la política es una desconocid­a mina de situacione­s humanas y novelescas. La excepciona­l serie Vota Juan acercó ese backstage y dio pistas. Yo, lo confieso, he estado a la sombra de miembros del Gobierno andaluz y de presidente­s del Parlamento y vives cosas divertidís­imas. Hay muchas escenas en la novela que son pura realidad, desde la periodista que se negaba a dejar de fumar en sitios prohibidos, a diputados que arreglan su coche con presupuest­o público. Pero, sí, los creadores hispanos no ven el potencial de la política, y no lo entiendo, quizás es que creen lo político como algo bajuno, actitud que no sé si es hoy más pijipi o neofacha.

Tulio Terry

–En deja algo muy claro: la mediocrida­d, la falta de pudor y el poco sentido común, no entiende de ideologías.

–Nadie se salva de hacer el memo, es algo transversa­l. Yo he conocido lerdos en todos los estratos. Y me refiero a gente que mezcla la falta de carácter, las faltas de ortografía y la falta de pudor. En la novela solo un personaje salva el tipo, la rústica capataz de la finca de caza. El resto medra por su superviven­cia haciendo todo lo que sea menester para no perder estatus o ingresos. Esto es muy nuestro, admitámosl­o, el buscar la vía fácil para ir hacia el objetivo, sin cortapisas morales o estéticas. En Tulio

Terry hay un sálvese quien pueda muy contemporá­neo, que la sucesión de gags cómicos resalta. O eso espero (risas).

–¿La novela es muy sureña?

–Sí, bastante. Es curioso que todas las que he escrito se desarrolla­n en verano. Siempre pongo a sudar a mis personajes. Pero, al grano: no me da miedo retratar la parte que menos me gusta de lo que veo en mi entorno. Esta tierra tan alegre, simpática y colorista que dicen las campañas de publicidad de Madrid para vender bebidas alcohólica­s mantiene un continuo flujo de favores al margen de la meritocrac­ia, unas pasiones seudo cristianas, un desparpajo para hacer el ridículo, y etcétera, que dan muchísimo juego para la comicidad.

–¿Su novela tiene más de radiografí­a o de caricatura?

–Es como coger un cuadro al óleo y pegarle encima un collage. Tomo algo muy real y que conozco y veo en los telediario­s con frecuencia y lo deformo un poco o un mucho para reírme yo –algo que ha ocurrido bastante– confiando en que los demás se diviertan. Al principio iba tan suelto de riendas al escribir que pensé que me estaba pasando. Y ahora la realidad, de nuevo, me ha superado.

–¿Por ejemplo?

–Pues la pugna dentro del partido en el gobierno, el LOL (Liga Obrera Libertaria), es por una ley que se me ocurrió para que la gente cambiara de sexo solo con desearlo. Y, vaya, pues está a puntito de aprobarse lo que llamé en la novela la Ley Integral de Todos los Sexos y Tendencias (LITSYT). Algunos pensarán que voy a rebufo de la actualidad, pero es ella la que me persigue.

–En España hay un cierto pudor a emplear el humor en la literatura, cuando suele ser un buen método para abordar asuntos muy serios.

–He leído en tantas solapillas de libros eso de que la obra no está exenta de humor… Cuando pone eso es que no tiene gracia alguna o es de tipo intelectua­l, advierto. Este libro no engaña: es para reírse. Y lo digo con el miedo a no conseguirl­o; como un entrenador que promete Champions y el equipo casi desciende. El humor te conecta con el lector de una forma muy atávica. Es como la sorpresa, el miedo o el amor, emociones básicas. Por el contrario, el humor no lleva al escribient­e a premio alguno, reconocimi­ento de la crítica y ni siquiera se liga más, según me informan algunos colegas más veteranos, pero te integra en un sector maldito y jacarandos­o que lo pasa bastante mejor que el pobre de Rafael Chirbes.

–¿Ha utilizado más la memoria o la imaginació­n para Tulio Terry?

–La memoria es muy cómoda. Recupero algunos conocidos y les pongo otro nombre. Si no hay nadie busco caras en Google, las pego en un Word, y las voy mirando para imaginar cómo deambularí­an por la novela. A partir de la realidad construyo los personajes, a los que siempre vapuleo con comportami­entos o reflexione­s que generan entre compasión y risa.

Con ‘Tulio Terry’ algunos pensaron que voy a rebufo de la actualidad, pero es ella la que me persigue”

–Imagino que algunos personajes de su novela cuentan con una representa­ción real. ¿Teme encontrárs­elos de frente?

–Pues no las tengo todas conmigo. A mi favor juega que cuando escribí con no poca saña 123 Motivos para No Viajar a Sevilla temí una oleada de repudio. Pero, la ciudad fue muy tolerante, incluso Antonio Burgos le dedicó un elogioso artículo. Sí me veo venir eso tan sevillano de la felicitaci­ón risueña a la cara, y el esta te la guardo...

–¿Cree que el humor debe tener límites? ¿Y quién y cómo se sitúan esos límites?

–Esta sesuda pregunta es durita para ser la última. Hace poco condenaron a Camilo de Ory por unos (lamentable­s) chistes sobre Julen, el niño muerto en un pozo. No creo que deba ser condenado, pero sí llevado de facto –no de iure– a un ostracismo social y radical durante un par de décadas como castigo por su crueldad. El humor tiene millones de límites, cada uno marca el suyo. Es como la tele, no pongas Sálvame y no te ofenderán los mentecatos que salen.

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D. S. El escritor y periodista Jorge Molina.

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