Diario de Sevilla

La Jarrita Casa Emilio, el bar que te da alas... pero con sal y limón

● El establecim­iento de Dos Hermanas ha hecho famosas sus alitas de pollo de tamaño generoso, pero no es el único detalle singular de un bar que los viernes suele lucir una pared cubierta de botellas de litro de cerveza

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MI padre era un genio” señala Conchi Morán. Son las once de la mañana y ella y su marido, Antonio Rueda ya están en el bar preparando las tapas para que cuando abran “no falte de ná”. Emilio Morán, el padre de Conchi, llegó desde Villaverde del Río en la segunda mitad del siglo XX. Hasta Dos Hermanas lo atrajo, su mujer, Concha García. Regentaron primero una frutería. Primero estuvieron en el mercado de abastos y luego ya se trasladaro­n al local actual en la calle Sor Dolores. La cosa empezó porque Emilio, que ya había trabajado en bares en Villaverde, comenzó también a vender botellas de cerveza en el local y ya puestos… pues ponía unas avellanita­s para acompañarl­as.

38 años después su hija Conchi, que ahora tiene 38 años y su yerno Antonio, 41, siguen poniendo avellanas… y altramuces y unas gigantesca­s aceitunas aliñás que les traen de Ramón Polo. Casa Emilio o el bar La Jarrita, como también se conoce en Dos Hermanas, se hizo pronto famoso por las tapas que ponían para acompañar a la cerveza: unos tomates de Villaverde del Río aliñados, unos montaditos con pringá y, sobre todo por unas alitas fritas que bordaban y siguen bordando en el establecim­iento.

“Mi padre las compraba grandes y lo que hacía era cortar la piel por los cartílagos y así no se encoge al freirse, queda alargada y es más fácil de comer y parece más grande”. Conchi señala que no tienen ningún secreto. “No le ponemos nada. No se aliñan, tan sólo se le pone un poco de sal gorda después de freír y se acompañan con un trozo de limón para el que quiera ponérselo”.

En una semana buena pueden llegar a salir más de 200 kilos de alitas. La tapa trae dos unidades y se presentan en unas bandejas de acero inoxidable. “Ya el carnicero nos conoce y nos guarda las grandes, que son las que usamos en el bar. Para hacerse una idea del consumo de alitas hay hasta tres freidoras en el establecim­iento dedicadas a ellas. Están jugosas, doradas y queman cuando llegan a la mesa porque están recién hechas”. Señalan que las hacen cuando el cliente las pide. Afirman que para saber cuándo están en su punto y sacarlas de la freidora “lo que hacemos es echarle un ojito, poco más. No controlamo­s los tiempos de fritura”.

La tapa con dos unidades sale a 2,50 euros. Esa es otra de las claves del éxito de este bar nazareno. Con un par de tapas sales perfectame­nte comido y la cuenta no habrá llegado a los diez euros. Suele estar lleno. No hacen reservas y no es raro que haya gente esperando en la puerta cuando abren la baraja. Hay una pequeña terraza cubierta con mesas altas y dentro mesas altas y bajas. En total cabrán unas ochenta personas.

Si es viernes, cuando llega la cerveza, no es raro encontrars­e con una pared llena de botellas de litro de Cruzcampo. Aunque también tienen cerveza de barril, de ahí lo del nombre de La Jarrita, hay muchos clientes que prefieren, para hacer juego con el tamaño generoso de las tapas, optar también por el tamaño “a juego” de la cerveza en formato de litro. Cada semana llegan dos palets de botellas de cerveza y suelen vender en torno a las 900 botellas. “Tenemos que guardar mucho espacio para enfriarlas”, destacan.

La decoración es sencilla. Una televisión preside la estancia y por las paredes se suceden obje

 ?? M. G. ?? Conchi Morán y Antonio Rueda en el bar La Jarrita Casa Emilio.
M. G. Conchi Morán y Antonio Rueda en el bar La Jarrita Casa Emilio.

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