Diario de Sevilla

CUANDO MOHAMED VI RECIBÍA A SUSANA

- ▼ JUAN MANUEL MARQUÉS PERALES

ES un capricho. Las visitas de los mandatario­s españoles a Marruecos siempre van lastradas con la misma incógnita: la recepción por parte de Mohamed VI. Su padre, Hassan II, era el rey que nunca dormía, concedía entrevista­s sin compromete­r el encuentro ni la hora ni el lugar, los periodista­s esperaban en la incertidum­bre hasta que palacio llamaba a las dos o a las tres de la madrugada. O no lo hacía. La agenda de los reyes de Marruecos es un libro cerrado, nunca se conoce si se producirá la recepción. Interesa, claro que interesa, porque a diferencia de los monarcas parlamenta­rios, el de Marruecos tiene grandes poderes ejecutivos, nombra a los ministros de Estado, es la pieza clave de la política exterior y es propietari­o de buena parte de la economía del país.

En septiembre de 2014, la entonces presidenta de la Junta, Susana Díaz, hacía las maletas en Rabat para dar por concluida su visita oficial, cuando palacio le avisó de que Mohamed VI la recibiría... en Tetuán. Tenía un avión a la espera en el aeropuerto de la capital para llevarla a la antigua ciudad española.

Con José Antonio Griñán nunca tuvo un encuentro, tampoco con Juanma Moreno, a pesar de que ambos visitaron Marruecos con la esperanza de ponerle ese broche final. Mohamed VI sí se reunió con Manuel Chaves en 1999,

La agenda del rey de Marruecos es un libro cerrado y sus largas estancias en el extranjero son un misterio

estaba en los inicios de su reinado y pasaba mucho más tiempo en su país que en la actualidad. Sus estancias en el extranjero también son un misterio. Se le fotografía en París, vacaciona en Gabón, nunca se sabe.

A Pedro Sánchez lo recibió en abril de 2022, un día en el que se rompía el ramadán, pero esta semana le ha dado un sonoro plantón. Feo, muy feo. Este presidente del Gobierno es el que más ha arriesgado en la política de apaciguami­ento con Marruecos: relevó a una ministra de Exteriores, modificó la postura tradiciona­l de España sobre el Sáhara y los socialista­s españoles votaron en contra de la denuncia del Parlamento Europeo a la falta de libertad de informació­n en el país. Fue a Rabat con 12 ministros, pero ni le recibió el rey –sí le llamó por teléfono– ni ha obtenido una declaració­n reconforta­nte sobre Ceuta y Melilla.

Pedro Sánchez no tiene un problema, aunque una mayoría opine que la cumbre haya sido un ridículo, el problema es de Marruecos, que está gobernado por un monarca caprichoso y ausente, que ha ejercido una diplomacia agresiva ante la Unión Europea y puede que sucia, a la espera de las revelacion­es del Qatargate. Tiene el mango y la sartén, pero con este vecino –y amigo por tratado– hay que esperar, templar, las reacciones viriles son malas consejeras. Es la diplomacia.

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