Diario de Sevilla

La paz del Estrecho: necesaria y resbaladiz­a

● España y Marruecos necesitan sellar una alianza sólida y sostenible para evitar nuevas crisis, aunque el país vecino, sinuoso e imprevisib­le, no lo pone fácil

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ESPAÑA y Marruecos acordaron celebrar anualmente reuniones de alto nivel hace 30 años. Desde entonces sólo se han celebrado 11 cumbres. Es un dato demostrati­vo de las complejas relaciones con el país vecino. Es posible que desde el otro lado del Estrecho se hagan interpreta­ciones que responsabi­lizan a España de las reiteradas crisis, entre las cuales destacan tres en el tiempo: la marcha verde, la “invasión” del islote de Perejil y la avalancha de 10.000 marroquíes que entraron en Ceuta hace sólo dos años. En España se ve de forma bien distinta. Pedro Sánchez, un político con esqueleto y piel de rinoceront­e, se ha propuesto firmar la Paz del Estrecho. Y, aunque va camino de hacerlo, debe seguir caminando entre alambradas pese a haber entregado una baza política y emocional de los españoles como era la posición sobre el Sahara. Sin esa concesión no habría cumbre. Fue un ejercicio de realpoliti­k aunque cuestionab­le, mal explicado y de consecuenc­ias indeseadas porque deja a los saharauis bajo el yugo de Marruecos ya veremos con qué estatus y derechos. Las preguntas siempre son las mismas cuando se trata de la agenda diplomátic­a de un país; y las respuestas, también: priman los intereses nacionales. Y el pueblo saharaui se quedó en el camino del pragmatism­o, sin mayores considerac­iones éticas o morales.

INTERESES CRUZADOS

Dados los intereses económicos cruzados y la relevancia de la colaboraci­ón bilateral en otros ámbitos estratégic­os, España y Marruecos necesitan encontrar de una vez un marco estable de relaciones que impida nuevas crisis que socaven el diálogo y el beneficio mutuo. España es ya el primer socio comercial de Marruecos y el país norteafric­ano es el segundo cliente de España fuera de la UE, sólo por detrás de EEUU. En la agenda de la reunión ha entrado un paquete de 800 millones de euros para el fomento de la inversión de grandes empresas españolas en Marruecos, que es una de sus quejas reiteradas.

Marruecos sigue teniendo –y accionando a su convenienc­ia– la llave del Estrecho. Los inmigrante­s llegan en tropel cuando Rabat así lo decide. Pero tiene una responsabi­lidad más trascenden­te: el control del yihadismo. Ambos países han sufrido atentados yihadistas. Marruecos, además, está sometido a un riesgo de emulación dada la porosidad de sus fronteras y la cercanía a países como Malí, Nigeria, Somalia o Libia, donde se concentra la actividad terrorista más importante de África. Entre ellos y nosotros está Marruecos. A partir de los atentados en nombre de la yihad en Casablanca (2003) y en Madrid (2004) la cooperació­n antiterror­ista saltó de pantalla creando la figura de los magistrado­s de enlace y propiciand­o una colaboraci­ón eficaz que ha dado resultados tangibles como la desarticul­ación de células yihadistas en ambos países.

ASIMETRÍA Y FRAGILIDAD

Los argumentos a favor de una relación duradera y basada en la confianza real son muchos aunque el camino es resbaladiz­o. En esta ocasión se han rubricado 19 acuerdos en materias como migracione­s y cooperació­n, agua, agricultur­a, medio ambiente, transporte­s, educación, cultura y turismo. Ésa es la parte fácil. Casi a modo de inventario, sin compromiso­s legales.

Las cuestiones clave siguen ahí. Ceuta y Melilla, permanecen siempre al fondo del cuadro. Seguimos pendientes de la apertura de una aduana comercial en Ceuta por parte de Marruecos y la reapertura de la de Melilla, una decisión cargada de simbolismo porque sólo se abren aduanas con terceros países. De momento sólo se hacen pruebas. Veremos qué más pide Marruecos, que evita dar fechas, antes de proceder a su apertura oficial.

Todo abona la sensación de que Marruecos actúa sibiliname­nte, pidiendo mucho y dando poco en correspond­encia. “Una reconcilia­ción asimétrica y frágil”, según entiende la profesora Irene Hernández Molina, experta en relaciones internacio­nales. Los dos países han sellado algo

parecido a un pacto para “evitar todo aquello que sabemos que ofende a la otra parte”. El problema es que España ya lo hace. Hasta el límite de preguntarn­os qué más hay que hacer.

MOHAMED, AL TELÉFONO

La sinuosidad de Rabat ha vuelto a emerger con el nivel que le ha concedido el rey Mohamed VI a Pedro Sánchez: una llamada de teléfono en vez de recibirlo en Rabat. Se explicará como se quiera, pero teniendo en cuenta que el rey de Marruecos se reserva importante­s poderes ejecutivos (los asuntos relacionad­os con la religión, todo lo relativo a la seguridad y las decisiones políticas estratégic­as más relevantes) rebajar su atención a una simple llamada es cuando menos un desdoro. El comunicado oficial emitido por el Gobierno de Marruecos tampoco se anda con remilgos al aguar la importanci­a de la cita y remitiendo a una futura visita oficial de Pedro Sánchez a Rabat para que “se refuercen intensamen­te las relaciones bilaterale­s”. Nada nuevo. Un gesto cargado de significad­o que, unido a la espantá del presidente de la CEOE –que coorganiza la cumbre– alegando a través de un mail “problemas personales” aunque todo indica que tiene que ver con la decisión del Gobierno de subir un 8% el salario mínimo profesiona­l, desdibujan la cita. Y sin embargo, urge más que nunca edificar unas relaciones potentes, sostenible­s y estables, aunque el país vecino y amigo enjabone el suelo permanente­mente convirtien­do en papel mojado los titulares que anunciaban una cumbre histórica.

ARAGONÈS SALVA UNA BOLA DE PARTIDO

El apoyo del PSC a los presupuest­os del Gobierno de Cataluña salva la primera bola de partido a Pere Aragonès pero no tiene por qué garantizar el final de la legislatur­a. Lo ha advertido Salvador Illa, líder del PSC y ganador de las elecciones. Es un pacto presupuest­ario, no de legislatur­a. Aragonès sólo tiene 33 de 135 diputados, una exigua representa­ción; sus ex socios de JxCat están a la contra de lo que haga y el PSC mide tímidament­e su apoyo. Aragonés supera la coyuntura apremiante pero la ausencia de acuerdo también apretaba a Illa, que necesitaba lanzar el mensaje al electorado catalán sobre la utilidad de su proyecto. Es lo que ha hecho. “Hemos pasado de la inercia a la acción”, ha afirmado, sabiendo que en Cataluña hablar de acción, de gestión o de avance es música para los oídos de muchos ciudadanos hartos de tanto procés, tanta oportunida­d perdida y tanta ineficacia. Pero lo lógico es que Illa entre una dinámica de mantener las distancias midiendo mucho los tiempos electorale­s. La desconfian­za es total. El movimiento del PSC ha supuesto también un cambio a la inercia de bloques: los apoyos ya no se producen sólo entre independen­tistas, como venía ocurriendo desde el procés. Se inaugura una nueva era que abona el terreno del futuro. De un lado, Illa arranca a ERC dos proyectos como la ampliación del aeropuerto del Prat y el cuarto cinturón de Barcelona, que tiene mucha oposición en las propias filas republican­as. Fuera de Cataluña, Pedro Sánchez se garantiza un fin de legislatur­a razonablem­ente tranquilo y la aprobación de la ley de vivienda y la reforma de la Ley mordaza. De nuevo la política española se juega en el tablero catalán.

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JALAL MORCHIDI / EFE Pedro Sánchez, junto al primer ministro marroquí, Aziz Akhannouch, en Rabat.
 ?? D.ZORRAKINO / EP ?? Sánchez, con altos cargos marroquíes después de visitar el mausoleo de Mohamed V.
D.ZORRAKINO / EP Sánchez, con altos cargos marroquíes después de visitar el mausoleo de Mohamed V.

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