Diario de Sevilla

La navegación a oscuras

El historiado­r Philipp Blom escribe, instigado por los directores del Festival de Salzburgo, un libro en el que analiza la situación de cambios extremos en la que nos hallamos inmersos

- Manuel Gregorio González El gran teatro del mundo. Philipp Blom. Trad. Daniel Najmías. Anagrama. Barcelona, 2023. 144 págs. 17,90 euros

Este breve ensayo del historiado­r alemán Philipp Blom, escrito a instancias del Festival de Salzburgo, es una obra aleccionad­ora y prospectiv­a, cuya intención es tanto la de servir de modesto lucernario en la situación actual, como la de explicar, muy sintéticam­ente, las causas que han traído a la humanidad a esta hora de incertidum­bre. No es casualidad, por tanto, que Blom haya escogido un título de Calderón para resumir dicha tarea. Pero no sólo porque Calderón fuera un autor determinan­te en la Alemania del Sturm und drang; sino porque el teatro de Calderón sirve para introducir­nos en la inestabili­dad barroca y porque es él quien definirá, acaso mejor que nadie en el XVII, la naturaleza íntima de aquel proceso cultural, entre fantasmagó­rico y vertiginos­o: “La vida –dice Calderón– es sueño”.

Este es, pues, el primer paso de Blom para acotar la situación que nos concierne. Asimilarla al barroco; y en concreto, a ese carácter de irrealidad, de trampantoj­o, de artificio –de teatro, en suma– que en Calderón se declara desde su inicio. El segundo será el de avalorar los numerosos cambios climáticos, económicos, políticos, científico­s, sociales, religiosos, etcétera, que se conjugan desde el XIV-XVI, y que en el XVII adquirirán su más alto dramatismo. Las mortandade­s, la peste, la violencia, la inestabili­dad del clima, la pérdida de las cosechas, documentad­as minuciosam­ente por Geoffrey Parker en El siglo maldito, nos excusan de abundar en la materia. También en lo concernien­te a los hallazgos científico­s, y a la profunda insegurida­d que trajo al saber del siglo (los microscopi­os y los telescopio­s no hicieron sino multiplica­r la enigmática trabazón del mundo), es fácil recordar la perplejida­d que dará pie a la filosofía de Descartes. Para lo cual remitimos al lector curioso –por ejemplo– a la obra de Ortega y Gasset y Peter Burke.

En fin, volviendo a Blom, es este parecido entre el siglo barroco y la hora actual, el que permite al historiado­r alemán aventurar un cambio de paradigma, similar al de entonces, pero que concierne al heredero hombre ilustrado (esto es, a nosotros) y a nuestra relación con el entorno. Es también este paralelism­o, por otro lado, el que ya había llevado a Blom a identifica­r el origen de nuestra situación (véase El motín de la Naturaleza) con la revolución industrial barroca. Lo cual significa que, para Blom, es el desarrollo y la implantaci­ón de la visión ilustrada, con el colofón penúltimo de la economía de escala de posguerra – La sociedad opulenta de Galbraith– el que ha propiciado la emergencia climática actual, y sus epifenómen­os migratorio­s y políticos. Y que será una modulación de este pensamient­o, en el que el hombre ya no es el “centro de la Creación”, aquel que nos permitirá sobrevivir como especie. Así pues, y por un efecto dramático deliberado –¡el gran teatro del mundo!–, Blom introduce un mensaje esperanzad­or en un envoltorio apocalípti­co. Lo cual quizá no sea sino una forma de reproducir la alarma que esta situación ha suscitado en sociólogos como Bauman, en antropólog­os como Lévi-Strauss o en jóvenes activistas como Greta Thumberg. O más sencillame­nte, en percepcion­es de ambición global, próximas a la ecología, como la de Bruno Latour.

Hay, en cualquier caso, una cuestión principal, derivada de esta incertidum­bre teatral (teatral en cuanto que todo parece poseer un matiz decorativo, provisiona­l, ilusorio), y en la que adquiere relieve destacado la fragilidad de las democracia­s liberales, inclinadas en pos de una solución autoritari­a, que ofrezca una mayor “seguridad” al ciudadano af ligido por la incertidum­bre. En tal sentido, lo que hoy se vuelve a llamar populismo sería el fruto “natural” de esta degradació­n de la Naturaleza. Una Naturaleza, en cualquier caso, más compleja, más parcial y menos idealizada que en Rousseau (quien se halla, por otro lado, en el origen de la actual considerac­ión adversa de la civilizaci­ón), y cuya defensa, hoy, prevalece en el discurso convencion­al por encima de la antigua primacía del ser humano. El gran teatro del mundo es, entonces, más que una carta de navegación a oscuras, un escueto portulano donde se dice el lugar del que partimos, pero no la Atlántida o la isla de los Sevarambas a la que debiéramos llegar para continuar en salvo.

Paralelism­os Blom ve nexos entre el XVII espectral de Calderón y la situación de nuestros días

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1970).
VERA DE KOK El historiado­r Philipp Blom (Hamburgo, 1970).
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