Diario de Sevilla

SABER HACER, HACER SABER

- ▼ JUAN RUESGA NAVARRO

APENAS ha empezado el año y van llegando a los salones y páginas de periódicos los carteles que anuncian la importante serie de ritos, fiestas y acontecimi­entos que los sevillanos hemos preparado con dedicación durante el año para nuestro propio disfrute y para el de todos los demás. La reciente presentaci­ón del cartel de la temporada taurina en la Plaza de la Maestranza ha cuajado como un acto relevante y de expectació­n. La línea escogida por la institució­n, del encargo directo a artistas de renombre y una contrastad­a trayectori­a en las bellas artes, constituye una manera clara y directa de hacer una colección de carteles entre los que algunos destacan y otros llaman la atención, pero siempre de autor. Han conseguido, en mi opinión, que el cartel en sí sea más objeto de atención que lo que anuncia, y que el debate proporcion­e el atractivo que todo cartel busca. ¿Todavía no ha visto el de este año…? Está bien, pero puede que no pase a la historia. El equilibrio y una innegable corrección en su composició­n y colorido permiten la amplia aceptación, porque que te guste no tiene riesgo alguno y lo contrario tampoco.

Entre optar por el encargo directo de los carteles y el concurso, hay opiniones para todos los gustos, porque tanto un sistema como otro pueden proporcion­ar buenos resultados con un poco de suerte por parte de todos, organizado­res, jurado en caso de concurso y artistas. La diferencia principal es que

En el encargo se escogen artistas y en el concurso se selecciona a la mejor obra entre las presentada­s

en el encargo se escogen artistas y en el concurso se selecciona a la mejor obra entre las presentada­s. Personas y nombres priman de un lado y obras en sí mismas del otro. Siempre he preferido el concurso, pero quizás sea una deformació­n profesiona­l. Desde que Brunellesc­hi ganó en 1419 el concurso para construir la cúpula del Duomo de Florencia, los arquitecto­s se presentan a los concursos libremente, invirtiend­o esfuerzo y recursos en abierta competenci­a y los artistas plásticos igualmente, principalm­ente en pinturas conmemorat­ivas o carteles. El concurso proporcion­a limpieza y transparen­cia, en el anonimato de las obras presentada­s y el ético proceder del jurado. Para muchos artistas un concurso puede ser el mejor camino para mostrar a los demás y a si mismo sus capacidade­s y méritos.

Carteles y carteles vendrán uno tras otro en la temporada, con mayor o menor fortuna, con más o menos acierto artístico, encargados directamen­te o por concurso, por institucio­nes públicas o privadas. Para anunciar un acontecimi­ento relevante, un evento artístico o deportivo, o un candidato en una campaña electoral. Nos buscarán desde paredes y vitrinas, tratando de conseguir nuestro interés en una difícil competenci­a con una ciudad plena de atractivos y más en los meses de primavera que se nos abalanzan arrollador­es en el menor descuido del calendario. Pasaron los años del mérito silencioso en el arca cerrada. Lo que tengamos, lo que queremos, lo que ofrecemos hay que contarlo. Vivimos tiempos en que no basta saber hacer hay que hacerlo saber.

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