Diario de Sevilla

Límites de velocidad para escribir una novela

Recuerdo. Pepe Garzón del Peral hizo muchas carreteras y dos novelas, deja dos nietos, uno bético y otro sevillista, las dos mitades de un genio de pueblo que trajo su ingenio a la gran ciudad

- Fcorreal@diariodese­villa.es

CAMINANTE no hay camino, se hace camino al andar. ¿Y qué decir de las carreteras, concepto tan interurban­o que etimológic­amente procede de carretas? Si nos ponemos exquisitos con la Filología, una carretera es tan rociera como un camino, en puertas del Domingo de la Candelaria. Discusión peregrina, debate para glosar la obra inmensa de un hombre de ciudad que nació en un pueblo. José Garzón del Peral (Cabra del Santo Cristo, Jaén, 1943-Sevilla, 2022) habría cumplido 80 años el pasado 21 de enero. Trabajó hasta los 70 en la Demarcació­n de Carreteras de Obras Públicas; mañana sus amigos, que eran muchos y muy variados por su poliédrica personalid­ad, se dan cita en la iglesia del Divino Redentor de la calle Espinosa y Cárcel, donde rendirán recuerdo a un hombre tan lleno de vida que la muerte no figuraba en su vocabulari­o.

No estaba en su vocabulari­o, pero sí en su obra. En nuestro encuentro en un bar de la calle José Luis de Casso, en uno de los laterales del estadio del Sevilla del que era socio, aunque llegó a Sevilla siendo seguidor del Betis, Pepe Garzón me decía que era mucho más difícil escribir una novela que hacer una carretera. En su caso era cierto. Hizo muchas carreteras, en la Demarcació­n de Andalucía Occidental, pero escribió dos libros. El primero, con 75 años, titulado Se muere menos en verano; el segundo, vivencias de su paso por el Sacromonte granadino, lo tituló Un mulato en la Alpujarra.

No quiso restarle veracidad al título de su primera obra y se murió con los últimos coletazos del otoño antes de que llegara el invierno, en pleno Mundial de Qatar, evento que había interrumpi­do su maravillos­a rutina quincenal de acudir cada dos semanas al estadio del Sevilla en compañía de su nieto José María, sevillista como él. Tenía otro nieto, Ignacio, bético. Las dos mitades de su vida, una metáfora de alguien acostumbra­do a tender puentes, imprescind­ible en una buena carretera, a llevarse bien incluso con aquellas personas con las que discrepaba.

Nació en Cabra del Santo Cristo, pueblo de la sierra de Jaén, topónimo que desmiente esa supuesta preferenci­a del Creador por las ovejas, a las que situaba a su derecha, en detrimento de las cabras. Siempre mantuvo el alma de pueblo, que reforzó al casarse con Justa Claros, extremeña de Fregenal de la Sierra, el pueblo de Badajoz donde llegó el primer teléfono de España y donde su futura esposa creció muy cerca de la familia de Juan Ignacio Zoido, futuro alcalde de Sevilla.

La carretera es una estructura que une y vertebra. Un paso más en esa frase de Richard Ford en su Manual para viajeros por Andalucía y lectores en casa que en ese libro, guía imprescind­ible, decía que los bandoleros y las cabras habían sido los auténticos ingenieros de caminos de Andalucía. La carretera tiene mucha literatura. La única vez que este periodista habló con Juan Benet, el autor de Volverás a Región, fue cuando el novelista e ingeniero de caminos participó en Sevilla en un congreso de Carreteras, charla que también compartió el periodista Raimundo de Hita, que comparte el credo de Nervión de nuestro personaje. La carretera es un clásico de la literatura contemporá­nea obra de Cormac McCarthy; Jack Kerouac tituló En la carretera su viaje a los secretos de la psicodelia; Carreteras secundaria­s es una magnífica novela de Ignacio Martínez de Pisón; el recienteme­nte fallecido Paco Rabanne hizo el vestuario de Audrey Hepburn para Dos en la carretera, la película de Stanley Donen en la que compartió cartel con Albert Finney.

La vida de Pepe Garzón del Peral también fue de película. Estudió Filosofía, pero su devenir estaba en Obras Públicas. Eligió Sevilla entre diez destinos profesiona­les al terminar su carrera; vivió en pensiones de estudiante en Madrid, compartió piso con Clemente Rodríguez, el futuro papa del Palmar de Troya, ese taj mahal que se divisa desde la carretera de Utrera. Dos libros, dos nietos y muchas carreteras. Fue Ángeles Ritoré, secretaria en la Demarcació­n de Carreteras, la que le animó a escribir su primer libro, casi 400 páginas, que presentó en la Casa de la Provincia. La amiga que se lo mecanograf­ió.

La carretera no es un concepto unívoco. Hay carreteras de competenci­a municipal, provincial (de la Diputación Provincial respectiva), autonómica­s y del Estado. Una red de redes para caminantes con camino. A Pepe Garzón del Real le gustaba ir al fútbol con su nieto sevillista. Era asiduo de una peña de la que formaban parte amigos como Pepe Cantalejo, Pepe Encinas, Pepe Castro (actual presidente del Se

Eligió Sevilla entre diez destinos profesiona­les cuando acabó la carrera

villa) o Manuel Marchena, ex gerente de Urbanismo y catedrátic­o de Geografía en la Hispalense. Era muy amigo de José Ramón de la Lama, uno de los últimos alcaldes de Sevilla antes de las municipale­s de 1979; de Alfonso Rodríguez Macías, arquitecto municipal; de Ramón Cansino, que fue jefe de los servicios médicos del Betis; de Enrique Nart, uno de los que planificar­on el primer proyecto de Metro de Sevilla; o Manuel Ríos, el ingeniero que salvó de la piqueta de la ignorancia el puente de Triana o de Isabel II.

“Era una persona muy inquieta, muy observador­a”, dice Ángeles Ritoré. ¿La civilizaci­ón con pantalones? “Pues mira, Pepe tenía una parte masculina y en la forma de ver la vida también tenía una parte femenina, he conocido pocas personas con su sensibilid­ad”. No publicó sus mejores carreteras, obras públicas de un escritor privado que veía mayor dificultad en hacer una novela (que tiene sus márgenes, sus arcenes, sus intersecci­ones) porque “una carretera tiene una normativa y una forma colectiva de trabajar”. Ni Benet se rodeaba de un equipo para escribir una novela, aunque la terminara en las obras del pantano del Porma.

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M. G. Garzón del Peral, con su nieto José María en un partido del Sevilla.
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