Diario de Sevilla

LOS PEORES DEL MUNDO

- ▼ LUIS SÁNCHEZ-MOLINÍ lmolini@grupojoly.com

FUE Fernando Iwasaki el que me dijo con sonrisa burlona que, en Perú, a los hombres que sólo engendramo­s hijas nos llaman “chancleter­os”. No debe significar nada bueno. Confieso que llegué a fantasear con un paraíso heteropatr­iarcal en el que yo me pegaría la vida padre mientras mi prole se afanaría en tenerme como un león del Serengueti. La realidad se impuso pronto y, como tantos, soy un estresado macho de sapiens al que sus hembras (perdón por el posesivo) no paran de reprocharl­e las cosas más variopinta­s.

Los que fuimos malos estudiante­s en el colegio estamos acostumbra­dos a las regañinas. Somos buenos encajadore­s, pero es duro abrir el periódico y leer todos los días una filípica contra el sexo masculino (si eso sigue existiendo). Insultar al macho sale gratis. O, mejor dicho, puntúa. Es el signo de los tiempos. Ayer le tocó el turno a la vicepresid­enta del Gobierno y sumadora por excelencia, Yolanda Díaz. Su mensaje fue un tanto desolador. Dijo: “Los hombres de izquierda son un peñazo. Se creen que ellos no son machistas porque son de izquierdas. No hay cosa peor en el mundo”. No hay duda de que Yolanda Díaz sabe regañar. Es escucharla y te dan ganas de coger la primera plancha al alcance y ponerte a repasar los cuellos de las camisas. Porque, aunque no lo dijo, en el mensaje iba implícito: “Y los de derechas ni os cuento. Deberíamos meterlos en un campo de reeducació­n de la Señorita Pepis”. Pobres hombres de izquierda, toda la vida apoyando la causa feminista, aguantando las carcajadas de sus compañeros de sexo, y ahora los expulsan del paraíso terrenal. Recuerdo: “No hay cosa peor en el mundo”. Cuentan con toda mi fraternida­d. La mezcla de feminismo y populismo va a dar titulares delirantes hasta que acabe un ciclo electoral en el que se va a combatir casa por casa.

Seguro que el tono de este artículo les parece a algunos marcadamen­te machirulo. Es lo buscado. Ante los continuos alegatos femirulos sólo nos queda una defensa testosteró­nica. Si una vicepresid­enta de España, una ministra o cualquier alto cargo político se permite el lujo de insultar o ningunear a la mitad de la población, llegando incluso a llamarla violadora, ¿por qué no vamos a tirar de arrogancia testicular? Tontería por tontería.

La mezcla de feminismo y populismo va a dar titulares delirantes hasta que acabe el ciclo electoral

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