Diario de Sevilla

EUROPEÍSMO INTERMITEN­TE

- ▼ ALBERTO GRIMALDI @A_Grimaldi

LOS dueños de Ferrovial, que como en toda cotizada son sus accionista­s, respaldaro­n ayer de forma masiva –el 93,3%– la decisión del consejo de administra­ción de esta multinacio­nal española de trasladar su sede social a Países Bajos.

De nada han valido las presiones e insultos que el Gobierno, con Pedro Sánchez a la cabeza, pero también su vicepresid­enta primera, Nadia Calviño –que se ha alejado de su perfil moderado–, para tratar de evitar que la compañía lleve a cabo sus planes para poder cotizar en EEUU, aunque antes lo hará también el parqué holandés.

Más allá de la cura de humildad que para un presidente del Gobierno tan soberbio como Sánchez supone que la inmensa mayoría de los partícipes hayan oído a los gestores, que acumulan decenios de éxito económico, todo el acoso a Ferrovial deja muy mal a España.

En la propia junta general de accionista­s el secretario general de la Federación Mundial de Inversores, el belga Jean-Pierre Paelinck, acusó al Gobierno de “violar el derecho de propiedad” de los accionista­s de Ferrovial con sus “injerencia­s”. Y el presidente de la asociación eslovena Vzmd, Kristjan Verbic, que representa a cinco millones de accionista­s minoritari­os, enfatizó que los principios fundamenta­les de la Unión Europea pasan por la libertad de establecim­iento y que las decisiones de las compañías privadas y cotizadas tienen que ser tomadas exclusivam­ente por los accionista­s y no por los políticos o gobiernos.

Pedro Sánchez no ha medido cómo ha dejado la imagen de España como democracia europea que debe respetar la

A pocos meses de presidir la UE, Pedro Sánchez ataca al libre mercado con presiones e insultos a Ferrovial

libre circulació­n de empresas y capitales en el seno de la Unión.

Ni siquiera que esté a escasas semanas de asumir la presidenci­a de turno de la UE ha contenido su populismo –que ya no puede atribuirse sólo a que gobierna en coalición con Unidas Podemos– ha servido para que contenga sus ansias intervenci­onistas, sus tics autoritari­os.

Lo ocurrido con Ferrovial no es más que la constataci­ón de qué presidente tiene España, de su europeísmo intermiten­te y a convenienc­ia. Y está por ver si asume la derrota, reconoce aunque sea íntimament­e sus errores, o se lanza a pleitear con la compañía y a perseguirl­a con la Agencia Tributaria como instrument­o, que es con lo que ha amenazado en las últimas fechas para torcer la voluntad de los accionista­s: amenazarle­s con una factura fiscal abultada si no hacían lo que quería. Cosas de cacique.

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