Diario de Sevilla

ENTRE CIRIOS Y FAROLILLOS, LACAN

- ▼ PAOLA GARCÍACOST­AS Directora de cine

EN estas semanas de ref lexión donde apagamos la luz de la vela, para poner en marcha la bombilla eléctrica del farolillo, asoma nuestro amigo Jacques Lacan. El invitado es un psiquiatra y psicoanali­sta francés conocido por los aportes teóricos que hizo al psicoanáli­sis, sobre la base de la experienci­a analítica y la lectura de Sigmund Freud, combinando filosofía, estructura­lismo, lingüístic­a y matemática­s. Vamos, lo que viene siendo todo un genio, “un crack”, “una lumbrera” que ha inspirado (e inspira) a muchos escritores y cineastas de nuestro tiempo.

Apuesto mi número de socia de caseta a que a Lacan le encantaría­n nuestras tradicione­s. Lo imagino mirando a través del humo de su cigarro torcido, con una copita de manzanilla de

Sanlúcar de Barrameda y disertando sobre lo pulsional que esconden las f iestas de la pr imavera. El maestro definía las pulsiones como construcci­ones culturales y simbólicas cuyos propósitos no son el de una meta sino el del propio recorrido. La finalidad de la pulsión es regresar a su camino circular y la verdadera fuente de su goce es el movimiento repetitivo de este circuito cerrado. ¿Es Sevilla cerrada? ¿Dónde está la zona erógena que inicia la pulsión de los sevillanos por girar alrededor de nuestros objetos: la Semana Santa y la Feria? Lacan diría que tres voces g ramaticale­s estr ucturan este circuito de la pulsión: la pr imera, la voz activa como “el acto de ver”; la segunda, la voz ref lexiva que es el hecho de “verse a uno mismo”; y la tercera, la voz pasiva que signif ica “ser visto”.

En la voz activa y ref lexiva no hay sujeto porque soy yo: “ver y ver me”. Por ejemplo, estas dos semanas “vemos” preparar nuestras casetas y “nos vemos” llevar a la tintorería nuestros trajes de penitente para cambiarlos por la mejor plancha de nuestras corbatas y trajes de f lamenca. Solo cuando la pulsión completa su circuito en el tercer tiempo, la voz pasiva de “ser visto” consuma la pulsión de la f iesta y aparece el sujeto que ¡ voilà! ¡es un sujeto nuevo! ¿Pero qué dice este Lacan? El divertido par isino no está loco, solo juega con el lenguaje para plantear que, si bien el tercer paso de la pulsión es el tiempo de la voz pasiva, se trata de una pulsión esencialme­nte activa: “hacerse ver” en lugar de “ser visto” … Entonces, ¿“hacerse ver” es la pulsión que escondería nuestras maravillos­as tradicione­s? Vaya, aquí Lacan parece que un poquito nos ha calado. Qué buenas migas hubieran hecho el médico francés con el periodista sevillano Chaves Nogales, quien diría aquella maravilla de: “era el tal un sevillano neto, de ésos para los que no hay nada en el mundo como su Sevilla”, como del ciudadano parisino frente a la invasión nazi: “las masas modernas lo soportan todo menos la incomodida­d material”. Al f inal todos los pueblos nos parecemos más de l o que reconocemo­s. Amén de Sevilla y de París.

Apreciado lector, ¿qué tipo de sevillanía vive frente a nuestras tradicione­s? ¿Qué le gusta más: ver, verse o hacerse ver?

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