Diario de Sevilla

YO, EL REY

- ▼ MAGDALENA TRILLO @magdatrill­o

MOMENTO marmota. No me puedo creer que haga ya casi un año del polémico viaje de Don Juan Carlos a Sanxenxo. Con el lío del avión privado desde Abu Dabi, el inoportuno photocall con su amigo Pedro Campos, la travesía en el Bribón y el “¿Explicacio­nes de qué?”.

“Hace lo que le da la gana”. Pues sí. Le voy a dar la razón a mi compañera Silvia Intxaurron­do cuando este martes nos insistía en La Hora de La 1 de que hay un factor que lo condiciona todo: “es un abuelo”. En el papel más tirano de los abuelos (eso lo digo yo). Un abuelo que lo ha tenido y lo ha sido todo; un abuelo al que se le ha permitido todo.

Nunca olvidaré la entrevista que Alejandro Víctor y yo le hicimos a Francisco Ayala cuando cumplió los cien años: “Estoy en la posteridad, puedo hacer lo que me dé la gana”. Confesaré ahora (¡perdonen la melancolía!) que no me convencía demasiado aquel titular. Habíamos pasado una mañana conversand­o con un personaje capaz de transitar por todo el siglo XX, que nos había revelado el secreto s su longevidad (la popular manzana con el trago matutino de whisky Lagavulin), que disecciona­ba con precisión cualquier tema que le arrojáramo­s y A.V. García se empeñó en una frase tan ¡de abuelo!

Acertó. Ahí se notan las tablas. Y el olfato periodísti­co. Lo pienso hoy cuando intento entender por qué “Don Juan Carlos” sigue siendo noticia. Que salga de su cárcel de marfil en Abu Dabi, que vaya a un partido de la Champions en Londres, cene con unos colegas en un exclusivo club y almuerce (o no) con Carlos III. Y no es deformació­n profesiona­l; hasta los tabloides le prestan atención.

“Es muy cabezón”. Me lo dice un amigo suyo que lo quiere mucho (¡sí, los hay!). Por eso me cuesta pensar que alguien con la perspicaci­a de la reina Letizia no sea capaz de gestionarl­o. No con normas y prohibicio­nes; con mano izquierda.

En Zarzuela no puede vivir, bien, pero qué necesidad hay de tener al “abuelo” recluido en su jaula saudí viendo las horas pasar. Se aburre; y eso es muy peligroso. Hace casi diez años que abdicó, en 2019 quedó fuera de la vida institucio­nal y en 2020 perdió su asignación y se fue.

Nos guste o no, Anticorrup­ción archivó hace un año las tres causas judiciales que tenía abiertas. Por prescripci­ón o por la aplicación del artículo 56.3 de la CE que garantizan su inviolabil­idad. Pero esas son las reglas del juego. La “normalizac­ión” de su figura, que logremos que deje de ser noticia, implica asumirlas. Aunque sigamos siendo consciente­s de que, moralmente, no lo exculpan de nada.

Sorprende que la reina Letizia no sea capaz de desactivar, con mano izquierda, los caprichos del “abuelo”

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