Un mural único para una mujer extraordinaria
● Zësar Bahamonte pinta en la calle San Blas el mural que ensalza a Teresa Onieva, vecina de esta zona
En una esquina de la calle San Blas converge la memoria de un barrio y de sus habitantes. Se trata de un edificio que es cobijo de todos los vecinos, pasados y presentes, de la calle San Luis y alrededores. Este ha sido uno de los propósitos del muralista Zësar Bahamonte (Sevilla, 1986) en su tributo a Teresa Onieva, vecina de esta zona del centro histórico de Sevilla. La historia de Teresa Onieva es la de una mujer que destacó por la incesante ayuda hacia sus vecinos y hacia los más desfavorecidos.
“Teresa Onieva y su pareja hicieron mucho por el barrio”, subraya el autor del mural, quien relata cómo fue la implicación de esta inolvidable vecina en los meses de la pandemia, o en los ya lejanos años ochenta y noventa, organizando excursiones a la playa, en los calurosos meses del verano, para que aquellas familias que no podían costearse unas vacaciones disfrutasen del mar y de la costa.
Onieva llegó hace ahora 33 años al barrio de San Luis, junto con su marido, José Luis Vila –al que le dedicaron una plaza desde la que se observa la cúpula barroca de la iglesia de San Luis de los Franceses–. El matrimonio –y la familia– fue muy querido. Y con este mural, situado entre la calle Mercurio y la calle Blas, se representa el cariño de los vecinos hacia una mujer siempre alegre, vitalista, volcada hacia los demás. Un carácter que lo ha reflejado Bahamonte en su obra usando colores llamativos, intensos –amarillos, naranjas, rojos–.
En el mural contemplamos la imagen de Teresa Onieva con una copa de vino, con su “Rioja con un cubito de hielo, que se tomaba siempre en el Vizcaíno”, como explica Bahamonte. A la derecha de Onieva, los vecinos del barrio, con una guitarra que simboliza las noches de flamenco y cante, de diversión y de felicidad. Un ambiente que siempre rodeó a la familia formada por Vila y Onieva, y, por supuesto, a la gente con la que compartían calle, casa y lo que fuese necesario. “Teniendo en cuenta que Teresa Onieva había fallecido recientemente, no quise hacer algo apagado sino vitalista. Por ello los colores empleados. También quise rodearla de su gente, de la vida de la calle, de todo lo que a ella le molaba. Por último, el carruaje que se ve en la esquina inferior izquierda es un código con su pareja, es una alegoría del amor que tenían ellos”, precisa Zësar Bahamonte.
El pintor comenta algunas curiosidades acerca de cómo se ejecutó esta obra –su primer trabajo
En este proceso de una semana se ha empleado tanto pintura como aerosol
en gran formato para su ciudad natal–. La primera duda que se despeja es cómo concretar figuras sin apenas posibilidad de jugar con las perspectivas, al realizar todo el trabajo desde un andamio, a escasos centímetros de la pared. “Para las proporciones en distancias cortas uso una técnica, que es llenar la pared de letras. Hemos escrito frases que Teresa Onieva solía decir. Como, por ejemplo, esa de “una copa de Rioja con un cubito de hielo”, entre otras. Entonces llega el paso de hacerle una foto al muro y, después, con Photoshop, incluyo el diseño del dibujo en esa foto, y así me guío. Donde va la palabra que sea, va la línea esta o aquella”, comenta Bahamonte.
Este complejo proceso ha durado alrededor de una semana y se han empleado dos materiales, pinturas y aerosol.
Se podría decir que la vocación de Onieva en su ayuda hacia los demás no terminó con su fallecimiento, pues con este “lienzo urbano” –así lo definen– se reivindica el trabajo del artista local, así como su importancia para la estética de nuestros barrios.