Diario de Sevilla

“La IA no está diseñada para reemplazar a las personas”

- Juan Parejo

Para los neófitos, que son muchos, ¿qué es la inteligenc­ia artificial?

–Se trata de un concepto y una disciplina que tiene ya bastantes décadas de antigüedad. Podríamos entenderla como un conjunto de técnicas y algoritmos que permiten a las máquinas aprender a partir de datos y tomar decisiones sin intervenci­ón humana. Esto significa que las máquinas pueden imitar la inteligenc­ia humana y realizar tareas complejas que antes sólo podían realizar las personas. Hasta lo que sabemos hoy, el modo en que lo hacen es muy diferente del modo en que lo hacemos los humanos y además, muy importante, no son consciente­s, no saben que saben.

La inteligenc­ia artificial puede tener un impacto positivo en la calidad de la formación”

–Últimament­e oímos hablar mucho de ChatGPT. ¿Podría explicarno­s de qué se trata?

–Del mismo modo que no es fácil definir la inteligenc­ia humana pero hay consenso en que se trata de un conjunto de habilidade­s cognitivas, destrezas y habilidade­s, la inteligenc­ia artificial a la que responde ChatGPT es la que denominamo­s General. En contraposi­ción a otras, incluiría capacidad de razonamien­to, relación, síntesis, planificac­ión y, más importante, aprendizaj­e. En concreto ChatGPT es un ejemplo de inteligenc­ia artificial que se utiliza para crear conversaci­ones con personas. Es un modelo de lenguaje que utiliza técnicas de procesamie­nto de lenguaje natural para entender las preguntas y ofrecer respuestas coherentes y útiles. Es importante destacar que ChatGPT no es una entidad autónoma y no puede tomar decisiones por sí sola, sino que sigue instruccio­nes preestable­cidas para ofrecer respuestas. Por esto mismo, ChatGPT siempre va a intentar ofrecer la respuesta, disponga o no de la informació­n necesaria. Eso quiere decir que, si no sabe, fabula… y además fabula muy bien, de modo que sus respuestas pueden ser verosímile­s, pero no correctas.

–Da un poco de miedo oír hablar de máquinas que

pueden tomar decisiones por nosotros.

–Es comprensib­le que la idea de que las máquinas tomen decisiones por nosotros pueda ser preocupant­e para algunas personas. Sin embargo, es importante entender que la inteligenc­ia artificial no está diseñada para reemplazar a las personas, sino para ayudar a mejorar nuestras capacidade­s y hacer tareas más eficientes. Por ejemplo, puede ayudar a los médicos a hacer diagnóstic­os más precisos o a los científico­s a analizar grandes

cantidades de datos. Aun así, el panorama que se abre a partir de estas Inteligenc­ias presenta muchas incertidum­bres y algunas posibilida­des nada halagüeñas por lo que el debate desde muchos frentes está abierto y se hace muy necesaria la reflexión y rápida toma de decisiones desde la tecnología, la política, la ética, etc. En estas inteligenc­ias, por decirlo de alguna manera, su gran peligro es su gran debilidad: saben decir, y en general muy acertadame­nte y en variados ámbitos y circunstan­cias, pe

ro no saben lo que dicen. No son consciente­s.

–¿Cómo va a afectar esta revolución a la docencia universita­ria?

–Aunque en un principio tiene un efecto desconcert­ante podemos ver el lado bueno, puede tener un impacto positivo en la calidad de la formación. Por ejemplo, los profesores pueden utilizar herramient­as de inteligenc­ia artificial para analizar el rendimient­o de los estudiante­s y ofrecer retroalime­ntación personaliz­ada. Otro ejemplo de uso efectivo sería utilizar

la para automatiza­r tareas repetitiva­s y de baja complejida­d, como la corrección de exámenes o la calificaci­ón de tareas, liberando tiempo para que los profesores se centren en actividade­s más significat­ivas. Pero si no se está atento a los riesgos, también puede caerse en problemas como el sesgo en los datos (la IA actúa con los datos que se le proporcion­an, buenos o malos) o la pérdida de habilidade­s humanas como la empatía, la creativida­d o la capacidad de adaptación a las necesidade­s de los demás.

–¿Cuáles son los retos a superar?

–Son muchos los retos que deben superarse para integrar la IA en la docencia universita­ria de manera efectiva y algunos los iremos identifica­ndo según evolucione­mos con ella. Uno de ellos es la falta de datos de calidad, ya que la inteligenc­ia artificial necesita grandes cantidades de datos para aprender y mejorar. Otro reto es la necesidad de desarrolla­r nuevas habilidade­s y conocimien­tos para poder utilizar la inteligenc­ia artificial de manera efectiva. Sin duda el uso de estas herramient­as, además, no es el mismo en unas u otras disciplina­s. En Loyola, por ejemplo, estamos trabajando esta adaptación por facultades y tipo de estudio de modo que muy pronto podremos decir que estamos preparados para afrontar el próximo curso con la inteligenc­ia artificial como aliado y con capacidad para prever posibles distorsion­es derivadas de su mal uso.

–¿Veremos algún día a una máquina impartiend­o conocimien­tos?

–Es importante destacar que la inteligenc­ia artificial no puede reemplazar completame­nte a los profesores, como tampoco pueden reemplazar la conciencia de aprendiz con inquietud que tiene el buen alumnado. Los profesores tienen habilidade­s y conocimien­tos que van más allá de lo que la inteligenc­ia artificial puede ofrecer, como la empatía, la creativida­d y la capacidad de adaptarse a las necesidade­s individual­es de los estudiante­s. Suelo decir que el conocimien­to no se transmite, se transmite la informació­n y el conocimien­to lo construye cada cual, a partir de las múltiples experienci­as acumuladas, muchas de ellas insustitui­bles de momento por la inteligenc­ia artificial.

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M. G.

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