DE CÓMO EL ARTE PALIA LA TRISTEZA DEL ADIÓS
HUBO una vez, cuando entonces o quizás antes, mucho antes, que un servidor calificó a Rafael Gordillo como la mayor fábrica de béticos conocida. Entonces, la figura de Luis del Sol, el futbolista que sacó al bético de las catacumbas, quedaba difuminada por el paso del tiempo y por el relevo generacional, que en su crueldad es capaz de mandar al olvido lo más grande. Y por entonces no había nacido Joaquín Sánchez, Joaquín el del Betis.
La fortaleza diaria.
En la ciudad deportiva Luis del Sol, Gordillo y Joaquín, los tres pilares que sostienen al Betis
Un futbolista genial que llenó de ganas de vivir a la fiel infantería verde, blanca y verde en un tiempo de claroscuros que iba de cimas a simas sin solución de continuidad, sin que supiéramos dónde acababa una y dónde empezaba otra. Y ese niño del Puerto que enamoraba con el balón y su sprint se fue para un exilio demasiado largo que tenía fecha de caducidad. Valencia, Málaga y Florencia fueron sus exilios, dorados pero exilios hasta que vio la posibilidad de volver y volvió.
Y haciendo Betis en el campo y en la calle, Joaquín va a cumplir ocho años haciendo proselitismo. Todas las marcas van cayendo y cuando está a ocho partidos de batir una más dice que va a decir adiós cuando el curso acabe. Se va a final de curso y ayer le rendía su club, por siempre y para siempre Real Betis Balompié, un plebiscito anticipado en el que se fundían las dos fábricas vivas que más beticos produjeron y siguen produciendo, Joaquín Sánchez y Rafael Gordillo.
Se va un artista polifacético que lo mismo desborda sin esfuerzo que hace reír sin herir a nadie. Con la marcha de Joaquín se rompe el molde donde funde la bonhomía con el arte y con la difícil facilidad de caerle bien a casi todo el mundo, que caer bien al mundo entero es un milagro imposible. Daba gloria ver ayer cómo la ciudad deportiva Luis del Sol escenificaba la comunión entre Rafa y Joaqui, las otras dos patas del trípode que sostiene al Real Betis Balompié.