LOS QUE DE VERDAD SE LA JUEGAN EL 28-M
EL comentario del alto dirigente político fue rotundo: “Los alcaldes viven como si el mundo se acabara el 28 de mayo”. Estos días se repasan empadronamientos, concesiones de contratos públicos, situaciones laborales de cónyuges, grabaciones o imágenes que pudieran ser comprometedoras y que nunca suelen serlo, etcétera. Los equipos de campaña se proveen de munición no tanto para atacar, sino para defenderse de posibles emboscadas. La política municipal puede ser la más agresiva cuando queda un mes para votar. En el corto alcance, como ocurre con el propio periodismo, se vive en un riesgo permanente y se tienen percepciones más precisas de las cosas. Por eso, efectivamente, la concepción del mundo está en tenguerengue para tantos alcaldes. La noche de las elecciones saldrá un portavoz nacional para interpretar en positivo los resultados. Todos salvados, todos al paraíso, todos en perfectas condiciones de afrontar las elecciones generales. Siempre hay fórmulas para escapar bien de unas elecciones municipales: mantener las principales capitales, un mayor número total de votos, sacar más concejales que hace cuatro años, tener opciones de gobierno en no sé cuántos municipios, controlar más diputaciones provinciales...
Pero la verdad es la de cada uno. El mundo es el municipio. El candidato tiene rostro, voz, amistades, fortalezas y debilidades que no nos las cuentan. Las vemos casi a diario. No hay muros de palacios ni gabinetes que nos alejen interesadamente de quienes habrán de dirigir ese brazo del Estado que es el poder municipal. Hemos visto alcaldes acceder al cargo pisando una alfombra roja y salir literalmente por una puerta secundaria cuatro años después. La política municipal tiene un añadido de crueldad si cabe, porque son tus vecinos los que te aúpan, revalidan o desalojan. No hay enemigo mayor para los alcaldes que la gestión que hacen sus compañeros de partido en las comunidades autónomas y, por supuesto, en el Gobierno de la nación. Se la juegan ellos directamente y pagan por pecados ajenos. En su tierra, con su cara, con su nombre y apellidos y hasta con su apodo. En Madrid se debate sobre vivienda, se teoriza sobre un problema real sin atisbo alguno del pacto entre administraciones que se exige para abordar el problema. El alcalde ve las caras de quienes no pueden pagar un alquiler, porque sencillamente cada vez hay menos pisos con esa opción o no hay dinero. Pero los restos mortales de José Antonio salen del Valle de los Caídos el lunes. El martes tendremos todos un piso en alquiler con opción a compra. Y ya lloverá.
Los alcaldes tienen que sufrir el fuego amigo de sus compañeros que manejan presupuestos públicos en diferentes gobiernos