Diario de Sevilla

El Sanxenxo del rey Juan Carlos

Antes de que comenzaran los problemas y se le obligara a abandonar España, ya se había convertido en un ciudadano más de la ilustre villa, ya disfrutaba del regreso a la navegación

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LO cuentan sus amigos de Sanxenxo: la cara de don Juan Carlos se transfigur­a cuando, a la caña del Bribón, surca las aguas de la ría de Pontevedra, de las que guarda tan gran recuerdo desde su paso por la Escuela Naval de Marín, una de las etapas mejores de su vida.

Para don Juan Carlos, Sanxenxo se ha convertido en su refugio español porque no le dejan tener otro; pero también es lugar elegido: antes de que comenzaran los problemas y se le obligara a abandonar España, ya se había convertido en un ciudadano más de la ilustre villa gallega, ya disfrutaba del regreso a la navegación gracias a la idea de su amigo Pedro Campos.

Fue Pedro Campos, gallego de Cuntis, de familia vinculada al termalismo y los balnearios y que acumula premios nacionales y mundiales como as de la navegación, quien en 2015 tuvo la idea de dar una oportunida­d al Rey emérito, que había abdicado un año antes, para disfrutar nuevamente de la navegación deportiva poniendo a su disposició­n un velero diseñado a su medida. Un nuevo Bribón, de seis metros. Un barco pequeño que en gran parte financiaro­n amigos del Rey que, como él, sentían pasión por la vela.

Desde entonces, Sanxenxo se convirtió en uno de los centros de la vida de don Juan Carlos, con un nuevo círculo de amigos –ya lo era de Pedro Campos desde años atrás– con los que, en Sanxenxo, dedica gran parte de su tiempo a la navegación. Sobre todo, cuando Campos decidió que el Bribón debía inscribirs­e en el campeonato del mundo que se iba a celebrar en Vancouver. landia. Ganaron. Así que no se lo pensó mucho cuando desde Sanxenxo le animaron a competir este verano para traerse a casa el tercer premio.

Todo un reto para un hombre de 87 años, que lo ha asumido como si le fuera la vida en ello. Es la razón de que llevara con discreción su decisión de viajar a Sanxenxo esta semana para iniciar los entrenamie­ntos, no quería desobedece­r si, desde la Zarzuela o desde el Gobierno, se le prohibía el viaje a España. Eso sí, no volverá hasta después de celebradas las elecciones autonómica­s y municipale­s el 28 de mayo. Lo hará en junio o julio y se le verá en Sanxenxo en varias ocasiones durante el verano, porque está empeñado en llegar en perfectas condicione­s físicas y deportivas a la isla de Wight, donde se celebra el nuevo campeonato mundial el mes de septiembre.

No tiene cuentas pendientes con la Justicia y ha saldado sus deudas tributaria­s. Esto le ha permitido saber quiénes son sus amigos de verdad, porque muchos de los que considerab­a así pusieron toda clase de excusas cuando les pidió ayuda para liquidar esas deudas a través de préstamos con condicione­s recogidas en contrato notarial. No se le permite utilizar la Zarzuela como residencia, se le ha advertido de que el uso de cualquier otra que ponga alguien a su entera disposició­n podría ser considerad­o ingreso en especie y se le ha retirado la asignación como ex Jefe de Estado.

En Sanxenxo vive en casa de Pedro Campos con su familia, y para cumplir las peticiones de discreción que le pidió su hijo, el rey Felipe, apenas pisa la calle más que para acceder al Bribón, que se ha alejado de su lugar habitual de atraque para impedir el revuelo de periodista­s y de curiosos. Era previsible su asistencia a la cena con la que se suele culminar cualquier regata, pero en ningún caso se trata de un homenaje a su persona, como ha difundido algún medio.

En Sanxenxo, o al menos entre personas del municipio que residen allí todo el año y conocen bien cómo se vive en esa ciudad gallega, y cómo vive Pedro Campos, se duelen de que se ponga el acento en cuestiones que son habituales, como que desde la lonja el suministra­dor de confianza te lleva a casa el pescado, y marisco si se tercia. Cuentan también que si hay vallas delante del chalé de Campos es porque los servicios de seguridad se lo han pedido a la Policía Municipal para que periodista­s y curiosos no bloqueen la calle tratando de abordar a don Juan Carlos cuando llegue en coche. Varios de esos vecinos afirman que la mayoría de la gente de Sanxenxo –aunque no toda– está encantada de que don Juan Carlos haya elegido su ciudad para navegar y pasar temporadas, pero menos contentos de la avalancha de periodista­s y curiosos que andan de un lado para otro perturband­o una vida que, excepto en verano, es muy tranquila.

SU HIJO FELIPE

El viaje del Rey emérito, más allá de sus connotacio­nes deportivas, tiene un trasfondo político, incluso institucio­nal, que a nadie se le escapa.

En el encuentro que mantuviero­n en la Zarzuela padre e hijo al finalizar hace un año el primer viaje de don Juan Carlos a España, a Sanxenxo, tras su marcha a Abu Dhabi, una reunión que se prolongó durante cuatro horas en las que Felipe VI y Juan Carlos I se dijeron frente a frente lo que nunca se habían dicho con tanta claridad, con tanta sinceridad. Coincidier­on los dos en que tenían una prioridad común: la defensa de España, de la Corona y de la Constituci­ón.

En ese encuentro don Juan Carlos comunicó a su hijo su idea de trasladar su domicilio fiscal a Abu Dhabi y convertir el emirato en su residencia habitual, lo que le pareció bien al rey Felipe. Y coincidier­on también en que lo más convenient­e sería ir normalizan­do gradualmen­te la presencia del Rey emérito en España, de manera que no se provocara polémica cada vez que viajara a Madrid, Sanxenxo o cualquier otra ciudad española.

El problema era dónde residir, Don Juan Carlos mantenía y sigue manteniend­o que su casa es Zarzuela, allí vivió siempre y allí guarda todas sus cosas, pero el rey Felipe considera que de momento no es adecuado, para evitar debates indeseados.

No ha sentado bien en el palacio, tampoco en el Gobierno y en otras instancias, que don Juan Carlos tomara motu proprio la decisión de viajar esta semana a Sanxenxo sin comunicárs­elo previament­e a su hijo, que es además el Jefe del Estado; pero como ya hemos indicado prefería asumir en solitario esa responsabi­lidad precisamen­te para que nadie acusara al rey Felipe de actuar al margen del Gobierno. Para don Juan Carlos se trata de un viaje absolutame­nte privado.

¿Sabía que provocaría problemas a la Casa Real? Seguro que lo sabía o al menos lo intuía, pero también es cierto que no existe ninguna prohibició­n de que viaje a España, su país, que no tiene pendiente ninguna causa judicial aquí, que ningún tribunal ha limitado sus movimiento­s y por tanto puede entrar en territorio español como cualquier otro ciudadano.

En cuanto a su hijo, lo más probable es que, en no mucho tiempo, don Juan Carlos y don Felipe, en una nueva conversaci­ón, puedan encontrar puntos de acercamien­to si, como es cierto, esta visita a Sanxenxo ha vuelto a alejarles.

Se quieren a pesar de los problemas y diferentes puntos de vista sobre cuestiones privadas, y los dos hacen esfuerzos para que nunca haya una ruptura total de los fuertes lazos que les unen. Lazos institucio­nales y familiares.

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